sábado, 7 de agosto de 2021

Donde se ve que fácilmente pierde la memoria el zorro


.



A un cóndor que tocaba entretenidamente su flauta, el zorro se le acercó. Le saludó:

–Buen día, tío, le dijo. ¡Qué bonito toca!

–¿Ah sí?, respondiéndole el cóndor despectivamente.

–Enséñeme, tío, -le rogó.

–No tengo tiempo, -replicó el cóndor.

Pero el zorro le suplicó tanto, que al fin aceptó.

–Vas a traer una caja y una flauta.

El zorro, encantado corrió a su casa. Por el camino

fue repitiéndose:

–Caja y flauta. ¡Caja y flauta!

Al saltar una acequia se olvidó de los nombres. Volvió ante el cóndor a hacerse repetir. Corrió nuevamente entre gritos y silbidos. Y otra vez al saltar la acequia, se olvidó por segunda vez.

Así se olvidó hasta por una docena de veces. Su tío, muy fastidiado, ya no quiso decirle lo que tenía que traer.

Desconsolado se sentó a pensar horas y horas, haciendo esfuerzos por recordar. Al fin se levantó muy alegre, gritando:

–¡Pero si me ha dicho: “Batán” y “Moledor”!

Creyendo haber dado con el clavo corrió a todo vuelo a su casa. Su madre admirada no quiso dejarle sacar el batán y el moledor. Pero lloró y suplicó tanto que le permitió llevarse las dos piedras que servían para moler el trigo y hacer harina.

Tan pesada era su carga, que al llegar a la malhadada acequia, no pudo saltarla. Al fin lo logró, pero con tan mala suerte que en la orilla opuesta resbaló. Murió aplastado por el peso.

FIN

Leyendas ancashinas (plantas alimenticias y literatura oral andina), Lima, Consejo Nacional

de Ciencia y Tecnología-CONCYTEC, 1990, pp. 74-75.

No hay comentarios:

Publicar un comentario