domingo, 30 de junio de 2013

El Hombre Frente al Televisor



Era un hombre que luego de su jornada de trabajo, llegaba a casa, se sentaba en un sillón y encendía el televisor.

Se pasaba horas frente a la pantalla. Sonreía, reía y hasta soltaba carcajadas. Disfrutaba mirando el televisor.

Una noche, su esposa se acercó al tv. Vio que el aparato estaba desenchufado. No obstante él, siempre miraba la pantalla y reía. Era feliz.

Ella, decidió conectar el enchufe a la corriente. Se hizo la luz. Él sentado frente a la pantalla, dejó de reír. Ahora miraba el televisor, con el seño fruncido, con desánimo y con aburrimiento.


Imagen de: Humor Libre de Calaoi. Editorial Nueva Senda, año 1972

sábado, 29 de junio de 2013

Cuentos

Microrelatos


Un perro me miró, y lo miré también. Largo rato estuvimos así. Perdiendo tiempo. El perro mirador, movió la cola. Yo había ganado un amigo.
(FIN)







Santiago toca el pututu. Anuncia a las estrellas que el Fiteca llegó. Mónica da click y detiene el tiempo por una eternidad.
(FIN)






Era una asidua lectora de bus. Le hablé. Conversamos de novelas y cuentos. La ruta la sentí corta. Ella bajó. Yo me quedé con los recuerdos (FIN)






Saludos amigos

viernes, 28 de junio de 2013

Selmira y la Patarashca


Por Chacho D’Acevedo








Un día me jui al mercado de Belén, tenía antojo de comer una patarashca de palometa con su cajué con leche. Doña Matuca estaba con su ayudanta (nuevecita). Era una huambra medio mutishca; apenas la vi, como que me gustó; me quedé mirándola por un buen rato; ella no me daba bola; pero yo sabía que ya se había dado cuenta, porque como dos veces peló su ñahui… medio coquetona era. Tenía puesto un shorcito de flores rosadas y una blusita color desteñido que le hacía juego; y no digo más lo que pasaba por mi mente en esos momentos, solo para no parecerles que soy un malcriado. Doña Matuca se hacía la sonsa, pero esa doña de sonsa no tiene dada. “¿Qué ya vas ordenar, joven?”, me preguntó doña Matuquita, porque yo siempre la llamo así, con cariño, porque dizque yo soy su cliente favorito. Bah, eso seguro les dice a toditos, solo para que le compren su mercadería. “Dame una palometa envuelta en hoja”, le dije, “y un cajué con leche”. Luego me quedé mirando a la ayudanta, que se había puesto a asar el plátano y el maduro en una tushpa de carbón. La huambra estaba que sudaba por su cara y por su pecho; lindo le quedaba lo que sudaba; cada vez me gustaba más. En un momento, en que volteó hacia mí, aproveché para armarle charla, y le pregunté: “¿Qué estás haciendo…? (inmediatamente me sentí tonto); “¿qué ya pues crees?”, me respondió con sorna, ¿acaso eres chejo? Doña Matuca estaba atendiendo a otro de sus clientes “favoritos”, pero su oreja estaba parada. Me sentí tonto, pero me seguía gustando. Había notado que tenía un cuerpito bien bonito y que usaba una chinela roja, que hacia juego con las flores de su shorcito. “¿Cómo te llamas?, le pregunté ya con más aplomo; “Selmira”, me contestó, y yo (medio shegue) le respondí preguntando: “¿Selmira?”; “sí”, me dijo con una sonrisa que no tenía nada que envidiar a las artistas de la tele, “Selmira, pero no sel-toca”, y terminó con un par de ja-jases que lograron hacerme olvidar el antojo de pescado.


En el banco habían tres clientes más; una pareja de esposos y un hombre demasiado viejo para interesarle el shorcito de Selmira; en cuanto a la pareja, la esposa parecía tener bien controlado al marido; que solo tenía (obligado) ojos para el plato de timbuchi que había pedido la esposa para él. Para ese momento, Selmirita ya era una “modelo” paseando por la pasarela de un desfile de bellezas organizada por el colegio Sagrado Corazón, y para cuando ya éramos amigos, mi pescado, ya frío, estaba por la mitad, el inguiri engarrotado y el cajué seguramente helado. Yo Había dejado de comer. “¿No te ha gustado mi pescado?”, me preguntó doña Matuca, con un tono que no supe si era de burla o de reproche. “Estaba rico”, le contesté, “pero medio que ya se me jue el hambre”. Doña Matuca siguió atendiendo a sus clientes, Selmira seguía encargada de la tushpa y sirviendo los platos. Por momentos, Selmira se secaba el sudor con un trapo de cocina. Yo ya estaba convencido de que me había enamorado. “¿Cuántos años tienes?”, le pregunté, y ella me respondió: “¿para qué ya pues quieres saber?”; “tengo curiosidad”, le dije; “bah, mirándome nomás estás, ¿di?, ni siquiera has terminado tu pescado. No te voy a decir…”, me contestó con una sonrisa que me pareció una invitación al cine. “¡Te invito al cine!”, me mandé de hacha; y al parecer lo hice en voz muy alta, porque doña Matuca y los ahora cinco clientes (hasta el marido pisado) levantaron la cabeza como si fueran un coro de mitras. Me quedé callado (medio avergonzado), esperando una respuesta que llegó un rato después (que a mí me pareció un eternidad); “tengo enamorado”, me dijo. El “coro de mitras” se deshizo y cada uno de ellos volvió a su plato. Yo quedé mudo; toda mi fantasía juvenil se vino abajo. Ya me había hecho a la idea que Selmira era una virgen vestal que los dioses me habían puesto delante para probar mi hombría.


