viernes, 22 de marzo de 2013

La Cometa




Una tarde, cuando salía de la escuelita de primeras letras, vi muchas cometas en el cielo. Era la primera vez que veía algo que podía elevarse tan alto. Mi mamá me llevaba de la mano y yo, no me cansaba de alzar la mirada y observar las figuras que estaban como suspendidas en el aire. Habían formas cuadradas, otras hexagonales, que semejaban un barrilete. Unas parecían un rombo y otras una pequeña embarcación con vela incluida.

A partir de mi encuentro con las cometas, pues yo quería tener un barrilete para echarlo al viento y comandarla desde el suelo, y hacerla que “cabeceara”, que se ondule en su volar, que haga picadas como cayendo, y que después se eleve y eleve hasta las nubes.

En casa, no me dejaban que tuviera una cometa, y es que un chico se accidentó, al enredarse la cola de su barrilete, con la línea de electricidad aérea.

Tuve mi barrilete cuando estaba ya en la escuela secundaria y de trece años. Yo hice mi cometa. Pasé toda una tarde cortando el carrizo y preparando pegamento con harina. Ya casi de noche, terminé el volador juguete. Al día siguiente, me fui a volarlo.

Siempre se necesita de alguien que te suspenda la cometa con sus manos, mientras tú, habiendo soltado bastante pabilo, te ponías a correr, para que tu juguete emprenda la subida. Es como el despegue de un avión de pasajeros. A esta operación, de que un amigo te sostenga la cometa, le llamábamos: échamela.

No había quien me echara la cometa. Pero igual logré que volara. Subió mi barrilete hasta verse de tamaño muy menudo. Yo estaba contento y recordaba mi experiencia de cuando tuve cinco años y que a la salida de la escuelita, vi una multitud de figuras que estaban visitando el cielo, gracias a la habilidad de un niño




Nota: La foto es del libro: AFGANISTÁN alzando el vuelo. Editorial Pearson Educación SA, año 2002, página 255. Fotógrafo Damir Sagolj.

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