jueves, 18 de diciembre de 2014

Villancico: El Tamborilero


Tiempos estos, que entre el fragor de las carreras y los estreses, el espíritu nos llama también a la reflexión. Al recuerdo. Al reunirse en familia. A celebrar. A animarse. A reir. Pero a veces también a llorar de nostalgia y pues de esperanza también se echan unas lágrimas.

De niño vi en la televisión un cuento, que terminaba con una canción. La técnica de las imágenes usaba muñecos de madera que en cada toma iban desplazándose para efectuar sus acciones. Como extraño esas escenas. Buscando en la I-net, hallé un video. Yo, digo hallé y no encontré, porque casi que me parece como un tesoro: El Tamborilero.

El niño es guiado por la luz de la estrella. Un burrito y una ovejita lo alientan a continuar. LLeva el niño por toda pertenencia un viejo tambor. Es que el es un tamborilero. El niño toma prisa en su caminar para llegar prontito a Belén.

Ante el pesebre, todos dejan sus regalos. El niño desea tener un presente para dejar en honor del recién nacido. Con lo que cuenta para ofrendar es su profesión, su trabajo, y aunque suene a ronco, que no de otra manera es el sonido de un tambor, Dios le sonrió.

La Wikipedia, registra que el origen de esta canción, es una leyenda checoslovaca. Menciona también que la historia del tamborilero, tiene mucha relación con el relato de Anatole France: El juglar de la Virgen.

Amigo lector, ese a mi entender es el mensaje de esta canción. El niño, ofrece como mayor tesoro, su cotidiano trabajo. Que hermosa lección.

Cualquiera que sea la idea que tengas acerca de Dios, Feliz Navidad, amigo lector.






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domingo, 14 de diciembre de 2014

Imaginación





Hoy quiero ponerme a imaginar como lo hacía la "Niña de los Fósforos" de Andersen. 

Enciendo un palillo y la imaginación me hace ver un país que busca el desarrollo, y no solo el crecimiento.

Enciendo un segundo y veo que en el Perú, se cumplió el deseo del poeta Maya Quiché Humberto Akabal: "Como deseo que llegue el día, cuando en este país, todos anduvieran armados, de un libro"

Fulgura un tercer palito y veo que se puede caminar con paz en las calles de las ciudades del Perú. Que la radio no me grita con su programación, y que la televisión ya no embrutece a los televidentes.

Prendo un cuarto palito y veo sonrisas de niños, de jóvenes de mayores. De hombres y mujeres que se sienten libres. 

El quinto palito me hace ver una patria llena de poesía.

(FIN)
Carlos Torres

Nota: La imagen es del BLOG: zonadecultura.blogspot.com


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lunes, 8 de diciembre de 2014

La dignidad de la gorra







Un titiritero que iba de paso por la patria se presentó en un parque de la ciudad una tarde de viernes en este mes de diciembre. El público miraba sorprendido, tal parece era la primera vez que tenía una experiencia de ver teatro de muñecos.

Ya al final del espectáculo, el titiritero anuncia que pasará una gorra y que toca a los espectadores compartir con el artista, tal y como el compartió su habilidad. Era lo justo.

Una niña conversa con una persona adulta. Era al parecer su acompañante:
-¿Porqué pasa la gorra? ¿Es pobre?
-No se.

El espectáculo en mi opinión había sido perfecto. Invitaba al disfrute. A la risa. A pensar. Había mucha riqueza en el escenario.

El titiritero no era pobre. Era rico en bondad. No había holgura económica en su presentación, pero él desde su escasez estaba siendo generoso con quienes tuvieron la suerte de estar ese día y llevarse un poquito de humanidad.

¡Señores, la gorra tiene dignidad!

(Carlos Torres)


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domingo, 7 de diciembre de 2014

Fernando






A ciudad Resistencia, capital de la provincia Argentina de El Chaco, una noche llegó un cantante callejero. Provisto de una guitarra y acompañado de un perro solicitaba posada en un hotel. Fue admitido con la condición de que no tocara y que su perro no ladrara. A los dos días el cantante murió. De él solo se sabía su nombre: Fernando.

Una familia se ofreció en adoptar al chuskito. Pero este no se dejó llevar. Optaba por ser libre y vagar por las calles.  La gente lo bautizó como Fernando. Pasaron los días y terminó ganándose el cariño de la población. Toda la ciudad lo quería.

Fernando tenía una particularidad. Mejor dicho poseía un don: su desarrollado oído musical. Es por esto que su presencia era muy apreciada en cuanta fiesta se organizara, sea esta casamiento, cumpleaños, bautizo o efemérides de la nación. Fernando entraba y se acomodaba cerca de la orquesta. Si juzgaba que el sonido era atractivo movía la cola. Pero si descubría que la orquesta erraba el tono de la música movía sus orejas, soltaba gruñidos y se marchaba. Era tal la fama del cánido que los mismos músicos aceptaban que habían torcido el ritmo. En fin, la presencia de Fernando era siempre bienvenida, sobre todo en Navidad, ya que era tomado como signo de buen augurio.

