viernes, 26 de febrero de 2016

El narrador







Leí una historia de un jugador de fútbol. Jugaba medianamente bien, pero el tenía una pasión: ansiaba ser relator narrador de partidos de fútbol, así que mientras jugaba en su equipo: El Porvenir. El simultaneamente y a la vez que jugaba relataba el encuentro y por hacer eso se perdía de hacer goles que ya estaban cantados desde las tribunas:

<<y avanza el jugador de El Porvenir más conocido como el narrador, quiebra un jugador, quiebra a otro, cruza la línea de penal, queda frente al arquero, va a patear, va a patear...>> 

y por entretenerse en la narrada le quitan el balón.

Debido a ese afán de perder goles por narrar, fue retirado del equipo. Pasó a ver los partidos desde las tribunas. Alguien le prestó atención y comenzó a escucharlo con ahínco. El hábito se contagió, y en pocas semanas toda la tribuna sur seguía las transmisiones del narrador y no prestaba atención a lo que ocurría en el terreno de juego. Eran más emocionantes los partidos del narrador que los partidos que se jugaban en el gramado, y eso que se trataba de los mismos equipos en contienda.

El Porvenir fue retirado del campeonato, y es que los hinchas ya no le seguían, iban más bien detrás de el narrador. El relator narrador se hizo más famoso. Sus seguidores lo buscaban en su casa, y en las tardes de domingo ante un nutrido grupo de escuchas, relataba las incidencias del campeonato argentino. Y esos partidos concebidos en su imaginación, eran mucho más emocionantes que los reales. Ya la afición, ni iba a los estadios. En una oportunidad, narró el clásico del fútbol de la tierra gaucha: Boca versus River. Una gran conmoción ocurrió en el barrio. Las jugadas que describía el relator eran de final de copa del mundo. El partido terminó con el triunfo del Boca, con ejecución de una serie de tiro de penales ya que no hubo goles durante los noventa minutos de juego reglamentario.

Nunca fue llamado a una emisora radial ni de televisión. El narrador era insuperable en lo de inventar jugadas. Proyectaba en la imaginación de sus escuchas un estadio lleno y con hinchas eufóricos de algarabía. Fantaseaba goles olímpicos. Imaginaba disparos desde cincuenta metros. Goles de palomita. Goles de caracol. Los partidos que el hacía disfrutar eran una sinfonía de lances y magistrales jugadas.

Dicen, que el narrador planea venir al Perú. A esperarlo entonces.

FIN

Esta es una versión mía. Pero hay un relato hecho por el filósofo y conductor de radio: Alejandro Dolina, cuyo título es. El Relator. Yo he hecho una versión de memoria.

miércoles, 24 de febrero de 2016

El padre del soldado






Hace mucho, mucho tiempo. O quizás mejor debo decir: Había una vez. O acaso queda más destacable escribir: Cuando yo era niño, había en el distrito de Barranco un cine, El Zenith. Era una sala grande, bien grande. La pantalla me parecía monumentalmente extensa. En ese cine mi amigo Memo me contó que vio Marabunta. Antes de comprar su entrada, le preguntó al boletero: ¿De qué trata Marabunta?. El preguntado respondió:

-De hormigas
-¿Pero qué hacen las hormigas?
-Hormiguear.

Bueno, a veces recibes respuestas de ese tipo. No están cargadas de mala voluntad, son lo que yo llamo: respuestas expreso, o sea rápidas.

Hoy domingo leyendo una página de antiguos cines, me entero que la temática es: Cines de Chorrillos y Barranco en los años de 1980. El artículo motivó mis recuerdos y evoqué a Memo y su Marabunta. Pero también mi memoria se encendió y recordé una película rusa: "El padre del soldado."
Fui a verla con seis amigos. Habíamos juntado el importe de nuestras entradas realito a realito para poder disfrutar de una función de domingo por la tarde. No sabíamos muy bien de que iba la cinta. Nos acercamos a boletería y dijimos:

-Siete entradas
-El vende boletos: 13.10 soles
-No. Son 12.60 soles

El vende boletos, coge un lapicero, anota, suma, multiplica, alza la mirada, vuelve a sumar y dice: 12.90 soles

Cada entrada costaba 1 sol con ochenta. Para zanjar el entuerto, decidimos comprar boletos de manera unitaria. Entregamos los papelitos y subimos a la segunda planta del cine, a la localidad balcón, la de precio más cómodo y que tenía largas bancas de madera. Se apagó la luz. Proyectaron unos réclames o avances de películas e inmediatamente comenzó: "El padre del soldado."