Me puse a comer el resto de la palometa, el inguiri engarrotado y el cajué helado, callado, como en castigo de idiota. Pensaba que esta situación era tan tonta como la vez en que me declaré por carta a una chica que había conocido en Requena, mientras visitaba unos parientes; no me había atrevido a declararle, cara a cara, que quería ser su enamorado. Aquella carta había recorrido por todo el pueblo, de tal manera que cuando al siguiente año regresé de visita, todo el mundo hizo mofa de mí. 


Terminé de comer y le pagué a doña Matuca lo que había consumido; cuando me recibió el dinero, me pareció ver una cara de “tecompadezcohijito”, dibujado en su rostro. “La próxima vez ven con más hambre”, me dijo, “el pescado estará calientito”, luego siguió atendiendo a los nuevos clientes.


Justo al pararme y cuando me disponía a caminar hacia mi casa, Selmira se acercó llamándome: “Joven, joven… no me has dicho cómo te llamas”, “me llamo Chacho”, le dije (y no pude decir más). “Mira”, continuó, alargándome su brazo y entregándome algo envuelto en hoja de bijao, “toma esta bolita de tacacho que te he hecho; te va a gustar”, luego, con una hermosa sonrisa dibujada en su rostro, agregó: “regresa el otro domingo, creo que voy a terminar con mi enamorado”.


Saludos amigos

jueves, 27 de junio de 2013

La Niña Que Vendió el Sol

The Little Girl Who Sold The Sun

Derechos Humanos del Niño: 20 años



Sili Laam observa los enormes aviones que aterrizan en la pista del aeropuerto. Su aldea rural es estremecida por el ruido de los motores de los jet, pero también por el rumor de los autos y de los camiones que corren por la autopista que lleva a la capital Dakar (Senegal).


Silli, pequeña poliomelítica de 12 años, no parece sentir el cansancio de su lento caminar con las muletas. Quiere ir a Dakar en busca de trabajo. "Pero a Dakar no puedo entrar con mi carrito", se justifica el chico al que la niña ha pedido una jaladita. " ¡Vamos, vamos!", dice la muchahcha, levantando su muleta como si fuera un bastón de mando.

La capital se presenta a la chiquilla con el ruido de los variopintos mercaderes, los gritos de los canillitas, el canto monótono de la vieja abuela ciega que recita los versos del Corán, los gritos de una mujer acusada de haber robado y la estruendosa música que por unas monedas toca en una grabadora un chico minusválido. Se trata de una humanidad pobre en plena lucha por la sobrevivencia, donde rige la ley del "sálvese quien pueda". La situación es tal que ni siquiera las piernas deformes de una muchacha poliomelítica logran suscitar compasión o dulzura.

"¡Vamos!", parece decirle Sili a sus muletas mientras sortea los charcos de la calle de periferia donde tiene su sede la redacción del periódico Soleil (El Sol). "Quiero vender El Sol", dice con decisión la pequeña al hombre encargado de las ventas. "No importa sino soy un chico; las niñas saben hacer todo lo que hacen los chicos". La niña firma un recibo por trece ejemplares del periódico que deposita en una bolsa, para luego irse por las calles de Dakar a gritar: "Soleil, Soleil", tratando de ganar a los otros canillitas que gritan anunciando el diario de la competencia: "Sud, Sud".

De repente, la pequeña vendedora se encuentra por casualidad frente a un negocio del centro. El dueño sale, le compra los trece ejemplares y le da un billete de diez mil francos africanos. Una verdadera fortuna para Sili, quien empieza ya a pensar como gastar sus ganancias: una sombrilla protegería de los inclementes rayos del sol a la abuela ciega, bebidas y canciones apara celebrar una fiesta con sus amigas, y muchas monedas para distribuir entre los pobres que piden limosna por las calles.

Pero como se sabe , a menudo los golpes de suerte de los pobres se transforman en desgracias. Cuando la niña se dispone a cambiar el billete, es acusada por un policía de haber robado el dinero. Ella no se atemoriza y desafía al policía diciendo que lo quiere acompañar a la comisaría. "Vamos, vamos" repite con insistencia al hombre. Afortunadamente, en la comisaría encuentra a un oficial gigantesco que escucha con atención sus razonamientos y le hace justicia a fondo.

Babou Seck, joven voceador del periódico el Sud, es un apasionado lector de libros. Es, además el mejor amigo de Sili en la gran Dakar. Y es también quien la defiende de las humillaciones y de las amenazas inflingidas por los otros pequeños vendedores de periódicos. Es él quien, sin pensarlo dos veces, se lanza a las aguas del puerto para recuperar la muleta que sus enemigos arrojan al mar.


Sili paga esas atenciones narrando al chico las historias que ella ha oido narrar a la abuela. Se tratan de historias y canciones que hablan de amistad, solidaridad y valor, en que los pobres y los últimos dan prueba de saber afrontar con la sonrisa en los labios los duros momentos de la vida.