Nadie sabía si Fernando se aparecería por alguna fiesta. El era libre. Acostumbraba a tomar desayuno en las oficinas de un banco. Almorzaba gracias a la generosidad de los empleados de un restaurante y en las noches solía acudir al bar La Estrella. 

Dicen llegó una vez a Resistencia un pianista polaco, de apellido Paderewsky, quien daría un único concierto en el teatro de la ciudad. Antes de que se inicie su presentación, apareció Fernando y se ubicó debajo del piano. Se tuvo que explicar al músico el porque de la presencia de perrito. Comenzó el polaco y casi al final de su muestra equivocó dos notas. El perro gruñó. El concertista acarició al crítico y repitió toda su ejecución y esta vez sin errar nota alguna.

Un día Fernando, se fue al cielo. La ciudad entera lo lloró. Los de Resistencia, perennizaron su memoria erigiendo un monumento en el lugar donde fue enterrado. Tiempo después en épocas de la dictadura militar, la autoridad de la ciudad inauguró un monumento de bronce. Cosas de la vida. La figura del perrito quedó dispuesta de tal manera que daba las espaldas al local de la gobernación, con la cola levantada, mostrando el culo. Así de libre era Fernando.

(FIN)

Esta glosa es de autoría de: Carlos Torres


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viernes, 5 de diciembre de 2014

Adios cordera




fuente: alfabetodeauroras.blogspot.com


Hola amigos. Tuvo una conversa con Martín, un amigo titiritero. El tema era sobre las nacionalidades de los relatos y de que aquí en nuestro medio, hay la circulación de muchos cuentos que hablan de realidades que en buena cuenta nos son extraños. Aquí va:

Hay un hermoso cuento que comienza así:

"¡Eran tres, siempre los tres!: Rosa, Pinín y la Cordera"

Rosa y Pinín eran dos hermanos que en su niñez, cuidaban de su vaca llamada por ellos: Cordera. Esta es una historia escrita por el español Leopoldo "Alas" Clarín. Es un bello relato, un cuento muy humano. Confieso, que la primera vez que lo leí, sentí como un calorcillo en la garganta.

Que bueno sería que este relato se pudiera convertir en una obra de títeres. 

Que hermosa experiencia es su lectura. Ojalá que muchos niños y también adultos tuvieran acceso a esta historia.

Los relatos son patrimonio de la humanidad. Tan buenos son los de origen asiático, como los africanos o los de origen americano. Y que va, si están plagados de duendes, elfos, princesas o cenicientas. Que importa sean relatos druidas o visigodos o de héroes turcos. En mi opinión no los hace inválidos para su representación en el teatro de títeres para nuestro medio.

Quizás el lobo es mas conocido, no solo por el relato de Caperucita Roja. El cine lo ha tenido en mas de una oportunidad como protagónico. Recordemos cuantas películas se han hecho sobre la licantropía o el llamado: Hombre Lobo. También la pantalla de televisión, es muy fuerte en su influencia. Es un vehículo de entretenimiento y también de cultura, pero también, crea ídolos y referentes: Elabora "realidades" y perdón por la expresión: Hasta embrutece. Creo que ese es el medio que contribuye a quitarnos identidad y en la televisión es muy popular el lobo.

Mi amigo Martín, titiritero él, me contó una experiencia que tuvo en una función de títeres en Huancayo. El mostraba un muñeco que era un zorro andino. Los niños de Huancayo, cuando observaron en el teatrino a un muñeco de vaporosa cola, pensaban que era un lobo (a quien ven en la televisión) y no un zorro. Es casi seguro, que nunca hayan visto un zorro, el cual probablemente esté casi extinto en muchos de los parajes andinos. Yo solo en una oportunidad he visto a un pequeño zorro de cola roja, el cual como rayo corrió a esconderse entre los arbustos. Bueno también he visto a los zorros del parque zoológico.

Hace unos años vi una representación de títeres en Ciudad Guatemala. La obra contaba sobre las diferentes leyendas urbanas, que la tradición guatemalteca tiene. Cada historia, era protagonozada por un personaje: La llorona, Pies de Lana, La Tatuana etc. Los niños que estaban de espectadores, a cada aparición del personaje, mencionaban los nombres. Yo los escuchaba y eran como mis guías para ir entendiendo la historia. Esos niños no eran ajenos a los relatos tradicionales de su país, y eso en mi opinión forja la identidad.

Martín, amigo entiendo el propósito de lo que escribes sobre el lobo, que está en todo lados: en la TV, en el cine, en la literatura, en las obras de títeres. Como peruanos, necesitamos vernos más, pero creo que esa necesidad no se contradice con el conocer la tradición de otras latitudes.