La película estaba en blanco y negro. Un viejo, muy viejo partía de su casa a buscar a su hijo quien era soldado del ejército ruso durante la Segunda Guerra Mundial. La única manera de que el se involucre en el avance del ejército era haciéndose un soldado más. El anciano vistió el uniforme y partió al frente. La oficialía y sus compañeros de armas se burlaban de él. Por la edad que tenía podía haberse quedado en casa.

Juntamente con los jóvenes, el viejo militar participaba con energía de las acciones bélicas, pero siempre pensando en hallar a su hijo. Le iban dando referencias de donde se ubicaba y hacía lo posible en que lo dirigieran hacia esa dirección.

No recuerdo más trama de la película, solo que casi al final, el viejo soldado retorna triunfante a la patria. Ingresó marchando con su batallón, y en primera fila recibió el apoteósico saludo de la ciudadanía de Moscú.

Siempre evocaba esta película. Quería volverla a ver. La nostalgia me apuraba. Un amigo quien tenía colecciones de videos en cintas VHS me prestó un libro enciclopedia de cine, pero el título no estaba registrado. Años después con la llegada de la Internet, digitaba yo en Google: El padre del soldado, y no obtenía información. Me leía largas listas de cine ruso, y nada. También accedía a los archivos de cine épico, cine en blanco y negro, cine de la Segunda Guerra, pero no encontraba referencias del film.

Hoy 21 de febrero, mientras leía la web de: Antiguos cines de Lima y comentaba yo del Zenith, y que fue un cine barranquino que desapareció en 1975 debido a un temblor muy fuerte y que afectó seriamente a las casas de Barranco, pues decidí una vez más "gugluear" y... ¡apareció una foto de. El padre del soldado!, película subtitulada, proyectada en Chile, en el año 2015. Insistí y afinando el criterio de búsqueda, apareció el link de alguien que había subido la película.

Hoy entonces la veré y recordaré la entrada al Zenith. Al boletero que era duro con los números. A los seis amigos. A la escalera de cemento del cine y a la monumental pantalla blanca.

FIN
Autor. Carlos Torres

martes, 23 de febrero de 2016

El Decamerón










Es un relato que contiene cien historias. Son contadas en diez jornadas, en cada jornada diez relatos. Los narradores son cinco parejas de jóvenes: cinco chicas y cinco chicos. Ellos decidieron salir de su ciudad, debido a que se había declarado una epidemia de alcances mortales. Recluidos los diez en una casa de campo, y para hacer más pasaderos los días, pues acuerdan en irse contando historias.

Los relatos tienen muchos matices. Los hay de amor, de recuerdos y nostalgias. De mitos urbanos. Los hay también eróticos y estos son los de mayor número. Hay uno especialmente sensual:

Un matrimonio. El es un trabajador de campo. Ella una moza atractiva y muy joven, quien tenía un amante, el cual la visitaba en ausencia del marido. Tienen en casa un inmenso jarrón, el cual han decidido vender. Una mañana parte de casa el marido. Ella al quedar sola abre la puerta al amante. Ingresa el furtivo y la pareja se entrega al hervor de las mutuas caricias.

Súbitamente, el marido regresa. El furtivo se mete al jarrón. La esposa le dice al marido: "hay un interesado en el jarrón, ha venido a verlo y dice que es necesario el repararlo". El marido dice: "Yo lo reparo"

El amante sale del jarrón y dice que hay gritas y despostillamientos que necesitan un resane, si se logra eso, compra el jarrón. El marido afirma que el puede arreglarlo, y con mezcla de arcilla y una espátula se mete al jarrón. La esposa le dice que ella sabe dónde están las fisuras, y para mayor comodidad se recuesta sobre el jarrón y comienza a indicar los puntos de resane. El amante aprovecha la posición de la moza y consuma lo que antes de la llegada del marido había iniciado.

Terminaron todos su faena. Los amantes resanaron su libido. El marido resanó la jarra. Todos contentos. El amante partió con el inmenso jarrón, y el marido quedó feliz.

FIN

La versión del relato no es textual. Es mi versión para narración oral.

