domingo, 18 de agosto de 2013

Rosas


 




Esa mañana, a Jimena la despertó un ruido como de explosión. Corrió las cortinas de su habitación y vio que la montaña Coatepeque tenía una fumarola que cual penacho adornaba su cima. Encendió la radio. El locutor vía teléfono preguntaba a un sismólogo sobre la posibilidad de una erupción. Le dijo: Doctor Estrada, descríbanos la situación en el tono más sincero posible.


Estrada confirmó la posibilidad de una erupción y que esta podría afectar seriamente los sembríos del lado sur del valle. Jimena vivía justamente al sur. Rápidamente se vistió y se fue a ver el rosal que había plantado hace un año. Retiró la planta y con cuidado la envolvió en un papel, y partió de casa. Ese fue todo su equipaje. Se decía para sí misma: En la vida, si aceptas los tiempos rosas, pues también debes aceptar los tiempos espinas.

(FIN)

miércoles, 14 de agosto de 2013

Titanic





Camila había visto la película incontables veces. Sabía que ocurriría en cada instante de la misma. Rápidamente adelantó la película para detenerse en la escena en la que Rose subía las barras de la proa del barco, y con los ojos cerrados mientras Jack la sujetaba. Era la escena del último amanecer del transatlántico Titanic. Camila se emocionaba hasta llorar, sobre todo cuando sonaba la voz de Celine. Camila soñaba con conocer a alguien como Jack y que la conquistara con esa sabiduría que él exhibía cada vez que dibujaba. En ese momento de emoción, le daba siempre por comer. Buscó en su bolso y encontró un fragancioso mango. De pronto, una voz la despertó. Le reclamaba que se apure. Que ya. Que está bien la película. Era el cliente que quería partir. Entregó sus dos soles con cincuenta céntimos y se marchó. Camila seguía con la melodía imaginariamente en su cerebro.

           (FIN)


Saludos amigos.

martes, 13 de agosto de 2013

Don Simón


 




Piero ingresó a la Biblioteca Nacional que está en la avenida Abancay. Había hecho una apuesta con el negro Acosta, mientras ambos se echaban unas cervezas en Quilca. El negro decía que Simón Bolívar tenía más de tres nombres. Eso lo aprendió en las aulas del colegio Bentín. Piero contradijo al negro: Eso es imposible. De ser cierto, se dijo Piero, yo lo sabría. La apuesta era una caja de chelas, a pagar el próximo sábado.


En recepción le dijeron a Piero que para cualquier búsqueda de información en los libros de investigación, debería tener una carta de recomendación de una institución, en la que se especifique que tipo de trabajo estaba haciendo. Piero declaró que la institución era El Averno, ubicada en la cuadra dos de jirón Quilca y el tema era sobre los nombres de Bolivar. Era muy importante que ubicara el dato, ya que él había apostado una caja de chelas. La recepcionista lo miró y le dijo: Retírese. Este es un lugar serio. ¡Siguiente!


Piero no tuvo otra opción que marcharse. Se dirigió a una cabina de Internet. El no quería usar los servicios de la rica Wiki, pero no había otra opción. El negro no iba a ganarle. Pagó sus cincuenta céntimos, gugleó Simón Bolívar y apareció el dato: Don Simón José Antonio, de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Tuvo que reconocer, que el negro sabía.


(FIN)

lunes, 12 de agosto de 2013

Celular



El abuelo estrenaba ese día nuevo equipo de telefonía. Su nieto le había obsequiado un celular de esos que llaman Smartphone, equipado con batería de litio de larga duración. Se guardó el móvil en el bolsillo de la camisa. El abuelo se quedó dormido sobre un sillón. El teléfono comenzó a sonar. No escuchó el timbrar. Pasados unos dos minutos, vuelta la llamada, y al igual que la vez anterior no hubo respuesta. Pero después vino la tercera llamada. El vejete se despertó agitado. No tenía fuerzas para moverse. Como pudo se arrastró hasta la ventana de la sala y desde allí llamó a su hija quien estaba en el jardín. El teléfono seguía timbrando. El abuelo se desvaneció. La hija lo vio, corrió y sacó el celular del bolsillo de la camisa. El abuelo, abrió los ojos. Al mismo tiempo escuchaba: Papá, te he dicho que no guardes tu móvil en el bolsillo de la camisa, ya que se puede afectar el funcionamiento de tu marcapasos. Es lo que nos advirtió el doctor.

(FIN)

sábado, 10 de agosto de 2013

Galleguitos


Gallegitos, tenía que preparar varias cartas. Era la tarea que le encomendaron en ese trabajo de mierda, según la visión que el mismo tenía de su empleo.


Le alcanzaron una vieja laptop para el menester. Se sentó en el escritorio, apuró la albondiga que compró antes de entrar a la chamba y a digitar las cartas.