El lobo, es visto como feroz, violento, sanguinario. Ese es el estereotipo. En cambio en los relatos donde el zorro interviene -y hay muchos cuentos andinos que lo tienen de personaje- este es ducho en estratagemas, en confundirte, en mostrar la habilidad que tiene para lograr sus objetivos.

Es mi opinión. Los relatos son de dominio universal. Quizás el reto es hacer los nuestros mas atractivos, mas lúdicos. Lo digo humildemente, que de títeres se mas como expectador, que como titiritero.

Saludos

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jueves, 4 de diciembre de 2014

Candado del amor






Este era un herrero que se iba quedando sin trabajo. Para intentar lograr clientes pues decidió ubicarse junto al puente que daba acceso a la ciudad. En un pequeño tablero dispuso su mercadería. Se mostraban candados de bronce y de hierro, a estos últimos los había pintado de colores rojo, verde y azul.

Pasaban los transeúntes pero ninguno se interesaba por las cerraduras. Al herrero se le ocurrió colocar un pequeño cartel en la baranda del puente, baranda hecha de una gruesa malla de acero. El cartel decía: CANDADOS CON AMOR. En realidad quiso escribir: CANDADOS HECHOS CON AMOR, pero el cartel era pequeño y pues la letra no le hubiera salida de buen tamaño. Para colgar el letrero no encontró mejor manera que atarlo con un candado. 

Cogió un candado de los que tenía el grillete más largo. Abrió la cerradura y enlazó a la malla la perforación que tenía su letrero. Cerró el candado, y al momento de sacar la llave pues esta cayó de sus manos y al rió fue a parar. El herrero se quedó mirando los pequeños círculos de ondas que sobre la superficie había dejado la llave al sumergirse en el río. Así se estuvo un gran rato, hasta que una pareja de enamorados lo sacó de su postura al preguntarle si algo lo aquejaba. El de los candados volteó y al mover su cuerpo descubrió una parte del letrero donde se alcanzaba a leer: CON AMOR. Les dijo que era herrero y que acababa de aventar una llave al río.

Los enamorados sonrieron. Se miraron entre si. Se hicieron un guiño, y solo con las miradas acordaron una decisión, y es que cuando el amor está, poco se necesitan las palabras. Se acercaron a la mesa de los candados cogieron uno, y con una cuchilla escribieron sus nombres sobre el cuerpo del cerrojo de fierro. Después lo colocaron en la malla del puente y arrojaron la llave al río. Mientras miraban las ondas que se formaban en la superficie, sellaron su acción con un beso. Pagaron la cerradura y se marcharon.

Al día siguiente llegó el herrero, puso la mesa con su producto, y comenzaron a llegar parejas que adquirían sus candados. Escribián sus nombres y los ponían en la malla del puente. Luego arrojaban la llave al río. Fue así durante todo el día. El herrero miraba sorprendido lo que ocurría. 

Pasaron muchos meses, el herrero ya no estaba en el puente. Tuvo que partir a otra ciudad, pero en la malla de la baranda habían cientos y hasta miles de candados. Cada uno con los nombres de las parejas. Mirado de lejos se veía un espectáculo sin igual. Una baranda llena de cerraduras que aseguraban el amor. 

Son ya miles los amantes que han dejado el peso de su pasión sobre los hombros de la baranda del puente. Nadie sabe como se inició este rito que pretende eternizar el amor.

(FIN)
Autor: Carlos Torres

La ilustración es de la página: www.siempre-lindas.cl 


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miércoles, 3 de diciembre de 2014

El uso de arquetipos en la conformación de los relatos






Hace muchos años, leí un artículo en el diario El Comercio. Aún recuerdo el título: “Lenin, no es el arquetipo”. A la fecha he olvidado el contexto político del Perú de esa época, pero lo que me llamó la atención fue la palabra: Arquetipo. Pese al tiempo transcurrido mantengo el interés en el significado de esa palabra. Sea esta entonces mi inicial oportunidad de poder descubrir acerca de lo que ella quiere decir.

De acuerdo al diccionario de la RAE, se define Arquetipo como: 

-Modelo original y primario en un arte u otra cosa. 
-Punto de partida de una tradición textual. Representación que se considera modelo de cualquier manifestación de la realidad.
-Imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forma parte del inconsciente colectivo.
-Tipo soberano y eterno que sirve de ejemplar y modelo al entendimiento.

Comencemos afirmando que los arquetipos son construcciones de ideas que abordan conflictos como: lucha del bien y el mal, la felicidad o la infelicidad, el éxito o el fracaso. Estas construcciones de ideas son la base de los mitos y relatos de todas las culturas y sociedades. El protagonista del mito o del relato se moverá entre los extremos de lo que es anhelado, y de lo que es no deseado. Finalmente el protagonista mediante la ejecución de una acción llegará a tener suceso o tal vez no, y por tanto falle. Logrará la victoria, o le ganará la derrota.