Carlos Torres

lunes, 22 de febrero de 2016

Cuando sea niño









"Cuando sea niño me gustaría ser como tú", lo dijo una persona mayor que una noche caminaba sin rumbo mirando las estrellas. Vio una que le llamó la atención. Se apagaba y se encendía, casi como haciendo de latidos de luz, y se le ocurrió pensar que allá en lo alto estaba volando una luciérnaga enfermita.

Recordó el caminante sus juegos de cuando tenía ocho años. El echaba barquitos de papel en un canal que corría cerca de su casa. Ese canal tenía recovecos, curvas y codos de agua. Su cauce era como de serpiente. Además había un tupido herbal en las orillas. El barquito se desplazaba, mas su visión se perdía. Los recovecos y el herbal lo cubrían. Pero pasados unos segundos volvía a aparecer. Siempre flotando a pesar de ser de papel. El barquito era intermitente a la mirada.

El caminante veía a la estrellita que navegando en el firmamento como que se perdía en los recovecos de los cielos, pero siempre estaba allí. Ahora el hombre exclamó: "Cuando sea grande, me gustaría ser como el barquito o como la estrella, que puede perderse en los recovecos que a veces nos presenta la vida, no obstante y tercamente continúan en su ruta hacia la eternidad."

FIN

Autor: Carlos Torres

jueves, 18 de febrero de 2016

Ventajas del infierno






"Sin caer en el consuelo insolvente, hay que decir que el condenado puede hallar alivio a sus dolores merced al poder de adaptación que es proverbial en la raza humana. Al cabo de mil años ardiendo, uno empieza a acostumbrarse. Es esencial en un gran dolor su carácter sorpresivo.

En otro orden de cosas, quien se halla en el abismo no puede ser amenazado, ya que la amenaza consiste en prometer un mal. El mismo razonamiento nos hace advertir que en el infierno nadie tiene miedo. Y una cosa más: toda noticia es buena."

(Tomado de: El libro del fantasma de Alejandro Dolina. Grupo Editorial Planeta / Booklet. Año 2005. Página 85)

miércoles, 17 de febrero de 2016

Issun-boshi





Hace mucho, mucho tiempo vivía una dulce pareja de adultos mayores. No tenían hijos, pero siempre oraban en el santuario pidiendo poder tener uno: "Por favor, por favor, permítenos tener un niño por pequeño que sea". 

Con el tiempo adoptaron un hijo para ellos. Era un niño pequeño, no más grande que los dedos de un hombre adulto. La pareja cuidó y educó al niño con mucha ternura y amor y aunque se convirtió en un joven brillante y muy respetado, no creció en lo absoluto. Como resultado, se hizo conocido como Issun-boshi (Issun significa algo que mide unos 3 centímetros).

Un día, Issun-boshi les dijo a sus padres que quería buscar fortuna en la ciudad. Sus padres se pusieron preocupados, pero confiando en él lo enviaron con una espada cortada de una aguja de coser, una capa tejida de paja, un barco hecho de un tazón de arroz, y un palillo (ohashi) de remo.

Issun-boshi caminó hasta llegar al río que fluía hacia la ciudad. Allí puso su tazón de arroz en el agua y remó con los palillos durante días y días hasta que por fin llegó a la ciudad. Issun-boshi caminó por toda la ciudad hasta llegar frente a la mansión del amo y señor de esa población. 

En la puerta Issun-boshi dirigiéndose a un guardia, se anunció así: 

"He llegado a la ciudad para trabajar y entrenar. Te ruego que le avises al señor que deseo ser su funcionario."

Tan pequeño era Issun-boshi que el guardia ni se dio cuenta. Recién lo vio cuando casi lo pisa con su "getta" (sandalias). Lo levantó y se lo llevó al interior de la mansión, para presentarlo ante el Señor. Issun-boshi se puso de rodillas, se inclinó y prometió su lealtad. Esto agradó inmediatamente al Señor y le hizo su ayuda de cámara.

Todos en la mansión muy pronto se maravillan con la inteligencia y encanto de Issun-boshi, sobre todo la hija del Señor, y en poco tiempo se convirtió en asistente personal de ella.

Una tarde la princesa e Issun-boshi salieron a rezar y entregar ofrendas en el templo Kiyomizu. En el camino, súbitamente dos ogros se presentaron y bloquearon su camino. Issun-boshi desenvainó su espada y al instante se arrojó sobre sus atacantes en defensa de su Princesa. Uno de los ogros cogió a Issun-boshi y se lo tragó de un solo bocado. Dentro del estómago el pequeñin reaccionó y comenzó a punzar y agujerear el estómago del ogro.