Cuando una espesa tormenta está por caer en la ciudad y la banda de los pequeños delincuentes le quita una vez más la muleta, su amigo se desanima y pregunta mientras observa a la chica tendida en las piedras del puerto: ¿Que hacemos? ¿Huimos? Ella responde: "Continuamos". La vida de los dos vendedores de periódico continúa. Babou se echa a las espaldas a Sili y se transforma, como por arte de magia, en su "muleta humana". La chica se deja llevar suavemente por el amigo, al tiempo que hojea el libro que el chiquillo lee en los momentos libres de su trabajo. Ambos se pierden en el cálido color del sol que invade todo y crea historias increibles como ésta.

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Hola amigos baterilleros. Inicié este post con el relato sobre Sili Laam, niña que se dedica a la venta de diarios en Dakar, Senegal. Este artículo lo leí en la revista: "Misión Sin Fronteras" de mayo año 2000. Hoy me vino a la memoria este artículo.

El relato es el argumento de una película: "La Niña Que Vendió al Sol" o "La Petite Vendeuse de Soleil". Film africano del fallecido director Dgibril Diop Mambety. En la cinta (subtitulada en Inglés), la niña recibe trece periódicos, los cuales se compromete a vender, firma una nota poniendo como rúbrica, el dibujo de un sol. Aquí la escena:





 


Como les decía amigos, este post era por la Convención Sobre los Derechos del Niño, pero se invirtió y tocó la temática de una película, donde la protagonista era una niña y eso también es bueno.

Saludos

miércoles, 26 de junio de 2013

El Perú es un país que no lee


... y que de lo poco que llega a leer, pues no entiende.

 
 
La anterior es una frase que estamos escuchando muy a menudo. Felizmente, desde el 2007, los colegios, vienen implementando lo que se conoce como: El Plan Lector.

Y es que somos un país, dicen las estadísticas, con muy bajo nivel de lectoría. Lo que como uno de sus reflejos es que los estudiantes no entienden lo que leen.

Yo anotaría un problema más: Uno al leer, no solo debe entender lo que lee, sino que adicionalmente, debemos tener la capacidad de interpretar, lo que el autor del mensaje nos quiso transmitir.

Subí a una "custer" que tenía un cartel ubicado en el frontis del vehículo: Lima-Zapallal. Yo me dirigía del Callao a Los Olivos. Pagué mi pasaje. Mas de un pasajero entregaba el importe de su boleto y decía: Zapallal. El cobrador les decía, no voy al Zapallal. Metí mi cuchara y le afirmé al cobrador: "Pero tu tienes un cartel que dice Zapallal".
 
Entonces no solamente hay que saber leer, sino que hay que interpretar lo que se lee, según la voluntad o  conveniencia de quien muestra un cartel por ejemplo.

Será que lo de la "custer", es lo mismo que muchos políticos nos manifiestan en las entrevistas de radio y TV. Que lo que uno escuchó de ellos, no es lo que ellos pronunciaron o dijeron. Que, en realidad, lo que ocurrió es que se malinterpretó su declaración.

Amigo lector, seguro que usted ha tenido mas de una experiencia como la relatada en este post, ojalá se anime a escribirlas y compartirlas como comentarios a esta entrada.
 

Imagen de Hipertexto Info: del lector al usuario.


Gracias amigos lectores

domingo, 23 de junio de 2013

Comic Peruano: AVANZADA


De niño, luego de las clases de catecismo, nos prestaban en la parroquia, unas revistas con las aventuras de tres personajes oriundos de la patria: Coco, Vicuñin y Tacachito. A ellos, les acompañaban un loro llamado Flori y un perrito de nombre Sulky.

Portada de la Edición 1 de Junio 1953


La revista traía también información sobre temas de geografía, historia y ciencias, todos los artículos iban acompañados de abundante ilustración. La revista tenía el nombre de: Avanzada.



Revista Avanzada. Año 1953. Número 1.

Avanzada, comenzó a editarse en 1953. El número 1, fue publicado en junio de ese año. El director de la publicación era el padre Ricardo Durand Flores SJ, quien después llegó a ser Obispo de El Callao. La redacción era responsabilidad de Ricardo E. Florez  y de V. R. Hidalgo Morey.  Las ilustraciones, estaban a cargo de: Hernan Bartra y Rubén Osorio. El precio del ejemplar suelto era de S/. 1.60. La revista en la portada tenía el mensaje: Publicación Nacional, al Servicio de un Ideal. Avanzada, era también el órgano de difusión de la CEM: Cruzada Estudiantil Misional.

El padre Durand SJ a manera de presentación editorial, escribe:
Avanzada...

Es la hueste denodada, que va delante del ejército. Es la compañía que lo arrisesga todo ante lo desconocido. Es el destacamento, que recibe los primeros golpes del enemigo.
En las "avanzadas" siempre hay valentía, entrega, heroísmo, saturados de sana alegría y temperado dominio de quien conoce un ideal. Los misioneros pertenecen a la AVANZADA de la "vanguardia". Nosotros los de la CEM debemos pertenecer a la AVANZADA de la retaguardia.
Por eso, este órgano de la CEM, te entrega páginas sanas, alegres, heroicas, formativas. Unas te incitarán a formar tu carácter, tu personalidad, abriendo ante tu vida horizontes, no de fantásticas quimeras, sino de realizable ideal...