Un ejemplo de arquetipo es la realización de un viaje. Otro arquetipo es la necesidad de tener confianza. Uno más es el afronte de una aventura. El realizar algo fuera de lo común también forma una estructura de arquetipo. También es arquetipo la noción de pertenencia, o sea la identidad.

En casi todo cuento hay un viaje, un partir, un abandonar lo conocido. El dejar la seguridad que da la familia por ejemplo. Me pongo a pensar en: Diarios de Motocicleta, que es la travesía de Ernesto Guevara desde Argentina hasta Venezuela, pasando por Chile y el Perú. Él protagonista dejó en su tierra natal una vida que aparentemente se iba a desarrollar sin mayores sobresaltos. A cambio, cada día su vida estará llena de sucesos impredecibles. 

Pongo otro ejemplo: El Bagrecico, cuento de Francisco Izquierdo Ríos. El pececito abandona la tranquilidad de las cristalinas aguas del pequeño arroyo de la selva alta y partirá sorteando peligros, todo ese esfuerzo en busca del mar. Muchas veces me he sentido identificado con este cuento. Es heroíca la acción del pez. El decide a ser canto rodado y que la vida lo vaya redondeando a golpes, pero como premio a esa decisión, conocerá nuevos horizontes.

El “creer para ver” como oposición al conocido “ver para creer” también protagoniza la estructura de un relato. Me refiero al confiar en la palabra empeñada. Cito aquí: El Alacrán de Fray Gómez del tradicionalista Ricardo Palma y, porque no anotar también la escena del Cantar del Mio Cid, cuando este acude a los prestamistas Rachel y Vidas y deja como prenda un carretón con cobertor, cargado solo de piedras.

Una aventura, transcurre en lugares fantásticos, en islas remotas, en los confines de lo conocido, y aún más allá. La Odisea es un ejemplo de ello. El relato del arribo de Naylamp a las costas del norte del Perú es otro buen ejemplo. 

Durante el transcurso de un relato, el protagonista debe hacer frente a las consecuencias de su decisión y así pasará por una suerte de aprendizaje ocurriendo una acción de Pascua, que es lo que le pasó a Moisés luego de atravesar el Mar Rojo. La parábola del Padre Misericordioso o más conocida como del Hijo Pródigo, nos brinda otro ejemplo. El protagonista decide disfrutar del mundo, reclama sus riquezas, pero estas rápidamente se acaban. En medio de su penuria reacciona y se dice que partirá a la casa de su Padre. Este le espera y por tanto se prepara y sale a su encuentro.

Son muchas las estructuras que conforman los relatos. Estas estructuras son universales y por tanto son del dominio de todas las poblaciones. Por ejemplo: la actitud de heroicidad que tienen los protagonistas de los cuentos. No solo de aquel que hace frente a dragones fabulosos, sino de aquellos que tienen el coraje de ir contra lo que la gente proclama y dice que debe ser. Sobre esto último anoto aquí el cuento: El oso que no lo era, de Frank Tashlin

Volviendo a la definición de Arquetipo, reitero que son como patrones de comportamiento. Son las formas en las que la conciencia humana experimenta el mundo y también son los matices de como el hombre se percibe así mismo.

Partiendo de lo citado en el párrafo anterior, reafirmo que siendo los patrones de comportamiento comunes a toda la humanidad, es decir que se repiten y están presentes en todas las latitudes,  pues los cuentos en sus textos también se repiten. La tradición del “Alacrán de Fray Gómez” es perfectamente similar a: “El milagro de la lagartija de esmeraldas”. El primer relato transcurre en la Lima Virreinal, el segundo en Ciudad Antigua Guatemala, también en la época de la colonia. Se trata de dos relatos muy similares que se desarrollan en lugares situados a más de cuatro mil kilómetros de distancia. 

Nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa tiene en su novela “Lituma en los Andes”, un relato que cuenta como una comunidad encara la amenaza del Pishtaco. La manera en cómo se resuelve la trama del cuento es muy parecida a la que tiene el mito del Minotauro de Creta. La primera historia ocurre en los andes peruanos y en un tiempo más o menos contemporáneo. La otra ocurre en los tiempos de la cultura Helénica.

Un compañero cuentista, nos comparte el relato de un africano que gracias a las habilidades de una mujer nacida del huevo de una avestruz, logra riquezas y poder, pero finalmente las pierde por la acción de su torpe comportamiento: ingratitud. Una cuentista brasileña quien llegó al Perú para participar en el festival: “Todas las palabras todas”, relata en su intervención un cuento que tiene como protagonista a una muchacha muy pobre quien recogía agua en un arroyo donde se le aparece un pez mágico y este pez le procura riquezas. Nuevamente por una actitud de torpeza lo pierde todo. Es en realidad un comportamiento de ingratitud. La cuentista al final de su historia señaló que era un relato recogido en la ruralidad brasileña.