El ogro estaba herido y con tanto dolor que lanzó con un gran eructo a Issun-boshi fuera de su estómago, quien al verse libre inmediatamente saltó sobre la ceja del otro ogro y lo hirió en su ojo. Derrotados, los ogros huyeron llorando y en su desesperada carrera uno de ellos dejó caer su martillo mágico. La Princesa cogió el martillo y le dijo a Issun-boshi: 

"Si lo giras en círculos, cualquier cosa que pidas -dinero o arroz- será tuyo". Issun Boshi respondió: "No quiero ni dinero ni el arroz. Lo único que quiero es llegar a tener un tamaño normal"

La Princesa con una leve sonrisa asintió y girando el martillo en el aire, pidió el deseo. Al instante Issun-boshi adquirió el tamaño de una persona normal. La princesa que de siempre había estado encantada con sus atenciones se casó con Issun-boshi. Partieron en busca de los padres de este y todos juntos vivieron felices para siempre.

FIN

Tomado de: Leyendas y narraciones japonesas. Perú Shimpo. Agosto 2012.

lunes, 15 de febrero de 2016

El ladrón de dicha






Cuenta una antigua leyenda que un anciano sabio vivía en las afueras de una pequeña ciudad de provincia. El hombre era muy conocido no sólo por su sabiduría sino también por su buena suerte.

En la misma ciudad vivía también un joven que aunque fundamentalmente honesto estaba constantemente en pos de la suerte, la fama y la riqueza. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, la "diosa vendada" no quería sonreírle. El joven ya no sabía qué más hacer y estaba al borde de la depresión cuando se le ocurrió ir a ver al sabio para pedirle el secreto de su éxito. En efecto todo lo que precisaba el sabio lo tenía. Y todo lo que emprendía le salía redondo. No le faltaba ni hogar, ni comida, ni ropa. La gente le amaba, respetaba y veneraba. No carecía de riqueza espiritual , pero tampoco de medios materiales.

Aquel día el joven se levantó temprano para evitar las colas interminables de personas que iban a pedirle consejo al anciano. Se vistió con sus mejores vestidos, se arregló y llegó a la morada del sabio en buena hora. Llamó al portal. El sabio abrió y amablemente le recibió en su casa. Una vez terminadas las presentaciones formales, el joven fue directamente al grano  y dijo:

-La razón de mi visita es sencilla: querría saber tu secreto para vivir tan holgadamente. Verás, he notado que no te falta nada, mientras a mi me falta todo y esto es a pesar de mis esfuerzos y buena voluntad. También he notado que mucha gente posee bienes materiales, pero son infelices. En cambio a ti no te falta tampoco la felicidad. Dime, ¿cuál es tu secreto?

El sabio le miró interesado y sonrió diciéndole:

-Mi respuesta también es sencilla: el secreto de mi buena suerte es que yo robo...

-¡Lo sabía! -exclamó el joven- habría tenido que deducirlo yo mismo. ¡Eso era el secreto!

-¡Espera! Todavía no he acabado -dijo el anciano-, pero el joven ya había salido corriendo y exultante.

El santo intentó darle alcance pero no pudo, por lo que regresó imperturbable y calmadamente a su casa.

Tras la visita al sabio, la vida del joven cambió radicalmente: empezó a robar aquí y allá revender las cosas sustraídas a los demás y a enriquecerse.

Cometía toda clase de hurtos: robaba animales, cosas, dinero, e incluso entraba a robar casas. Cuando la fortuna parecía haber empezado a sonreírle fue capturado por las autoridades, procesado por numerosos delitos y condenado a cinco años de dura cárcel. Durante su estancia en la prisión tuvo tiempo de meditar y llegar a una conclusión.

Según sus deducciones, el anciano se había burlado de él, y más idiota había sido el mismo por seguir tan necio consejo. Se prometió que una vez salido de ahí, volvería a ver al anciano para darle su merecido.

Los años pasaron y el joven fue puesto en libertad tras pagar su deuda con la sociedad. Nada más estar libre otra vez, ni siquiera pasó por su casa, sino que se fue directamente a la residencia del sabio. Tras llamar impacientemente a la puerta, el sabio abrió.

-Ah, eres tu -le dijo-.

