martes, 11 de septiembre de 2018

El músico y la serpiente






Había una vez un músico que tocaba el pandero. Hacía más de seis meses que no ganaba dinero. Se le ensombreció el semblante, cogió el pandero y se fue al campo. Caminó cosa de dos horas; era verano y el sol le daba fuerte en la cabeza. A lo lejos vio un árbol y una fuente. Se acercó al árbol, bebió agua de la fuente, se sentó y descansó debajo del árbol. Sacó pan de la faltriquera y comió. Se animó un poco, cogió el pandero y empezó a tocar.

Mientras estaba tocando, la tierra empezó a temblar. De repente, se abrió un agujero y salió una serpiente que empezó a bailar. El músico se asustó mucho y empezó a tocar más fuerte, y la serpiente estuvo bailando media hora. Después, la serpiente dejó de bailar, abrió la boca, le escupió dos monedas de oro y regresó a su agujero. El músico cogió las monedas, compró muchas cosas y se fue a su casa.

Al día siguiente volvió al mismo lugar, empezó a tocar y otra vez salió la serpiente y se puso a bailar. Después le escupió otras dos monedas. El músico hizo cada día lo mismo durante diez años, hasta que se hizo muy rico. Un día cayo gravemente enfermo, y cuando ya estaba a punto de morirse, llamó a su hijo y le dijo:

-Te voy a contar un secreto; pero no se lo digas a nadie. Tienes que coger este pandero e irte muy lejos al campo, a dos horas de aquí. Verás un árbol y una fuente. Tienes que sentarte allí y ponerte a tocar. Saldrá una serpiente; pero no te asustes: al cabo de media hora te va a echar dos monedas de oro.

El hijo cogió el pandero y se fue al campo, al lugar que le había dicho su padre. Sacó el pandero y empezó a tocar. Mientras estaba tocando, salió una serpiente bailando. Bailó durante media hora, después paró, abrió la boca, le escupió dos monedas y se fue al agujero. El músico cogió el dinero y se fue a su casa. Al día siguiente regresó. Cogió un cuchillo grande, se lo escondió en la espalda y se puso a tocar. Se dijo el músico:
-Esta serpiente está llena de dinero, en vez de cogerle dos monedas al día, la mataré y lo cogeré todo de una vez.

Se sentó y empezó a tocar. La serpiente salió a bailar, y él cogió el cuchillo, le dio un golpe en la cola y se la cortó. La serpiente, al ver que le había cortado la cola, le miró a la cara y le dijo:
-Yo ahora te mataría; pero por consideración a tu padre no te mataré. No vuelvas más por aquí.

La escupió y le volvió la cara del revés. El muchacho se fue a su casa y se quedó con la cabeza de lado para toda la vida.

Ellos tengan bien y nosotros también.

FIN

(Contado por Nissim Baruh de Haskoy, de 45 años)

Tomado de: Cuentos ladinos, relatos Sefardí. Año 2001


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