Como conclusión expongo, que he descrito tres ocurrencias de relatos que se parecen en su estructura y en su argumento. Sociedades distantes geográficamente, de contextos muy diferentes y de tradición no igual, pues crean relatos muy similares. Los arquetipos hacen evidente su universalidad y confirman que su presencia no conoce fronteras.

(FIN)

Nota: El texto de arriba fue mi ponencia en el 2do encuentro de Patrimonio Vivo, realizado en Lima los días 24, 25 y 26 de noviembre del 2014 en la casa de Riva Aguero.


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martes, 25 de noviembre de 2014

Calle Burgomaestre Simón Von Utrech






En Hamburgo hay una calle así. Muy pocos conocen que hizo para merecer que una vía lleve su nombre. Eso si, muchos saben que este hombre en el año 1400 fue responsable de la sentencia a muerte del pirata del Elba: Klaus Störtebecker, quien siendo marinero, junto a cien hombres se rebeló a fin de dar término a los abusos que imponían los mercaderes de la Liga Hanseática. Klaus se sublevó, siendo marino de uno de los barcos de la Hanseática. El barco lo hizo navegar bajo la bandera: Libertad. El formó una hermandad: Los Hermanos Vitales, y declaró sus normas y principios que decían: Todos los hombres, y todas las mujeres nacieron iguales y para ser felices.

El pirata atacaba los navíos de la Liga y aplicaba a los capitanes los castigos que estos solían dictar a su propia tripulación, y la mercancía transportada era repartida entre las poblaciones que pasaban hambre.

La Liga puso precio a su cabeza. así que daneses, suecos, germanos lo buscaron. No les fue fácil, pasaron tres años, y finalmente lograron su captura. En la primavera del 1400 Simón Von Utrech lo sentenció a muerte y condenado a ser decapitado a manos del verdugo. En plaza pública sería ejecutado, y al último, para que viera como ultimaban a todos sus hombres. Estaban allí en la plaza, las esposas, madres, hermanas e hijos de los condenados.

De pronto El Pirata del Elba dijo en voz alta al burgomaestre: ” Le planteo un pacto. Deseo morir primero y morir de pie. Y quiero que por cada paso que de, una vez que mi cabeza se haya desprendido de mi cuerpo usted libere a uno de mis hombres”

Se escuchó un grito: “Viva el pirata del Elba”

El burgomaestre aceptó. El verdugo ejecutó la orden. La cabeza rodó. El cuerpo del pirata alcanzó a dar doce pasos, salvando así a igual número de sus compañeros.

Seiscientos años después durante cada primavera, la policía de Hamburgo detiene a unos jóvenes que van armados de unas pegatinas azules similares a los carteles que se usan para nombrar a las calles de esa ciudad. Las pegatinas las ponen sobre los carteles Calle Burgomaestre Simón Von Utrech, y en sus pegatinas dice: Calle Klaus Stortbecker..

(FIN)

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lunes, 24 de noviembre de 2014

El juego del Ampay


Cuentan que el Sol, la Tierra y la Luna vivían aburridos de jugar siempre a la casarronda y que cierto día, reunidos en asamblea decidieron cambiar de juego.

-Que les parece si jugamos a la pegapega- propuso el Sol con marcado optimismo.

-Este es un juego peligroso- replicó la Tierra con cierta preocupación- porque si toco tu corona se queman mis bosques.

-¡Qué sería de mi rostro!- exclamó por su parte la Luna, con ligeros aires de vanidad- No quiero ni imaginarlo. Además, por un simple juego no estoy dispuesta a perder a mis admiradores.

El Sol, compasivo y de buen grado, les dio la razón. Y los tres amigos siguieron buscando un nuevo juego para su diversión.

-Juguemos entonces a las ganaditas- volvió a proponer al Sol- ¿Qué les parece?

Por el poco entusiasmo que mostraron sus amigos, el Sol dedujo que este nuevo juego tampoco sería aceptado. Como así ocurrió.

-Si corro demasiado rápido- dijo la Tierra- se sale el agua de los mares e inunda mis valles.

-¿Correr yo? ¿Ni pensarlo! -dijo la Luna-. La velocidad me produce mareos.

El Sol, contrariado y a regañadientes, terminó nuevamente por darles la razón. Sin embargo, la Tierra y la Luna comprendieron que el Sol ya no volverá a proponer un nuevo juego. Sabían que el éxito o fracaso de la asamblea estaba en sus manos. ¿Qué hacer, entonces? Ambas amigas mirábanse desconcertadas. Hasta que por fin...

-Ya sé - dijo la Luna-, jugaremos al ampay.