En Avanzada, se leían las aventuras del padre Lafuente, de Billy Kid, del Capitán Leiker etc. Lo que me llama la atención, es que por esos años, se publicara una revista comic con tal profusión de colores. Recuerdo que en los años de 1980, al desaparecer la mejicana Editorial Novaro, llegaron a nuestro país comics desde Colombia. Su presentación era de menor calidad a las de Novaro, y ni que decir con las de Avanzada. Este comic peruano marcó época, y a los que tuvimos ocasión de leerla, pues nos crea cierta nostalgia el reencuentro con ella.


Revista Avanzada. Año 1953. Número 1.


Y es que eran otros tiempos. Eran los años en que por las avenidas de Lima, circulaba el tranvía, con su ruta preferencial y exclusiva, amén del uso de tarjetas boleto, que se compraban por adelantado y las verificaba durante el viaje un inspector que portaba un pequeño alicate "hace hueco". Han pasado tantos años, para llegar ahora a un sistema de transporte llamado Metropolitano, el cual también usa el principio de la vía exclusiva y el expendio de boletos por anticipado con uso de tarjeta electrónica... al final, lo mismo... nada nuevo bajo el sol.


Revista Avanzada. Año 1953. Número 1.


Tiempos, en los que las playas que rodeaban a la capital, eran efectivamente "Costa Verde", ya que todo el acantilado verdeaba con sus hojarasca y además proveía de agua a los veraneantes. Una agua cristalina y que se podía beber. Después del baño en el mar, uno iba corriendo a los chorros de agua, para lavarse la sal marina. Hoy, ya no están esos chorrillos. ¿Adonde se habrán ido?


Reproducción en la revista, sobre comentarios de los diarios de la época.


Eran las épocas del televisor en Blanco y Negro, que al encenderlo, había que esperar unos minutos a que se calienten sus tubos internos. Los canales, nos dejaban disfrutar de programas culturales y también entretenidos. Había abundante producción local, que sin necesidad de llegar a lo procaz, mantenía una elevado rating. Ni que decir de la radio, donde los locutores no gritaban a sus radio-escuchas. Existían emisoras para todos los gustos. Música instrumental, música criolla, programas de concurso, informativos, radio-novelas etc. Tampoco había necesidad de publicaciones amarillas, como los diarios coloridos con titulares agresivos y fotografias espeluznantes... definitivamente, otros tiempos.


Saludos amigos.

sábado, 22 de junio de 2013

Una Pena Pequeña



Hablaba por teléfono con un baterilleril amigo. Esta vez, no conversábamos de voltios o Amperioshora, ni tampoco sobre poderes de arranque o de baterías cruzadas. En fin, no hablábamos de energía electroquímica acumulada. Hablábamos de la vida y de los recovecos y entuertos que a veces te juega. 

El amigo, andaba bastante preocupado. No es que tuviera un problema serio que le aquejara, demandándole inmediata solución. Es que el espíritu humano, a veces como que se enflaquece y la tristeza pues, pretende ganarle. 

Los sentimientos negativos, nos van a salir al encuentro siempre. Debemos aceptarlos, abrazarlos y afrontarlos para poder salir airosos. Fácil se dirá es escribirlo. Si fácil es escribirlo, pero el reto es ese: afrontarlos.

Al amigo, le conté la siguiente historia, que es una historieta ilustrada de Caloi, un caricaturista argentino, quien ahora está ya en el Mundo Espiritual. Aquí el relato:


 
Imagen del blog: Eva Porus




Una tarde de domingo de un mes de agosto, iba yo por la calle. No llevaba prisa en mi andar. De pronto, decidí sentarme en el sardinel de la vereda. Puse los pies sobre la pista, y comencé a mirar el circular de los autos. En eso una pena pequeña se acomodó a mi lado, y allí se quedó quietecita. De vez en cuando me miraba, como queriendo meterse dentro de mí.

Me buscó conversación. Me decía que ella estaba conmigo. Me pidió que le dé posada en un rincón de mi mano, o que tal vez me anime y le de abrigo con mi bufanda.

Antes de que ella me convenciera, la pisé. Es que a las penas, conviene matarlas, cuando son chiquitas.

(FIN)

 Saludos amigos.

Carlos el baterillero

viernes, 21 de junio de 2013

Mi Unicornio Azul




El mismísimo Silvio Rodríguez, desentrañó el misterio de la inspiración de su composición: Mi Unicornio Azul, en un texto del año 1982:


A propósito quiero acusar públicamente el recibo de una noticia sumamente legítima. Todo empezó por un amigo muy querido que tuve, un salvadoreño llamado Roque Dalton, quien además de haber sido un magnífico poeta fue un gran revolucionario, compromiso que le hizo perder la vida cuando era combatiente clandestino. El caso es que Roque tuvo varios hijos; entre ellos Roquito -el que hace tiempo se encuentra prisionero y del que no se sabe suerte-, y Juan José, que jovencito y delgado como es fue guerrillero, herido y capturado y torturado. A este último fue a quien encontré hace poco y me contó que allá, en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un caballito azul con un cuerno.
Quiero agradecer la ternura, el sostén y la esperanza de todos los que, en los últimos tiempos, han procurado ayudarme en la búsqueda de lo extraviado. Pero ahora les anuncio que casi casi estoy tranquilo, y que, si lo desean, ya pueden parar de enviar noticias. Porque al fin sé en qué parajes pasta mi unicornio, y porque en prados semejantes ningún amor está perdido.

