martes, 29 de diciembre de 2020

El vaso de agua (Aleksander Sergejevich Pushkin)


Un peregrino, rendido de cansancio, llegó a las puertas de una granja.
-Por favor -suplicó-, deme un vaso de agua.
-¡Fuera de aquí -gritó el dueño amenazándolo con un palo-, si no quieres que te dé un golpe!
El peregrino suspiró, murmurando:
-¡Eres malo!
Llegó a la segunda granja y vio en la puerta a un hombre que fumaba en pipa.
-¿Me das un vaso de agua?
-No hay en casa ni gota, perdona hermano -le contestó perezoso.
-¡Alabado sea Dios! -dijo el peregrino.
Pero al salir vio cómo pasaba un mozo de labranza con un gran cubo lleno de agua.
-¡Qué hombre más perezoso! -pensó.
Casi a rastras llegó a una tercera granja. Un hombre uncía los bueyes a un arado.
-¿Me das un vaso de agua? -pidió humilde.
-Siéntate, hermano, voy a traértelo.
Se sentó el peregrino sobre un poyo y, viendo que el hombre no
volvía, pensó:
-¡Sin duda se ha olvidado!
Pero al cabo de media hora lo vio volver jadeante, con un jarro lleno hasta los bordes de aguan fresca.
-Tardé un poco, hermano, porque fui a buscar el agua a la fuente, pues la que había en casa no estaba bastante fresca.
El peregrino bebió ávidamente y, al terminar, dejó caer en el jarro una lágrima.
-¡La paz será contigo, hermano mío! Un hombre me negó el agua, otro no quiso levantarse y me dejó partir sediento. Tu abandonaste tu trabajo y te has cansado por mi culpa yendo a buscar el agua fresca... ¡Que la paz sea contigo, hermano...! ¡No sólo das, sino que... sabes dar!
FIN
Tomado de: Los mejores cuentos infantiles y juveniles de la literatura universal. Editorial Labor, año 1965.
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