Esta vez nadie se opuso. Pues el Sol y la Tierra habían quedado hechizados con la propuesta de la Luna. La alegría iluminaba sus semblantes. Y felices y contentos, los tres amigos decidieron jugar al ampay.

El juego ha empezado ya,
a la Tierra le toca contar
uno, dos, tres... ¡ya?
Escondidos el Sol y la Luna
en coro responder: ¡Yá!
Y la Tierra buscando va por cielo, montaña y mar
hasta que por fin
a sus amigos vuelve hallar
¿Ampay, Sol! ¡Ampay, Luna!
Ahora al Sol le toca contar
y el juego vuelve a empezar...

Y cuentan que desde entonces surgieron los llamados eclipses; pero la verdad es que cada vez que se oscurece el cielo, es porque el Sol, la Tierra y la Luna están jugando al ampay.





El Cuento: "El juego del Ampay" es del autor Carlos Sánchez Vega, del libro: Entre duendes y luciérnagas. Editorial San Marcos, año 2007.

La imagen es de la página: dreamatico.com


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domingo, 23 de noviembre de 2014

La línea





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Tiempo


Stephen Hawking afirma que el Tiempo es unidireccional. Que el tiempo no puede retroceder. Por eso físicamente no son posibles los viajes al pasado.

Del tiempo es difícil llegar a una definición. Sabemos de el, conocemos de el, pero cuando queremos explicarlo, allí nos faltan las palabras.

Hace poco más de un año me enseñaron un conocimiento que yo diría tiene características de astro-física, de cromodinámica, de trisección del ángulo recto usando escuadra y compás, de cuadratura del círculo, en fin, digamos de Teoría de Campos Electromagnéticos.

Me enseñaron que: "Cuando el tiempo no me alcanza, pues me lo invento"

Allí donde no pueden llegan las matemáticas o la física, hace su aparición la poesía.







(FIN)

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jueves, 20 de noviembre de 2014

Nada


Yo en una esquina de transitada avenida, esperaba a un amigo para ir juntos de visita a una fábrica de baterías. Estaba sentado bajo un cobertizo, que era el paradero para los buses. El cielo anunciaba un fuerte sol.

Avanzaban los minutos. Avanzaban los buses.

Una combi dio un frenazo. Alguien bajó. Arrancó la máquina, y al mismo tiempo caía del vehículo una gruesa camisa color acero, un cuaderno y un lapicero.

Pasó un perro, olisqueó la camisa. Alzó la pata y dejó su marca. Una motocicleta en rápida carrera cruzó la vía y pisó el cuaderno. Un camión con lento caminar y rengo motor provocó un torbellino, las hojas del cuaderno se abrieron y dejaron volar unas pequeños recortes de papel, estos se mantuvieron flotando y luego cayeron junto a la camisa.

Un triciclero se acercó. Cogió la camisa, la observó, hizo ademán de probársela y la lanzó a una cesta. Luego levantó el lapicero y partió.

Pasaban los autos, pasaban los buses. Pasaban los minutos. Los recortes de papel volaban y se esparcían, cada vez eran menos, el viento se los llevaba. Pasó un cartonero, se apoderó del cuaderno. Solo restaban sobre el pavimento unos tres pequeños recortes. Otra combi dio cuenta de ellos. Paró, luego escuché: ¡llevan!, partió y los papelitos recorte partieron, flotaron y el viento se los llevó.

Ya no quedaba nada sobre el pavimento. Solo hubo un testigo: Yo.






(Fin)

Autor: Carlos Torres

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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Jugando a la Paz


Tuve la oportunidad de ver en una presentación de teatro de calle donde dos actores plantean un juego: Quien dice del otro las palabras mas hirientes. Entonces comienza el juego.
Uno dice: "Amigo", y el otro se queda sin respuesta. No estaba preparado para una expresión así. El otro vuelve a plantear las reglas del juego y nuevamente a empezar.

-Bondadoso.
-Eso no. Así no es el juego. Otra vez.
-Compañero

Se acabó el juego.

Ensayaron otro entretenimiento. Consistió en poner un pedacito de pan en el piso. Quien actuaba de segundo personaje dice: Nos alejamos y a la carrera partimos hacia el pan. El que llega primero se lo come todo.

Arranca el juego. El que no sabía decir palabras hirientes llega primero, recoge el pancito, lo parte en dos e invita la porción al compañero. Este le dice: Así no, el juego es de competencia.

Yo miraba el teatro callejero y me recordaba de Camucha a quien conocí en la Parroquia del Agustino. Una tarde nos habían citado a las 4, estando allí nos dijeron que la actividad comenzaría a las 5. ¿Qué hacer en una hora?. Camucha dijo: jugar.

Todos estuvimos de acuerdo: Camucha, propón tu el juego
Ella dijo: Juguemos a la Paz.

