martes, 29 de diciembre de 2020

El préstamo de la noche (Relato cashinahua)


La noche no siempre ha existido. La noche fue un invento de los cashinahua, allá, en las inmensas selvas en donde el ondulante río es la madre de la anaconda, y en donde el enérgico trueno es el padre jaguar, que ha heredado su voz y su poder.
Los tatarabuelos de los tatarabuelos cashinahua no podían dormir a causa del bullicio y la luz del día. Las mujeres siempre estaban pintándose el cuerpo con hermosos símbolos de todos los colores, mientras que los hombres, desnudos, siempre están cazando. El mundo antiguo era un paraíso, en donde todo abundaba, excepto la paz para dormir. Las finas y resistentes hamacas sobraban, pero nadie podía dormir en paz.
Un día, en que, como siempre, era de día, los cashinahua decidieron tomar prestada la noche del ratón. Se reunieron entonces las mujeres y hombres más sabios, y convocaron la noche del ratón. Ese día efectivamente oscureció. Así que las hogueras brillaron en todo su resplandor y la tribu se reunió para comer, hacer una danza e inmediatamente cumplir el anhelado sueño de dormir. Pero no habían terminado de acostarse en las hamacas cuando de nuevo amaneció. El descontento fue general. Los sabios volvieron a reunirse y devolvieron la noche al ratón, pues les pareció demasiado corta.
Entonces los sabios se pusieron sus grandes coronas de plumas multicolores como los astros, y decidieron pedir prestada la noche del cuy del monte, un pequeño roedor silvestre parecido a un conejo. Así que cuando oscureció, comieron junto a la gran hoguera, e inmediatamente se envolvieron en las hamacas... pero apenas su se estaban durmiendo cuando de nuevo amaneció.
Así fue que los sabios, los dueños de bellos cantos que imitan el lenguaje de los animales, decidieron devolverle la noche al cuy de monte y pedírsela prestada a la paca, otro pequeño roedor silvestre al que veían hacer siestas de vez en cuando. Ese día ni siquiera comieron, cuando se hizo oscuro fueron todos en seguida a mecerse en sus cómodas y largas hamacas hasta quedar dormidos. Pero no llegó a pasar una hora de tranquilo y profundo sueño, cuando nuevamente reapareció la gran pelota de fuego en el horizonte.
La noche resultaba siempre demasiado corta para los cashinahua. Así que luego de probar y devolver la noche a decenas de animales que habitan las selvas tropicales, un día, los sabios decidieron pedir prestada la noche al tapir, un gran mamífero de hocico largo, cubierto de cerdas negras y rayas blancas a los lados. Para ese entonces la gente ya ni prendía el fuego de las hogueras, ni comía; una vez tenían un poquito de noche, se lanzaban ansiosos al cálido interior de las hamacas.
Al fin, con la noche del enorme tapir, los cashinahua pudieron dormir todo lo que quisieron. Sin embargo, fue tanto lo que durmieron, que al levantarse de nuevo, sus campos de cultivo habían vuelto a quedar ocultos en la selva, y sus grandes casas habían sido prácticamente cubiertas por los largos bejucos de los árboles. Todo tipo de insectos, plantas y animales salvajes, habían hecho su casa en las casas cashinahua. Entonces, los grandes sabios, los que podían hablar con el fuego, el agua y las estrellas, decidieron, a su pesar, devolver la noche del tapir, que resultó ser demasiado dormilón.
Los cashinahua parecían estar destinados a no poder dormir en paz. Pero en la larga noche del tapir un niño había tenido un sueño, y quiso contárselo a los sabios. Había visto danzar a la carachupa o zarigueya y al picuro o lapa. La carachupa con su larga cola, y el picuro, parecido a un conejo pintado y sin cola, realizaron, en el sueño del niño, un baile perfecto y equilibrado. Y así fue que los tatarabuelos de los tatarabuelos de los cashinahua, luego de escuchar el sueño del niño, decidieron pedir prestada la noche de la carachupa y el picuro. El baile perfecto y equilibrado del sueño simbolizaba un buen dormir. Después de escuchar al niño, los sabios comprendieron que uniendo las noches de la carachupa y el picuro, finalmente hallarían la noche ideal, como en un baile en el que dos bailan una sola música.
Esa fue la primera noche en que los cashinahua pudieron dormir bien. A la mañana siguiente todos se despertaron muy contentos, y disfrutaron como nunca antes el canto de los pájaros, el sonido del río y el resplandor del sol.
Desde aquel entonces las carachupas y los picuros solo duermen de día, pues se han sacrificado prestándonos su noche, para que no solo los cashinahua, sino todos nosotros, podamos dormir tranquilos.
FIN
Foto: El picuro.
Tomado de: Los siete mejores cuentos peruanos. Ediciones Grupo Norma.

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