La Habana, abril de 1982.

Eso es todo Amigos. Luego le siguieron preguntando y Silvio insistía que Juan José Daltón, hijo de Roque, le había asegurado que había visto al unicornio azul en las montañas de El Salvador.



Nota. El texto es una contribución de mi amigo Orlando.

Saludos amigos

Carlos el baterillero

jueves, 20 de junio de 2013

Sueños



 
Imagen del blog: mari mirada interna, Descubre la riqueza de tu ser
 
 

Alguien mientras dormía, disfrutaba del soñar. Siempre tenía un mismo sueño: Soñaba que estaba durmiendo.  Así que para despertarse, primero lo hacía en su sueño y luego se despertaba ya en su totalidad. Le gustaba ese ejercicio.
 
El soñador fue ganando más práctica en su actividad, así que una vez, mientras dormía soñaba que estaba durmiendo y en ese segundo sueño, también estaba soñando que dormía. Para despertarse, lo hacía en su segundo sueño, luego en el primero y finalmente en la realidad.
 
Fueron pasando los días y gustó tanto de su actividad, que la llevaba hasta seis e incluso siete escalones. Para despertarse, lo hacía primero en su séptimo sueño, luego en el sexto y así hasta llegar a la realidad.
 
Pero una vez, fueron tantos los niveles de sueño usados, que para despertarse comenzó la larga secuencia de des ensueños, hasta que perdió la cuenta y se pasó al otro lado de la realidad, y no consiguió despertarse en lucidez. Mientras estaba dormido, perdido en sus niveles, intentaba hacer el camino inverso, pero igual, ya no pudo volver a la realidad y se quedó así, perdido entre sus sueños.
 
 
(Esta es una historia, que García Márquez confiesa que no publicó. El sentía que la trama, era muy corta para llegar a ser un relato completo).

martes, 18 de junio de 2013

Chistes, Historietas, Comic, TBO




Hola amigos. De niño gustaba de leer revistas graficadas, llamadas: Chistes... así les decíamos. Ya de mayor, me entero que esos "chistes" tienen el nombre de Historietas...  o sea, que no llegan a la altura de las historias ¿Será por su formato de presentación? ¿Por el tema que tratan? ¿Por la rigurosidad de como es presentado el argumento?




(Grandes Viajes, MCMLXV by Organización Editorial Novaro SA Mexico, Tomo IV, Libro Comic. Año de impresión 1973)


 
De grande también me enteré, que se les conoce como: Comics. Debe ser una palabra de origen inglés. El comic, lo relaciono más con los personajes tipo superheroes. Yo era digamos "adicto" a Supermán, Linterna Verde, Red Ryder etc. En España, los Chistes recibieron el nombre de TBO o teveos. Se publicaron según wikipedia de entre 1917 hasta 1998.

El chiste, que era como llamábamos a las revistas con gráficos aquí en Perú, eran publicaciones con relatos. La temática era variada: Historia, Biografías, Descubrimientos Científicos, Viajes, Leyendas, Mitología, Vidas de Santos, Inventos y Superheroes. Los chistes, eran de aparición periódica. Unos eran mensuales y otros semanales.

Muchos chistes, venían con los dibujos a todo color. Otros en cambio, con las gráficos en color sepia (tono amarronado): "El Charrito de Oro", "Leyendas de Guanajuato". Recuerdo también unas ediciones, que tenían los dibujos en color gris. Hoy, en nuestro medio, se publican diría yo: heroícamente, historietas, tipo fanzine, que se editan con dibujos en carboncillo.
 



(Vidas ilustres. Año VI, No 67. 1 de agosto de 1960. Editorial: Ediciones Recreativas SA de Organización Editorial Novaro)

 
 
Yo, saliendo del colegio, muchas veces caminaba por las calles de Surquillo, unas quince cuadras hasta la esquina de los jirones Gonzales Prada y Dante, junto al cine Leoncio Prado. Ese era el paradero de los buses Linea 4, que se iban a Chorrillos. Esos me llevaban, así que mi disculpa era esperar el bus y mientras tanto, leía chistes por alquiler... a veces, perdía la noción del tiempo y pasaban varios buses linea 4... yo seguía sumegido en las aventuras de Krisnar, un heroe hindú, quien tenía que llegar a unos nevados al norte de la India... allí debía encontrar una cura para su mal... leí creo unos ochenta krisnares... no se en que terminó la historia... es que el año escolar acabó y ya no había excusa para esperar el bus 4 en la esquina del cine Leonico Prado... al año siguiente, cuando regresé, ya no había krisnares, no habías comics, no estaba ya el alquilador de chistes, solo quedaba el cine... hoy, ni el cine.

¿Son un arte los chistes?... yo digo que si... daban gran disfrute... eran sana diversión... uno se entrenaba en la lectura y en la narrativa, ya que se podía compartir con los amigos las historietas que se iban leyendo. También se aprendía. Yo conocí a Herodoto y su libro sobre viajes, por los chistes. Me sabía los nombres de los dioses griegos, mayas y normandos, gracias a  "Joyas de la Mitología", título de la serie de chistes que trataba esta temática. Recuerdo haber sido destacado alumno en el curso de Historia Universal... mi fuente bibliográfica, era: El Chiste.