Todos nos quedamos mirando. No sabíamos ese juego. Conocíamos "a la guerra", pero "no a la Paz". Claro como nadie juega a la Paz, pues no se sabe como jugarlo.

Yo, ya muy mayor, mirando el teatro callejero había aprendido dos maneras de jugar a la PAZ, y la verdad les puedo asegurar que es muy entretenido.






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(FIN)

martes, 18 de noviembre de 2014

Oceanografía


“Y se procede a detectar los bancos de peces y verificar por el tamaño de la especie si están aptos para la pesca. Para esto contamos con la ayuda de un sistema satelital el cual va rastreando…”

Era la voz de una señorita quien me daba orientaciones sobre el trabajo de pesca satelital.

Yo la escuchaba y en ese momento se apagaron todos los sonidos. Las voces callaron. Los parlantes se silenciaron. Los visitantes interrumpieron su conversa. El aleteo de el abanico de un ventilador dejó de zumbar.

“…los cardúmenes de población marina. Así se logra una pesca racional”

Yo escuchaba y mirando a sus ojos, me imaginaba el azul del mar. El celeste de las nubes. El amarillo del sol. La frescura del oleaje.

Hace tres años por primera vez vi el universo en la Feria de las Ciencias. Mirándole a los ojos, entendí: la Teoría de las Supercuerdas, los postulados de la Mecánica Cuántica y la expresión matemática de los Agujeros Gusano del Cosmos.





(FIN)

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viernes, 14 de noviembre de 2014

Eternidad


Era junio. Todavía lo tengo en la memoria. 
Era un domingo. Yo lo recuerdo.
No hacía frío, pero tampoco calor.
Eran las 9 de la mañana. Lo vi en el reloj de la catedral.
Algunos vehículos transitaban por las calles.
Mucha gente en la plaza.
En eso, sonó un pitazo.
Todo se volvió silencio.
Los carros detuvieron su andar.
Las personas pararon su hablar.
Un hombre por la plaza pasaba.
Llevaba un sombrero en la mano, y
cientos de palomas le seguían
dio la vuelta a la plaza
las palomas tras él.
Se fue por el jirón Carabaya, las palomas con él.
La plaza quedó vacía de palomas,
quedó vacía del hombre también.
Los autos andaron de nuevo.
Las personas renovaron su hablar.
Nuevamente el ruido ganó la calle.
Yo parado en una esquina,
seguía en mi instante de eternidad.







(FIN)

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jueves, 13 de noviembre de 2014

Sapo feliz


Tengo un sapo que está feliz. Es el sapo soñador del relato de Javier Villafañe y ahora luce más contento ya que le cayó de regalo un plantoncito. 
He visto que se ha pasado toda la tarde haciéndole compañía al ser vegetal. El sapo me ha dicho que muy pronto crecerá y será un gran matorral de rojos y verdes. 
Me guiñó un ojo mi amigo el batracio y me encargó que no me olvidara de echarle aguita de riego a su nuevo vecino. Me recomienda que lo haga interdiario para que la plantita luzca lozana y saludable. 

Que buen sapo es mi sapo.








Soy Narrador y Cuentacuentos. Para funciones y presentaciones, contactarme al fono 996583864, o escribir a: ctorres1000@yahoo.es

miércoles, 12 de noviembre de 2014

MIL GRULLAS




(Cuento de: Elsa Bonerman)

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo, como todos los chicos. Porque también ellos eran nuevos en el mundo como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien que era lo que estaba pasando.

Desde que ambos recordaban sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y compartiendo también el miedo que cada anochecer inundaba las reuniones familiares que ocurrían en torno a lo que emitía la radio. Noticias que hablaban de luchas y muerte por todas partes. Sin embargo Naomi y Toshiro, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.¡Ah…y también se estaban descubriendo uno al otro!

Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela. Suponían que sus miradas trazaban un camino y nadie más que ellos podían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos. Apenas intercambiaban algunas frases, ya que el afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban acostumbrados al silencio…

Naomi sabía que quería a ese delgado muchacho, que más de una vez se quedaba sin almorzar para darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa. 

-No tengo hambre-le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía. 

-Te dejo mi vianda - y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.

Naomi poblaba el corazón de Toshiro. Ella se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. El tenía ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella, pero ese futuro aun quedaba lejos.

El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llego puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares. Otras veces siempre esperaban las soleadas mañanas del verano, pero ese año su llegada los ensombreció a los dos. Ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba dejar de verse durante un inacabable mes y medio.

A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían, entonces ni siquiera tenían la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.

Acabó junio y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque. Se fue julio y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque, y ¡por fin llegó agosto!, pensaron los dos al mismo tiempo.

