jueves, 1 de agosto de 2013

El delfín ciego



Sobre la ventana de mi casa, hay una banderola gigante, con ilustraciones sobre teatro de títeres.

Ayer a eso de las doce del medio día, tocaron a mi puerta. Era un señor que dijo llamarse Miguel. El preguntaba por el titiritero. Le dije: Aquí estoy.

“Soy compositor de música para niños” me dijo. Y conversamos largo, sobre Vallejo, Bárbara de Achile, Borges, la escritura de los Incas y también sobre los gusanos.

Me contaba que había compuesto unos diez temas musicales a favor de los delfines. Uno incluso se llamaba: El delfín ciego. En un instante, se puso a cantarlo. La melodía era negra, un landó. La historia me hizo vibrar. La cito no textual, sino lo que de memoria puedo recordar:


Este era un delfinito.
Había nacido ciego
su mamá, de la aletita lo llevaba a pasear.

Todos los delfines del barrio
se pusieron de acuerdo
para descubrir la manera
en que el delfinito, pudiera ver.

Y pasaron los años.
Los delfines peces inteligentes
hallaron la manera de que el ciego amigo viera.
Y el delfinito llegó a ver.

Aprendió a ver con los oidos.
Ahora viajaba largas distancias
y al regresar contaba a sus amigos
paisajes que el había podido ver

El había sido un delfín ciego
ahora, veía
gracias a los sonidos
que los ingenieros llaman: sonar.


La conversa continuaba. Ya al despedirse, me regaló una frase de Jorge Luis Borges: “Ya se ha dicho todo, pero no es suficiente”.

Yo puedo decir, que ayer, el arte, tocó a mi puerta.

No se si tenga mucho que ver con el relato, pero el pianista koreano Yiruma, es soberbio en la interpretación de su: El Río fluye en ti. Disfrútenlo.


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