Más de una vez, mi mamá, me llamó la atención... dedicaba yo en su opinión, mucho tiempo a la lectura de chistes. Ya de mayor, buscaba para mi mamá, algunos historietas. Leyó El Quijote, en versión de chiste. Ella me compartía sus lecturas. Me contaba, como El Quijote peleaba con los Odres de Vino y el líquido rojizo que de ellos iba saliendo, a medida que el hidalgo los atravezaba con su espada, era nada menos que la sangre de unos supuestos monstruos.




(Revista "Historias Gráficas". Edición No 4 "Ñañ Lamp y El Fabuloso Chimú Imperio de Oro". Editorial: Historias Gráficas del Perú SA, año 1966)


 
Amigos, esperaba compartir una de las historietas que guardo con mucho aprecio: "La Vida del doctor Pedro Curie", descubridor junto con su esposa la señora María Skolodowska del elemento químico del Radio. Lo dejaré para otro post. Este ya excedió en extensión, a la que tenían los chistes: trentaidos páginas, aunque habían unos en edición especial de sesentaicuatro.

Saludos... Dios vaya con Ustedes.

lunes, 17 de junio de 2013

Frases de Camión



“Estamos hechos
del aire de las palabras.
Y cuando las palabras se van,
no somos nada.”
 
Washington Delgado

(Citado por Danilo Sanchez Lihon en: 23 de abril, día del idioma)

Hola lectores de Narracentro. Disfruto el leer las frases que

los camiones o buses exhiben en su parachoques. Para mí
encierran mucho mensaje: Picardía, sabiduría, filososfía. Hay los que proclaman amor, y los hay también los que describen reto y hasta violencia.


Uno de los que mas me gusta es este:



Me voy por necesidad, regreso por amor

 
Es una lección de vida...sale a buscar el sustento del hogar y regresa...por amor.

Estaba yo en una combi, a eso de las 11 de la mañana, a la altura del mercado mayorista (La Parada), el embotellamiento de tránsito era brutal. El calor y los bocinazos volvían loco a cualquiera. En eso, por el costado izquierdo de la combi, invadiendo el carril de sentido opuesto, un microbús celeste de carrocería muy rara, como si hubiera sido construida a martillazos (era perfectamente un cubo) avanzaba como reptando entre los camiones. En el parachoques, llevaba la siguiente frase:


Si quieres ser como las águilas, no te juntes con gallinas

 
Era una de esas frases desafiantes. Achoradas quizás. Como diciendo: el que puede, puede.

El que sigue a continuación, lo leí en un bus estacionado en el limeño distrito de La Victoria:
Mas valen lágrimas de valiente, que sonrisas de cobarde

 
En la carretera Panamericana Norte, a la altura de la ciudad de Barranca, un destartalado camioncito, que sabe Dios por  que razón técnica seguía andando, llevaba esta frase: 
Yo también fui último modelo

 
Era la reflexión de un camión de la "tercera edad". De un camioncito, que andaba rengueando por las pistas... pero llegando siempre.

Por esas casualidades, llegó a mis manos un libro titulado Picardía Mejicana. Era un tratado sobre el habla popular, no precisamente el habla que llaman culta. Era el caló mejicano. El autor había recorrido pueblos, bares y fiestas e iba anotando sobre el hablar de las gentes. Excepcional este libro sobre la picardía del hablar mejicano.

En el texto hay un capítulo dedicado a las frases de camión. No entiendo el significado de muchas de las frases. Es muy mejicano. Aquí cito algunos:


Abranle piojos, que aquí les llegó el peine.

Frenos de Atole

Si estás apurado, pása por arriba

En cada hueco un AMORtiguador


Aquí otros mensajes leídos en las calles de Lima:
No me sigas. También estoy perdido.
Si estás leyendo esto, es porque estás 
muy cerca. Manten distancia. 

Lector, si sabes de frases, te agradecería las comentes.

Muchas gracias

domingo, 16 de junio de 2013

Gioconda Belli

 
En ocasiones, como que el espíritu se nos pone en off... guardando las distancias, podemos decir, que en esos momentos, necesitamos una recarga. Hoy, comparto uno de mis autoras favoritas: Gioconda Belli.

Muchas gracias amigos lectores del mundo entero. Esperaría sus comentarios.

Atentamente: Carlos el baterillero
 







SENCILLOS DESEOS

Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma

Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero, como una gran ola de ternura
deshaciéndome un ruido de caracol,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse
a la primera luz de la mañana,
o simplemente una semilla, un árbol,
un poco de hierba.

Autor: Gioconda Belli
 
Gioconda Belli, popular poetisa nicaragüense. Vivió muchos años exilada tanto en México como en Costa Rica. Es autora de: “El País Bajo mi Piel”, “De la Costilla de Eva”, etc. Actualmente, reside en los Estados Unidos.

viernes, 14 de junio de 2013

Grimanesa


Se conocieron en un parque, un jueves por la tarde, de un mes de enero. Al despedirse, él le entregó una rosa. A la semana siguiente, volvieron a coincidir. Conversaban, sonreían. Nuevamente al despedirse, él le entregó una rosa.

Y era que en ese parque había un rosal que cuidaba un jardinero municipal. 