Fue justamente el primero de agosto cuando Toshiro viajó, junto con sus padres hacia la aldea de Miyashima, iban a pasar allí una semana visitando a los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local. Es que ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra -decía el abuelo.-

Todo acaba algún día –comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro se sentía que la paz debería ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se refería al fin de la guerra, tal como a el se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi.

¿Y Naomi?

El primer día de agosto despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba, sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor, solo un desierto helado y ella atravesándolo. Abandonó el tatami, se deslizo de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. 

¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozo las mejillas. Ella le devolvió un suspiro.

El dos y tres de agosto escribió trabajosamente sus dos primeros haikus.

Lento se apaga
El verano.
Enciendo lámparas y sonrisas.

Pronto
Florecerán los crisantemos.
Espera,
Corazón.


Después, convirtió en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros y los libraba de la curiosidad de sus hermanos.

El cuatro y cinco de agosto se los pasó ayudando a su madre y a las tías. ¡Era tanta la ropa para remendar! Sin embargo esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburrido para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar un deseo para que este se cumpliese. La aguja iba y venía, laboriosa. Así terminó el pantalón de su hermano menor, con el deseo de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y arreglando los puños de la camisa de papá, pidió que Toshiro no la olvidara nunca. Y los dos deseos se cumplieron. Pero el mundo tenía sus propios planes. 

Ocho de la mañana del seis de agosto. Naomi se ajusta el obi de su kimono y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?

“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?

En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima. En el avión hombres blancos pulsan botones y una bomba atómica surca por primera vez el cielo, el cielo de Hiroshima.

Un repentino resplandor extrañamente ilumina la cuidad. En ella, una mamá amanta a su hijo por última vez. Dos viejos trenzan bambúes por última vez. Una docena de chicos canturrea: “Donguri Koro Koro- Donguri Ko…” por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez. Miles de hombres piensan por última vez. Naomi sale para hacer unos mandados.

Silenciosa explota la bomba. Hierven de repente las aguas del río, y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegraron en esa mañana. Con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales.

Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo ni abrir nuevamente la puerta de su casa ni tomar ningún camino requerido. Nadie será ya quien era. Hiroshima arrasada por un hongo atómico. Hiroshima es el sol ese seis de agosto de 1945, un sol estallando.

Recién en diciembre logró Toshiro averiguar donde estaba Naomi, y ¡aún estaba viva!

Ella y su familia al igual que otros miles de sobrevivientes fueron internados en el hospital ubicado en la localidad próxima a Hiroshima. Habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en su misma sangre. Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana. El invierno se insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabia si era el frío exterior o sus pensamientos lo que le hacia tiritar.

Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura. Sobre la mesita de luz, se veían unas cuantas grullas de papel desparramadas.

-Voy a morirme, Toshiro. -susurró, no bien sus amigo se paró en silencio al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que hacen falta. Mil grullas, o Semba-Tsuru, como se dice en japonés. 

Con el corazón encogido Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sólo veinte. Después las juntó cuidadosamente en un bolsillo de su chaqueta.

-Te vas a curar, Naomi- le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya, se había quedado dormida. El muchacho salió del hospital bebiéndose sus lágrimas. Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa estaban temporalmente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que hasta ese día, había habido allí. Hojas de diarios, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era de noche para preguntar. Todos los mayores se durmieron sorprendidos.

En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas. Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.

Llevaba la tijera oculta entre sus ropas. En el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía. El muchacho se encontraba pasando hilos a través de la silueta de papel. Separó grupos de diez frágiles grullas y las aprestó para que imitaran el vuelo suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra. Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de su primo. No había tiempo perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.

-Prohibidas las visitas a esta hora- le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga. Toshiro insistió -sólo quiero colgar estas grullas sobre sus lecho. Por favor.

Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso se hizo a un lado y le permitió que entrara -pero cinco minutos, ¿eh?

Naomi dormía. Tratando de no hacer el mínimo ruido Toshiro puso una silla sobre la mesa de luz, luego subió. Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielo raso, y en un rato estaban las mil grullas pendiendo del techo, los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres.

Fue al bajarse de su improvisada escalera que advirtió que Naomi los estaba observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.

-Son hermosas, Toshi-Chan gracias 

-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas -y el muchacho abandonó la sala sin darse cuenta.

En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera dejó colar al entreabrir por unos instantes la ventana. Los ojos de Naomi seguían sonriendo.

La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre?

Febrero de 1976. Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de la sucursal de un banco establecido en Londres. Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar. Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo. Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular. Grullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes.

Grullas y más grullas.

Y los empleados comentan divertidos, que el gerente debe creer en aquella superstición japonesa.

-Algún día completara las mil -cuchicheaban entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?

Ninguno sospecha siquiera la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida Hiroshima de su niñez, con su perdido amor primero.

(FIN)

Extraído de: No somos irrompibles, doce cuentos de chicos enamorados.

La imagen de los crisantemos es del BLOG: carolinagarden.wordpress.com


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