martes, 26 de julio de 2016

El cuervo trae la luz








En los primeros tiempos del mundo nadie conocía la luz. No existía el sol, no existía la luna, no existían las estrellas. La gente vivía en plena oscuridad. Cada vez que los hombres querían salir de sus casas se tenían que tomar de las manos, formando una cadena, para no perderse.

Entre los animales que vivían en la tierra, los hombres apreciaban mucho al Cuervo, porque siempre traía buenas noticias. Una vez se acercó a ellos y lo saludaron:

-¡Hola Cuervo! Bienvenido seas.

No podían verlo, pero lo reconocían por el aleteo.

-Cuervo -volvieron a decir los hombres-, no podemos ver nada. Estamos hartos de la oscuridad. Tu eres ingenioso y conoces todo, ¿por qué no nos das la luz?

El Cuervo entrecerró los ojos e intentó recordar.

-Mmm, sí, conozco a un hombre que posee luz: la tiene encerrada en una bola muy hermosa. Pero es su mayor tesoro, junto con su hija.
-¡Consíguela, consíguela para nosotros! –dijeron los hombres a coro.
-No, es imposible para mí. No soy fuerte, y no tengo idea de como hacerlo. Si alguno de los sabios me dijera qué hacer, entonces si podría intentarlo.

Los hombres sabios se reunieron y juntaron sus cabezas. Susurraron mucho tiempo, tratando de encontrar la manera de tener éxito. Finalmente, decidieron que lo mejor era que Cuervo se convirtiera en una pluma. A Cuervo le pareció una buena idea.

Así convertido en una suave plumita, fue arrastrado por el viento. Llegó hasta la aldea del hombre poderoso y se posó finalmente en un manantial. Al poco tiempo se acercó a beber la hija del dueño de la luz. Luego de tragar varios sorbos, sintió un cosquilleo en la garganta, y se dio cuenta de que se había tragado la pluma. Semanas más tarde, descubrió que estaba embarazada, y eso había sucedido en forma misteriosa.

A su debido tiempo nació un hermoso bebé, con el pelo negro como las alas del Cuervo. Cuando comenzó a controlar sus movimientos, el abuelo descubrió que al niño le gustaba sobre todo, juguetear con la bola de luz. Al principio no quiso prestársela, pero la criatura lloraba tanto que se la dio. Cada día que pasaba, el chico jugaba con la bola por más tiempo.

Finalmente, el hombre dejó de vigilar la bola. Entonces, Cuervo aprovechó para escapar con ella bajo el brazo. Retomó su forma de ave y se remontó por los aires, mientras el hombre maldecía desde el suelo.

Una vez en las alturas, Cuervo despedazó la bola, para que la luz se repartiera por todo el mundo, entonces volvió a la aldea, gritando:

-¡He traído la luz! ¡He traído la luz! Me pidieron la luz y la he conseguido: Ahora tendrán tiempo para jugar, cazar y divertirse; y otro tiempo de oscuridad para descansar. Así debe ser, y así ha de ser.

FIN

Tomado de: Leyendas, mitos, cuentos y otros relatos de ESQUIMALES. Presentado por Nahuel Sugobono. Ediciones Longseller. Año 2005. Páginas: 33, 34, 35 y 36.

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