domingo, 14 de julio de 2019

El beso





Eran ya las 8 de la noche de un domingo de agosto. Estaba con mi amigo Goyo, en una fiesta pro fondos organizada por una amiga de su trabajo.

La dirección si que era lejana de mi casa, pero igual, uno no se fija en esos detalles cuando se trata de acompañar al amigo.

Estando ya de regreso, conseguí asiento en el bus 71, el que iba hasta La Punta. Carro lleno. Son las 9 p.m. Vi que una chica que era asediada por un tipo. Ella lucía incómoda. Le pasé la voz y le cedí mi sitio.

Coincidimos en el paradero de bajada. Eran ya las 9 y 30. Ella estaba desubicada. La miré, le dije: Te acompaño.

Caminamos por Wilson hasta La Colmena. Comenzó a lloviznar.

Por los datos que me dio, le dije: "ese bus te lleva", al mismo tiempo yo señalaba uno . ¿Casualidades? Resultó que era el mismo que me llevaba a mi. Igual que el anterior vehículo, este iba atestado de domingueros.

El bus aceleraba y frenaba, y nuestros cuerpos se topaban. Yo le decía, discúlpame pero está lleno esto.

De pronto ella me mira y se sonríe. Me quedé mirando su sonrisa y estábamos tan cerca que creo yo escuchaba el palpitar de su pecho. En esas, ella se inclina sobre mi y yo siento su tibia respiración. Mis lentes comienzan a empañarse. Me acercó sus labios, y yo los tomé. En ese momento perdí la noción de donde estaba. La rodeé con mis brazos. Igual hizo ella conmigo, y así en tándem de afectos, el carro nos sacudía.

Era la vida eterna. La esperanza hecha tangibilidad. Eran las ganas de todo. No había necesidad de más motivos.

Fue un beso que duró tres avisos de: ¡Esquina bajan! y dos llamadas del cobrador: ¡Pasajes, pasajes!... era un derroche de pasión entre dos extraños.

Ella se despidió: "Aquí bajo"

Nunca más la volví a ver. Casi como en romería iba al lugar donde ella una noche de domingo a las 10 bajó, pero nunca más la volví a ver.

FIN

Autor: Carlos Torres

jueves, 14 de febrero de 2019

Campanani







Unos arrieros putreños (del pueblo de Putre) viajaron al pueblo de Curo-Curo, en Bolivia, para comprar las campanas de la iglesia.

En Curo-Curo fabricaban campanas de oro. Los arrieros compraron unas hermosas campanas y partieron con ellas de vuelta a Putre, montados arriba de sus mulas.

Cuando venían encamino, las mulas se cansaron; llegando a Amachuma, no quisiron caminar más. Entonces descargaron las campanas de oro y decidieron descansar un par de días para que los animales se recuperaran.

Pasaron los días y fueron a buscar las campanas donde las habían dejado. Al encontrarlas, se dieron cuenta de que se estaban hundiendo. Entonces partieron a buscar ayuda.

Al volver, las campanas estaban hundidas casi veinte metros bajo tierra y era imposible sacarlas.

Hasta hoy están las campanas de Amachuma. Por eso ese lugar se llama "Campanani".

En las noches se oye el sonar de las campanas, anunciando la muerte de un habitante.

FIN

Tomado de: Kimsaqallqu, cuentos aymara para los niños del mundo. Proyecto y edición de Teatro de Tierra.Pehuén-Chile.

martes, 12 de febrero de 2019

Los músicos y las pastoras









Había una vez unas pastoras a las que les encantaban las fiestas. Siempre invitaban a un grupo de músicos que vestían ternos de color café claro.

Al amanecer, cuando terminaba la fiesta, los músicos partían. Las pastoras empezaron a ver cada vez, después de la fiesta, se perdía un cordero. Entonces decidieron invitar a los músicos a comer y encerrarlos así en la cocina. 

Cuando amaneció abrieron la puerta: sólo había zorros y unos huesos. Eran ellos, los músicos, con los instrumentos que tocaban en las fiestas.

FIN

Tomado de: Kimsaqallqu, cuentos aymara para los niños del mundo. Proyecto y edición de Teatro de Tierra.Pehuén-Chile.

lunes, 11 de febrero de 2019

La Zorra y la Guallata







Había una vez una Guallata que estaba con sus polluelos en medio de una laguna, tomando agua. La zorra paseaba alrededor y la observaba.


"¿Por qué tus hijos son tan bonitos?" preguntó la Zorra.

"Es fácil", dijo la Guallata: "¡mételos al horno y cuenta uno, dos, tres. Luego los sacas y quedarán bonitos!"

La Zorra fue y calentó su horno, tomó sus crías, las metió adentro luego contó hasta tres. Al abrir el horno, vio que sus crías estaban quemadas y muertas.

La Zorra enfureció, fue a la laguna donde vivía la Guallata y le gritó: "¡Guallata! ¿Por qué me mentiste? ¡Ven, quiero conversar contigo!".

Pero en realidad la Zorra quería comérsela.

La Guallata tejía tranquilamente sus telares y hacía sonar la vich'uña: "¡Ya voy! ¡Al tiro voy!", le contestó.

La Zorra pensó: "¡Me voy a tomar toda el agua de la laguna, para así comérmelas!"

Empezó a beber y a beber, se fue hinchando hasta más no poder. Mientras caminaba, repetía la Zorra: "Pajita, cactus... no me pinchen por favor!".

Pero en un descuido, aunque caminaba despacito, pasó a llevar una paja brava y se pinchó. Como estaba toda llena de agua, explotó y murió.

FIN

Tomado de: Kimsaqallqu, cuentos aymara para los niños del mundo. Proyecto y edición de Teatro de Tierra.Pehuén-Chile.

viernes, 8 de febrero de 2019

La niña y el lagarto








Había una vez una niña que iba a lavar ropa en un río. De pronto apareció un joven y la saludó; se quedaron conversando largo rato. Al despedirse la niña le dijo: "Nos vemos mañana".

Camino a su casa, la niña se cruzó con el lagarto. Asustada comenzó a tirarle piedras, hasta que le hirió un ojo.

Al día siguiente la niña volvió al río y se encontró nuevamente con el joven. Grande fue su sorpresa al ver que el llevaba una venda en el ojo.

Al preguntarle el motivo de la herida, el joven contestó: "¡Ayer tú me tiraste piedras!". La niña, triste, respondió: "No quiero verte nunca más", y volvió nuevamente a tirarle piedras.

Por eso es que los lagartos persiguen siempre a las niñas.

FIN

Tomado de: Kimsaqallqu, cuentos aymara para los niños del mundo. Proyecto y edición de Teatro de Tierra.Pehuén-Chile.