-Sí, soy yo y he venido para decirte lo inútil que eres, viejo tonto. ¿Sabías que gracias a tu consejo me he pasado los últimos cinco años de mi vida en la cárcel? Si todos los consejos que das son así, menudos imbéciles que tenemos que ser los que te escuchamos.

El anciano le escuchaba con paciencia, y cuando la rabia del joven se aplacó, así le contestó:

-Comprendo tu rabia. Pero el artífice de tu desdicha eres tú y solamente tú, sobre todo por tu incapacidad de escuchar. Cuando viniste aquí hace cinco años, te dije la verdad. Te dije mi método para asegurarme la dicha, solo que tu no quisiste oír más y entendiste lo que quisiste. Cuando te dije que yo robo, era verdad, solo que no robo a los humanos. Robo aire, luz, agua y energía. Robo el "ki". Verás, robo el ZEN porque el ZEN es vacío y utilizándolo nunca rebosa. Se vacía sin agotarse, y su función no se agota nunca.

(FIN)

Tomado de: Leyendas y narraciones japonesas. Diciembre 2012. Perú Shimpo SA.





viernes, 12 de febrero de 2016

El ogro rojo que lloró







Hace mucho, mucho tiempo, vivía a los pies de una montaña un ogro rojo (aka-oni) de aspecto muy feroz, con cuernos en la cabeza y el cuerpo completamente rojo. Sin embargo, su corazón era bondadoso y su mayor deseo era poder vivir en armonía junto con los habitantes del pueblo cercano. Pero estos siempre que le veían le tenían miedo y huían de él, y por eso el ogro rojo se sentía muy triste.

Así un día decidió poner un aviso delante de su puerta:

"No soy peligroso en absoluto"

Pero al asomarse para colocar el cartel, una vez más los aldeanos huyeron espantados. El ogro rojo se puso a llorar y rompió el cartel que había escrito. En ese momento apareció un ogro azul (ao-oni) conocido suyo, de aspecto igualmente feroz pero que era también muy bondadoso,

-Hola, ogro rojo, ¿por qué rompes eso?

-Ay ogro azul, había escrito este cartel para que los aldeanos vieran que no soy malvado y se lleven bien conmigo, pero a pesar de todo ellos me siguen teniendo miedo y huyen de mi cada vez que me ven.

¿Ah si?, respondió el ogro azul, pues mira se me ha ocurrido una idea genial. Ven conmigo al pueblo.

-Es inútil ogro azul, los aldeanos están obcecados y por mucho que intentes hablar con ellos no van a comprender si tienes o no buenas intenciones... seguramente huirán también de ti.

-Justamente de eso se trata, en cuanto vean lo bueno que eres, se convencerán y dejarán de tenerte miedo. Vamos a hacer lo siguiente: yo entraré en el pueblo fingiendo ser muy malvado y haré como que voy a atacarlos. Entonces apareces tú para defenderles, me pegas, y me haces huir.

-¿De verdad te tengo que pegar?

-Eso es, me das una buena paliza.

-No puedo hacer algo así.

-Tienes que hacerlo, ya verás cómo después las cosas te van mejor y te llevas bien con los aldeanos. ¿Has entendido? Me pegas bien fuerte y me haces huir.

Y así lo hicieron los dos ogros. El ogro azul fingió atacar a los aldeanos, y el ogro rojo salió corriendo tras él para atraparlo y golpearlo.

¡Zas, pum, patam!

¡Ogro malvado, como vuelvas a molestar a esta gente, verás lo que es bueno!, gritaba el ogro rojo, golpeando al ogro azul.

Ay perdón, perdón, respondió el ogro azul. 

Los aldeanos al ver esto, lo comentaron entre ellos con admiración, y al ver que el ogro rojo les defendía, dejaron de tenerle miedo.

Por primera vez el ogro rojo recibió en su casa a la gente del pueblo. Hombres, mujeres, niños y ancianos, todos iban a verle sin miedo, y el ogro estaba todo el rato muy ocupado, salía a recibirles, hacía té y servía dulces. El ogro estaba muy contento porque al fin se llevaba bien con los aldeanos.

Pasó el tiempo y cierto día el ogro rojo se acordó de su amigo el ogro azul:

"Ay que habrá sido de mi amigo, que ganas tengo de verle... Es gracias a que él fingió ser malvado, que ahora me llevo tan bien con la gente de la aldea. Debería ir a verle para darle las gracias por lo que hizo."