Luego de algunas semanas, él como siempre, la esperaba. Ese día iba a declararle su amor. Ella no llegó. A la semana siguiente, tampoco apareció. Nunca más volvió. No obstante, él siempre puntual, semana a semana iba al mismo parque en la esperanza que llegara. 

Pasó mucho tiempo, y de tanto ir al parque, terminó por hacerse amigo del jardinero, y aprendió a cuidar el rosal. Ya no solo iba los jueves sino toda la semana. Al tocarle el retiro al jardinero municipal, pues él, le reemplazó.

Día a día, trabajaba con ahinco en el cuidado del rosal. Este se extendió por todo el parque. Todos se quedaban admirados de lo que el nuevo jardinero había logrado. Estaban allí La Rosa Príncipe Negro, La Rosa Alba, La Rosa de China, las de pétalos amarillos, las blancas y también las rosas rosas.

Mucha gente pedía una rosa en obsequio. No se sabe como, pero se estableció un rito: cada jueves por la tarde, a eso de las cinco, las personas acudían al parque, ya que ese día obtendrían una flor de regalo. Y así fue por muchos años.

Un día se apareció una señora, quien dijo trabajar en una casa y pedía una rosa de regalo para su patrona. Obtuvo su obsequio, y su solicitud se repitió al siguiente jueves y así por varias semanas. Alguno dijo: “si a la patrona le gustan las rosas, debería ella misma venir a pedirla”. La señora por todo comentario dijo: “Esta es la última vez que vengo. Ya no voy a trabajar en esa casa”.

Hasta que un día, apareció una señora de blanco cabello, iba en silla de ruedas, y era acompañada de una muchacha. Sucede que la joven no conocía el parque y por eso la señora de blanco cabello, le indicaba la ruta.

El jardinero la vio, y dijo su nombre: ¡Grimanesa!

Era ella, la dama de blanco cabello, era la chica a la que en otro tiempo iba a declararle su amor. Ella no acudió a la cita, debido a que ese día tuvo un accidente que la obligó a usar una silla de por vida. Luego, ya no quiso presentarse así ante él joven de la rosa.

Ahora, cada jueves, él, se acompaña de Grimanesa, para celebrar el rito del obsequio de la rosa.


domingo, 2 de junio de 2013

Automatización



Hola amigos lectores.


Un amigo, me ha hecho una crítica sobre la temática del blog. Me dice el: "Si energicentro, es un blog de tecnología y ciencia, pues debe quedarse en ese ámbito. Hay visitantes que son muy exigentes y pueden terminar abandonando la lectura del blog"

A pesar de la crítica de mi amigo, pues hoy me doy una nueva licencia en la temática sobre energía, ciencia y tecnología. Hoy hablaré del automatismo de las centrales de teléfonía.

Por motivos de trabajo, tengo que conectarme vía teléfono con diversidad de personas. El caso es que llamaba yo a una empresa, donde una amable señorita me contactaba con el anexo requerido. Daba el nombre de la persona y en el acto estaba hablando con esa persona.

Hoy esa empresa, ha instalado una Central de Telefonía Automática. Uno llama y le contesta una grabadora. La digital voz, le dice: "Gracia por llamar a ..., si sabe el anexo, márquelo ahora. Para fax, marque el número 200, para servicio técnico, marque el número 300..." y asi, continúa la grabadora. Muchas veces, digito el anexo y coincide con que el número está ocupado... debo colgar, esperar unos minutos, re-llamar y nuevamente la grabadora: "Gracias por llamar a ...". Me sentía mas cómodo cuando me respondía una voz no grabada. La calidez de la voz humana, es insuperable, así se inviertan millones de bytes en una grabación, que pretenda igualarla.

Amigo lector ¿ha tenido experiencias así?. Dicen que las centrales automáticas, son más rápidas, pero viéndolo bien: ¿A que tanta prisa?

Mientras pensaba en esa nueva Central Automática, hice memoria de un artículo de don José María Pemán, escritor español. Para mi, es uno de los mejores escritores costumbristas. No es fácil hallar sus libros aquí en Lima. Tengo dos títulos de el. Uno de ellos, es: Signo y Viento de la Hora. Es un conjunto de artículos de los años de 1950. Uno de ellos: "La Señorita de la Central", bien puede aplicarse a la experiencia que relato lineas arriba. Claro el texto habla de costuras hechas a mano y del uso de la caligrafía, como técnica para confeccionar textos... recuerden, es de 1950, época en que recién se hacía de uso masivo la máquina de escribir de teclado. El autor, habla de un "disco frio que ha venido a sustituirla"... se refiere al disco de marcar, que ahora está sustituído por los teléfonos de díagitos. Es que por esos años, para una llamada telefónica, se giraba un magneto para hablar con la central y desde allí te conectaban, con el número que requerías. Pues aquí sin mas preámbulos, va el artículo.


LA SEÑORITA DE LA CENTRAL

Al inagurarse el teléfono automático

Celebremos, en buena hora el progreso mecánico creciente cada día. Pero permítasemos deplorar la fea "impersonalidad" con que dicho progreso esfuma todas las cosas.

