jueves, 31 de marzo de 2016

El más rápido







En las cercanías de un río vivían un cuervo y una tortuga, y un día resolvieron realizar una alianza, pero querían también determinar cuál de ellos sería considerado el mayor, ya que en China -donde se origina esta historia- el de menor edad siempre obedece al mayor. Pero había un inconveniente: ni el cuervo ni la tortuga sabían exactamente la edad que tenían. Entonces, la astuta tortuga dijo:

-Crucemos el río y quien llegue primero a la otra orilla será considerado el mayor.

El cuervo, que además de inteligente era honesto y leal, aclaró:

-No sería justo, pues yo puedo cruzar el río en cuatro aletazos, pero tu tardarías una hora para atravesarlo a nado.

-Pues de ser así, tú serías el hermano mayor y yo te obedecería. Sin embargo, te ruego que aceptes la prueba que te propongo.

Aceptó el cuervo y se dio la señal de partida. El ave alzó el vuelo y en un instante llegó a la otra orilla.

Al posarse en tierra, exclamó:

-¡Hermana tortuga: ya llegué! ¿Dónde estás tú?

-Aquí- se oyó decir y, al instante a pocos pasos de la orilla, entre la hierba, se alzó la pequeña cabeza de la tortuga.

-Pero... ¡no es posible! -exclamó el cuervo.

-Si, hermano cuervo; hace rato que he cruzado el río y te estaba aguardando pacientemente.

Como es de suponerse, el cuervo comenzó a sospechar que algo raro había sucedido, por eso le dijo a la tortuga:

-¿Tienes algún inconveniente en que repitamos la prueba?

La tortuga no opuso ningún reparo, pero comenzó a reírse.

Alzó el vuelo el vuelo el cuervo y, casi al instante, estaba en la orilla opuesta gritando:

-¡Ya llegué!
-¡Yo también... y antes que tú! -respondió a su lado la tortuga, irguiendo la cabecita con una maliciosa sonrisa.

El cuervo cada vez mas intrigado y desconfiado, no sabía a que atenerse, pues lo que había sucedido le parecía imposible. Entonces le pidió a la tortuga que intentaran la prueba por tercera y última vez, a lo que replicó la astuta y egoista tortuga, socarronamente:

-Se hará como tu quieras. Intentemos de nuevo.

El cuervo alzó vuelo, pero al llegar a la mitad del río se detuvo de pronto y gritó con fuerza a uno y otro lado:

¿Dónde estás tortuga?

De cada orilla y por entre la hierba, se asomó una tortuga. Las dos del mismo tamaño y del mismo color, y ambas gritaron a la vez:

-¡Aquí estoy!

El cuervo las miró un largo rato y finalmente, con gesto de contrariedad, les dijo:

¿De manera que dos tortugas mentirosas han querido engañar a un cuervo que actuaba con la más buena fe? Muy bien amiguitas. Ustedes no saben cuanto me alegro de mi derrota, porque gracias a ella he llegado a la conclusión de que no debo poner mi confianza y mi amistad en quienes no la merecen.

Y dejando confundidas a la tortuga desleal y a su cómplice, batió el cuervo sus alas y se alejó orgullosamente.

FIN

Autor. Anónimo

Tomado de: Cuentos fábulas y leyendas universales. O R Sánchez Teruelo Editor SRL. Año 1992. Páginas 8 a 15

jueves, 17 de marzo de 2016

El eremita y la grulla




Un tabernero tenía una tienda pequeña, donde servía sake, que es un licor de arroz. Pasaban los días y el tabernero seguía en su trabajo. Un día se presentó un eremita. Tenía una barba muy larga y la piel bastante arrugada, el sol, la lluvia, el frío quizás eran los responsables. El eremita vestía ropas blancas, muy gastadas pero muy limpias. Se presentó al tabernero solicitando sake, pero agregó que no tenía con que pagar.

El tabernero le hizo sentarse y le sirvió. Luego se pusieron a conversar largo. El eremita se despidió cuando la noche estaba muy avanzada.

Al día siguiente, volvió a aparecer el eremita y solicitó sake. Anunció nuevamente que no tenía para pagar. Luego de beber, se repitió la charla de sobremesa. Así pasaron los días y vez tras vez el tabernero atendía al visitante. Un día no apareció. El tabernero extrañaba a su eremita amigo.

Luego de muchos meses se apareció el eremita y dijo al tabernero: te debo mucho dinero en sake y aun no tengo como pagarte, lo justo es que te retribuya de alguna manera. El tabernero muy contento de ver al amigo le sirvió el licor como hizo durante tantas tardes.. Terminado el sake, el eremita solicitó una mandarina, la peló y con la cáscara cual si fuera pincel y pintura dibujó sobre una blanca pared una grulla en actitud de volar. El ave, parecía estar viva. Antes de partir, el eremita dijo al tabernero: Cuando vengas las personas a tu bodega, diles que aplaudan mirando a la grulla.