Y el ogro rojo se dirigió a la casa de su amigo el ogro azul en medio de la montaña, pero al llegar allí descubrió que la puerta estaba cerrada y clavada con maderas y sobre ella había una carta dirigida a él. Al leerla los ojos del ogro rojo se inundaron de lágrimas.

"Para el ogro rojo: 

Ahora que por fin has logrado ser aceptado por los aldeanos, si supieran que eres mi amigo, ellos volverían a tenerte miedo, ¿no crees? Por eso es mejor que me vaya para siempre y que no te vean conmigo así podrás continuar en tan buena armonía con la gente del pueblo. 

Tu amigo, el ogro azul"

Y, recordando a su generoso amigo, el ogro rojo vertía más y más lágrimas sin poder contenerse. 

FIN

Publicado en: Leyendas y narraciones japonesas Junio 2012. Suplemento Perú Shimpo SA

martes, 9 de febrero de 2016

La perseverancia de una carpa




Entre los años 1750 y 1760 vivió en Kyoto un gran pintor llamado Maruyama Okyo. Sus pinturas lograron excepcional calidad, despertando la admiración de muchos estudiantes quienes se esforzaban por copiar su estilo, y entre ellos había uno llamado Rosetsu.
Cuando llegó Rosetsu por primera vez a la escuela del <<SENSEI>> (maestro) Maruyama, resultó siendo el estudiante más torpe de todos los alumnos que habían pasado por la escuela del maestro. Su aprendizaje fue muy lento, y eso que trabajaba arduamente, esforzándose el doble que sus compañeros para conseguir la perfección, pero parecía que los dioses estaban en contra de él.
Muchos de los alumnos que ingresaron a la escuela después de Rosetsu, terminaron su instrucción y se habían convertido ya en pintores muy destacados. Solo el pobre Rosetsu era el único que no había hecho progresos durante casi tres años. Así desconsolado y sin aliento veía alejarse su sueño de ser un gran pintor; cabizbajo, triste y en silencio un día abandonó la escuela con la intención de abandonarlo todo.
Rosetsu caminó durante toda la noche y la mañana siguiente. Cuando cansado por falta de sueño y alimentación, se dejó caer sobre la nieve y se quedó dormido bajo un árbol de pino.
Poco antes del amanecer Rosetsu se despertó al escuchar un ruido extraño a menos de treinta pasos de él. Estaba cansado aún, pero se sentó, para oír y tratar de mirar el lugar de donde un chapoteo de agua se escuchaba. Al clarear el día vio que el ruido era causado por un gran KOI (carpa), que estaba saltando fuera del agua tratando de llegar a un pedazo de SEMBEI (galleta hecha de arroz y sal) que estaba sobre un bloque de hielo que flotaba en un estanque cerca del cual Rostesu se encontraba.
Iban ya tres horas completas en las que el pez saltaba fuera del agua, y no lograba el éxito. El continuo salto sobre los bordes del hielo le produjeron cortes y la sangre brotó. Rosetsu observaba con admiración la persistencia del pez. A veces coleteaba sobre el hielo tratando de llegar hacia la galleta que se hallaba lejos del borde. A veces saltaba lo más alto y esperaba caer sobre el hielo y poco a poco romperlo hasta ser capaz de alcanzar el SEMBEI, Ocurrió que la Carpa logró quebrar el hielo. Con sangre y dolor al fin le llegó la recompensa a su valiente perseverancia,
Rosetsu muy impresionado vio al pez nadando con su comida; "esto ha sido una lección moral para mi. Voy a ser como esa Carpa. No voy a volver a casa hasta que logre mi objetivo. Mientras haya aliento en mi cuerpo voy a trabajar para llevar a cabo mi intención. Trabajaré más fuerte que nunca y no importa sino progreso, continuaré en mis esfuerzos hasta que alcance mi propósito o moriré"
Después de esta decisión Rosetsu visitó un templo vecino, y oró por el éxito. También dio las gracias a la deidad local que le había permitido ver a través de la perseverancia de la Carpa la línea que un hombre debe tomar en la vida. Llegado a Kyoto, Rosetsu contó a su maestro la historia de la carpa y de su determinación para lograr su anhelo.Esta vez logró el progreso y se convirtió en el mejor pintor que Okyo hubo enseñado, consiguiendo ser uno de los más grandes pintores del Japón.

FIN

El relato fue publicado en: Leyendas y narraciones japonesas. Ediciones Perú Shimpo S.A. Diciembre 2012.