Tipeaba a gran velocidad, el se miraba las uñas, vio que debía habérselas cortado ya, pero en casa se había perdido el cortauñas. Luego de dos horas de continuo tipeo, gritó: ¡Aleluya, terminé! Se puso de pie, pero no se sabe por qué, perdió el equilibrio y su codo, presionó una de las teclas. ¿Que tecla habría el accionado?, la cosa es que se borró todo el trabajo.


Cogió la laptop y la lanzó al aire, al mismo tiempo que decía: este trabajo, es una mierda. 






(FIN)

domingo, 4 de agosto de 2013

Facundo Cabral


Hace un tiempo estaba en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, en Caracas, llena de un público donde todos eran jóvenes, menos una viejecita, además, muy humilde.

Todo el mundo la veía extrañado porque era como si la Madre Teresa estuviera en un concierto de los Rolling Stones. Era muy raro. Antes de que terminara de cantar, ella se subió al escenario, y yo tuve que parar porque ella subió a saludarme y no había terminado “No soy de aquí ni soy de allá”, la última canción del concierto. Ella subió y me dijo: “Señor Cabral, perdone que le interrumpa pero le quiero dar un beso y un abrazo” Los muchachos estaban todos encantados con esa viejecita que cortaba la canción y subía a darme un abrazo ya mismo. 

Y entonces ella me dijo: “¿Sabe?, estoy tan feliz porque usted me contó un cuento hoy. Es más, mire, ¿sabe qué era lo que más me gustaba a mí cuando yo era niña?, que mis padres me contaran un cuento” 

Ya se iba y se volvió para decir: “Un día fueron a la Isla de Margarita y la barca naufragó y murieron los dos. Me quedé sin cuento, claro. Me llevaron a un asilo de monjas y yo todas las noches esperaba mi cuento, pero pobrecitas, estaban tan ocupadas, tantos niños… Pasó el tiempo y yo esperaba; siempre seguí esperando mi cuento. Yo necesitaba mi cuento y no aparecía. Me casaron con un señor que traía cosas al asilo que no sólo no me contaba cuentos, ni siquiera me hablaba; yo lo único que sabía era que cada vez que llegaba borracho íbamos a tener un hijo más” 

La viejecita hace como que se va, pero se devuelve: “… Y yo esperando mi cuento, y me quedo sola con mis niños, porque él se fue también, y los voy criando, siete hijos, me dice, como Sara, como usted contó de su madre, y ya ve que la vida se los lleva, la vida te los presta un rato, pasan por uno y se los lleva la vida. Yo sola esperando mi cuento llego a esta edad y viene usted y me cuenta un cuento, ¿cómo no lo voy a querer?”… Y me vuelve a abrazar. Los muchachos del Aula Magna, ya enloquecidos, la aplaudían. 

Fue maravilloso. Después me dice: “Esta noche aprendí para qué sirve un cuento: cuando era niña servía para que me durmiera en paz, y ahora me cuenta usted un cuento para que yo me pueda morir en paz, porque tengo un cáncer terminal.¡Que Dios lo bendiga!” En ese momento supe para qué subo al escenario. Alguien se muere en paz porque uno le contó un cuento. Ella no sabía que los dos estábamos en la misma situación…




Fuente: Blog La Placenta del Universo.
Link: http://clandestinodeactores.com/laplacenta/uno-es-lo-que-ama-facundo-cabral/

jueves, 1 de agosto de 2013

El delfín ciego



Sobre la ventana de mi casa, hay una banderola gigante, con ilustraciones sobre teatro de títeres.

Ayer a eso de las doce del medio día, tocaron a mi puerta. Era un señor que dijo llamarse Miguel. El preguntaba por el titiritero. Le dije: Aquí estoy.

“Soy compositor de música para niños” me dijo. Y conversamos largo, sobre Vallejo, Bárbara de Achile, Borges, la escritura de los Incas y también sobre los gusanos.

Me contaba que había compuesto unos diez temas musicales a favor de los delfines. Uno incluso se llamaba: El delfín ciego. En un instante, se puso a cantarlo. La melodía era negra, un landó. La historia me hizo vibrar. La cito no textual, sino lo que de memoria puedo recordar:


Este era un delfinito.
Había nacido ciego
su mamá, de la aletita lo llevaba a pasear.

Todos los delfines del barrio
se pusieron de acuerdo
para descubrir la manera
en que el delfinito, pudiera ver.

Y pasaron los años.
Los delfines peces inteligentes
hallaron la manera de que el ciego amigo viera.
Y el delfinito llegó a ver.

Aprendió a ver con los oidos.
Ahora viajaba largas distancias
y al regresar contaba a sus amigos
paisajes que el había podido ver

El había sido un delfín ciego
ahora, veía
gracias a los sonidos
que los ingenieros llaman: sonar.


La conversa continuaba. Ya al despedirse, me regaló una frase de Jorge Luis Borges: “Ya se ha dicho todo, pero no es suficiente”.

Yo puedo decir, que ayer, el arte, tocó a mi puerta.

No se si tenga mucho que ver con el relato, pero el pianista koreano Yiruma, es soberbio en la interpretación de su: El Río fluye en ti. Disfrútenlo.