Había una vez un papá que no sabía contar cuentos... Cada noche antes de dormir, Jaime llamaba a su papá.
- Papá, ¿me cuentas un cuento?
- Hijo, no sé ningún cuento. Si quieres te cuento lo que he hecho hoy en el trabajo, o lo que vi en el noticiero, o lo que hablé con la tía María..., pero cuentos... no sé ninguno.
- Uy papá, yo quiero que me cuentes un cuento - decía Jaime –
- Si quieres mañana vamos a la Biblioteca a ver si encontramos alguno para leer...
Al día siguiente Jaime y su papá fueron a la Biblioteca.
- ¡Buenas tardes! - dijo Jaime al entrar.
- ¡Sshhhisss! ¡Silencio!- dijo la bibliotecaria- