miércoles, 20 de abril de 2016

EL BÚHO Y EL MURCIÉLAGO








El búho al ir en busca de alimento a la selva se encontró con que no había insectos. Estos estaban en huelga. El murciélago se ofreció atentamente a llevarlo a un lugar donde encontraría muchos insectos. Llegados al sitio, el búho pagó en moneda al murciélago; y le dijo al ver que el acompañante no se retiraba: "Señor yo no se que espera. Ya es tiempo de marcharse." Pero el murciélago le contestó:

Ahora me toca comer a mi y se lanzó a chuparle la sangre

MORALEJA: El que cree en el villano, entre sus garras perece.

Alfonso Arias Shereiber.

Tomado de: Ensayo de Fábulas Peruanas, de Alfredo Figueroa Coello. Lima 1943.

jueves, 7 de abril de 2016

La aldea del ajedrez







Marottichal es una pequeña ciudad al sur de la India que tiene una industriosa habilidad en la producción de licores. Hubo un tiempo en que la fabricación y comercio del alcohol se convirtió en la principal ocupación de la población. Lamentablemente esta estructura de vida se convirtió en adicción.

Era terrible lo que las familias de Marottichal vivían día tras día. Lo que inicialmente les permitía un sostén de vida se había vuelto en contra de su misma integridad. Tal parecía que no había solución. 

Una noche en las calles del poblado se escuchó una voz: ¡Hay una solución para los males de la ciudad!  Muchos vecinos escucharon este anuncio de esperanza. Narayan fue uno de ellos.

Narayan era un joven de 26 años quien vio en la televisión una noticia que venía de una nación muy lejana y de raro nombre para el: Islandia. Allí en ese europeo país se realizaba un campeonato mundial de ajedrez. La estrella era un jugador de los Estados Unidos: Bobby Fischer, un joven superdotado para el juego y que con su participación estaba haciendo peligrar la primacía mundial de los ajedrecistas de Rusia. Narayan decidió viajar hasta una ciudad vecina a Marottichal para aprender sobre el llamado “juego ciencia” el ajedrez, que según antiguas leyendas se había inventado en la India. 

El joven aprendió técnicas de juego y posiciones estratégicas de las fichas. Se ilustró sobre las llamadas aperturas y el doble ataque directo con los alfiles, pero sobre todo asombró a su maestro en el empleo de la llamada: “defensa siciliana”. Terminada su instrucción, regresó a su pueblo y convenció a su padre un cocinero ya retirado,  de abrir un pequeño restaurante al que le puso el extraño nombre de: El Club de Agosto. Lo que el restaurante ofrecía como novedad era lo siguiente: Aquí solo comenzamos a preparar la comida en el momento mismo que usted la ordena. No se sirve licor.

La primera mañana de funcionamiento del restaurante solo se captó a un cliente. Este usaba un turbante azul,  y una vez ubicado en una silla descubrió que sobre la superficie de la mesa había pintado un recuadro con sesenta y cuatro casilleros a dos colores: blanco y negro. Se acercó Narayan y saludó al comensal quien intrigado preguntó sobre el recuadro de la mesa, al mismo tiempo observaba las mesas vecinas y en todas estaba el recuadro de sesenta y cuatro casilleros.

Narayan le dijo: Aquí preparamos la comida a partir de lo que usted solicite, mientras esta va haciéndose, yo le invito a jugar Ajedrez conmigo. El cliente no muy convencido ordenó un plato de Biryani, acompañado de una porción de Chapati. Nariyan llevó la orden a su papá e inmediatamente regresó con un bolso de cuero de la cual extrajo fichas confeccionadas en madera. Las había de color blanco, y de color negro.

Las fichas fueron dispuestas en su respectiva ubicación en el tablero. El joven iba explicando el nombre de cada una y de las posibilidades de movimiento que tenían. Rápidamente concluyó su explicación anotando que el juego era una contienda de estrategias. Narayan en actitud de cortesía cedió al comensal el jugar con las fichas blancas.

Empezó el juego. El cliente perdió, era su debut, no obstante solicitó jugar de nuevo y esta vez con las fichas negras. Desde la cocina se oía el chasquido del fuego atacando a una sartén sobre la cual se había vertido verdura picada. Comensal y anfitrión se sumergieron en la partida. Esta vez la contienda demoró un poco más que el primer juego. Narayan volvió a ganar. El cliente pidió una tercera contienda, pero en eso una campanilla sonó. Era  el aviso de que estaba listo el almuerzo y se procedió a servirlo. El cliente disfrutaba el aldeano sabor de los Chapatis y el dulzor del  Biryani. Al retirarse prometió regresar al día siguiente.

Al otro día, y cercano a las 12 del mediodía, se apareció el del turbante azul esta vez acompañado de tres amigos. Se ubicaron dos a dos en cada mesa. Se acercó Narayan, saludó a los comensales y les tomó su orden la que fue transmitida a la cocina. El joven sirvió cuatro vasos de refresco y entregó a cada mesa un juego de fichas. El del turbante azul explicaba a su contendor. Los de la mesa vecina recibieron instrucciones de parte del anfitrión. Pasados unos minutos ya los cuatro estaban sumergidos en el juego. Los platos demandaban un tiempo de preparación, pero esto no significó malestar en los comensales. Ellos eran ajedrecistas.

Así día tras día, se hizo popular el restaurante: El Club de Agosto. Todo el pueblo se notició y los comensales fueron en aumento, al punto que fue necesario instalar más mesas. Narayan fue invitado por las autoridades del pueblo para que enseñara el juego del ajedrez, entonces: jóvenes, ancianos y niños se volvieron expertos. Así que los pobladores pasaban jugando el ajedrez en los parques, en las veredas de las calles, en los salones de espera de la estación de tren. Ya nadie se acordaba de beber licor. Cuando por sus labores los pobladores no estaban jugando, pues conversaban sobre estrategias y tácticas del juego ciencia. La ciudad se había salvado. La noticia de lo que ocurría en la villa de Marottichal bautizada como ciudad ajedrecista, llegó a los cuatro rincones de la India. 

Una mañana se apareció en la villa el genial jugador indio Viswanathan Anand quien es cinco veces campeón mundial de ajedrez. Él quería conocer la población donde según las estadísticas del gobierno central hay un 100% de alfabetizados en ajedrez. Se animó a jugar unas partidas y opinó que el nivel de sus contendores era muy alto. 

Marottichal tiene también un tesoro: su bello paisaje. Los contornos del poblado están repletos de cascadas, esto aunado al ajedrez ha concitado la atención de muchos visitantes y se han formado numerosos negocios alrededor del turismo. 

El joven Narayan escuchó que había una solución, la buscó y salvó a su pueblo con un tablero de ajedrez y treinta y dos fichas de madera.

FIN

Autor: Carlos Torres