Las puntadas rectas y unánimes de la máquina de coser no podrán nunca equipararse a aquellas costuras minuciosas que sobre las recias sedas de ayer, parece que guardan todavía el aroma de ternura de la madre viejecita, que se esforzó en ellas hasta lagrimearle los ojos; ni el teclear rítmico de la máquina de escribir dejará nunca sobre el papel aquella nota íntima que se imprime al rasgo de la pluma. Las máquinas son terribles devoradoras del Arte. Por culpa de ellas, la costura y la caligrafía han dejado de serlo. Es triste. Ya nadie podrá ufanarse, como aquel antiguo hagiografo, de tardar día y medio en terminar una A mayúscula...

Digo todo esto a propósito de los modernos adelantos telefónicos. El teléfono automático - como todo automático -, es un paso más hacia la impersonalidad. Parece que las máquinas hijas del hombre, se van, poco a poco, declarando mayores de edad y prescindiendo de la tutela de su padre. Ya en el teléfono, desaparece y se esfuma el último vestigio humano: la voz dulce y lejana de la señorita de la Central... ¿No sentís tristeza? Ha sido nuestra amiga muchos años; hemos sostenido con ella frecuentes diálogos; nos ha servido, desde su vaga y poética indeterminación.

Y ahora, de pronto un disco frio, mecánico, impersonal, con visos de ruletilla de barquillero, viene a sustituirla. Y ella - la señorita anónima de la voz atiplada -, humilde, silenciosa, se esfuma y desaparece. No la vimos nunca; nos cruzaremos con ella por la calle y no la conoceremos. Su relación con nosotros y su desaparición ha sido algo tan tenue, tan hermoso, que bien merecería una balada sentimental.

Por aquí, por mi rincón andaluz, no ha llegado aún el teléfono automático, pero una sombra fria de automatismo ha empezado a proyectarse ya en el asunto. Un severísmo reglamento obliga a encajar en normas invariables el diálogo con la Central. Se llama; la señorita ha de contestar sécamente: "¿Número?" El abonado pronuncia una cifra, y todo termina.

No se permite el dulce placer de la divagación, por lo que el hombre según dijo Platón, es dueño y no servidor de su discurso...

Esto a Ustedes los cortesanos, les parecerá cosa sabida y vieja, pero por aquí, por nuestro rincón andaluz, expansivo y familiar, es una novedad que nos tortura y subleva. Aquí, hasta ahora, se había pedido la comunicación de un modo muy parecido a como las comadres, asomadas al corredor de la casa de vecinos, piden, de piso a piso, un cubo de agua. Se le daban los buenos días a la telefonista; se comentaba levemente el estado del tiempo o algún suceso de actualidad, y luego, al cabo de cinco minutos, se decía,
Ande usté: póngame con tal sitio; que "tengo prisa"
Pero no se crea que el sitio deseado se señalaba con el número de la lista. No; aquí somos ferozmente individualistas. Por eso aquí hay dos cosas que no se han logrado organizar munca: un orfeón o una lista de teléfonos.

Nuestra dignidad, bravía y moruna, se resiste a ser una voz más o un número más y se niega a entrar, como niños en pasillos de escuela, por el cajellón estrecho de una lista bajo una severa disciplina alfabética. No es posible ser el  "uno-cero-tres". Es una cosa innoble y degradante.

Aquí pues la comunicación se pedía de un modo familiar y pintoresco, y la Central, que era como una buena amiga familiar, nos entendía perfectamente.

Se decía: "Central con don Rafé"... Y la Central sabía que don Rafael no podía ser otro sino el médico... "Central con la casa de balcones verdes... Central con el cojo"

-Central, con Fernández...

Si la señorita no caía en el primer momento, lejos de echarnos en cara nuestra manera antirreglamentaria de reclamar sus servicios, se disculpaba, toda suave y humilde, y con su vocecita familiar decía:

-¿Fernández? No caigo. Porque hay dos. ¿El del almacén?

-Si el primo de don Antón, el cura.

-¿Ah, si! Ese de los bigotes; alto el, buen mozo, mejorando lo presente. - Y así, poco a poco, en una suave colaboración, íbamos concretando la persona de Fernández.

Es una crueldad que a estas señoritas tan dulces, tan fértiles en amables virtudes, se les aprisione en los garfios de ese terrible diálogo reglamentario y académico.

No lo digáis, para que no la riñan los inspectores: pero os diré al oído que la señorita de la Central de mi pueblo infringe, siempre que puede, sus deberes reglamentarios. Yo no la conozco, ni la he visto nunca; pero por la voz debe ser baja, de ojos entre sumisos y picarescos: Sin haberla nunca visto, soy gran amigo suyo. Antes - en los buenos tiempos anárquicos de la telefonía - sosteníamos largos diálogos. Es instruida y culta. Una vez, antes de ponerme la comunicación pedida, me habló lárgamente del retiro obrero. Además, es buena y compasiva. Cuando notaba en mi voz cierta veladura de ronquera, me preguntaba dulcemente: - ¿Está usted resfriado, don José?

Claro que este sistema familiar y poético es algo más lento que el automático y el del diálogo reglamentado. Pero ¿que importa? La bondad de la incógnita señorita, me hace sentir más humano.

En este siglo, donde todo se mecaniza y lo revuelve - ¿A que tanta prisa?

Nota: La foto del teléfono antiguo, se obtuvo de la web eutec.es. La versión del artículo: La Señorita de la central es de:  Signo y Viento de la Hora, páginas 63 a 66. Ediciones SALVAT RTV, año 1970.

Saludos