Poco después que partió el amigo, llegaron unos jóvenes. Solicitaron sake. El tabernero les sirvió y les propuso que aplaudieran mirando a la grulla. Lo hicieron y el ave comenzó a aletear y realizaba bellísimas danzas. La novedad de la grulla danzante se esparció y de muy lejos venían clientes a beber sake y ver la portentosa pintura. El negocio prosperó muchísimo.

Varios años después, volvió el eremita. Expresó su contento de que el dibujo haya retribuido al tabernero los sakes que le invitó. Entonces el anciano sacó una pequeña flauta y la grulla se desprendió de la pared. Era gigantesca. El eremita se subió sobre ella y mientras tocaba su melodiosa flauta, el ave comenzó a elevarse.

(FIN

No se el nombre del autor de esta historia. Estoy compartiendo el relato de memoria.

martes, 8 de marzo de 2016

Trío








Ulises 30 años, conquistador como ninguno. Mientras el sol se hundía en su ocaso, él en un restaurante disfrutaba de una copa de verde trago: Menta Frappé. En la mesa vecina, una mujer muy guapa degustaba unas yuquitas con crema. Ulises a escondidas la observaba. De pronto ella volteó, lo miró con fijeza y le dijo: tengo 55 años y hace seis meses que no hago el amor. ¿Te atrae la idea de participar en un encuentro con una madre, su hija y tú?

Ulises dijo sí.

Ambos salieron y se dirigieron al apartamento de ella. Una vez en casa, ella dijo en voz alta: Mamá ya llegamos, y agregó dirigiéndose a Ulises: Es mi mamá, tiene 85 años y gusta de participar en trios. Ella siempre quiere ser la primera.

(FIN)
Autor: Carlos Torres

lunes, 7 de marzo de 2016

Esopo






Un día uno de los amigos encontró un libro tirado en una esquina de la ciudad. Lo levantó y se lo metió debajo de su saco. A la carrera partió a buscar a sus compañeros. Les dijo: "Tengo algo que hace que la gente se vuelva doctor". Tomaron asiento en un muro de piedra. El del tesoro se sentó al centro, se abrió el saco y se puso el objeto sobre las piernas. Los otros miraron con admiración. Uno de ellos usó el tacto y pasó el dedo índice sobre el libro. El otro dijo: "Eso se llama libro. Lo he visto en la vitrina de una tienda". Ninguno sabía leer. Se maravillaban mirando los dibujos. Intentaron descubrir lo que las letras cantaban, pero no pudieron. Entonces se imaginaron un cuento, como el que habían oído narrar en la plaza y convinieron en que eso era lo que allí estaba escrito en el libro, y lo decían en voz alta. Era una fábula de Esopo lo que escucharon y aprendieron de memoria. La gente pasaba y los miraba y escuchaban que en voz alta decían la fábula del griego que un tiempo fue esclavo. Y los niños se sintieron doctores. Se imaginaron gente de mucho saber. Alguien pasó. Era un abogado displicente, dijo en voz alta: "Estoy seguro que ustedes no saben leer". Los transeúntes se detuvieron y convinieron en que los tres niños definitivamente no sabían leer y estaban inventando. El abogado, les arrancó el libro de las manos, y leyó en voz alta: "Fábula del zorro y el león". Inmediatamente se quedó mudo. Devolvió el libro, se marchó. La gente le dijo a los niños: Sigan por favor. Sigan con Esopo. 

FIN. 

Autor: Carlos Torres.

jueves, 3 de marzo de 2016

La leyenda del cuervo y el búho







"Mahoma huía de sus enemigos cuando encontró una cueva. En ella había un cuervo blanco (todos eran blancos, según la leyenda) que graznó “¡Ghar! ¡Ghar!” que en árabe significa “¡gruta!” o “¡cueva!” (y se transcribe como “غار”). Mahoma enfadado lo castigó con el color negro, y desde entonces la única palabra que el cuervo ha podido decir es esa; “¡cueva!”."

Aquí otra leyenda, de un pueblo de Norteamérica: Los haida
“El búho y el cuervo eran muy buenos amigos. Un día el cuervo le hizo un vestido nuevo al búho, con manchas negras y blancas. A cambio el búho hizo para el cuervo un par de botas de hueso de ballena, y comenzó a tejerle un vestido blanco. Cuando el búho quiso probarle el vestido al cuervo éste saltaba y no se quedaba quieto. El búho se enfadó muchísimo y dijo “si vuelo sobre ti con la lámpara de aceite, no saltes” Pero el cuervo, no paraba de moverse. Finalmente el búho se enfadó tanto que volcó la lámpara de aceite de ballena sobre el vestido blanco. El cuervo lloró “¡Quaarc, Quaarc!”. Desde entonces el cuervo ha sido negro.”







Tomado de la web: Cuaderno de Cultura Científica, del 26 de febrero del 2016.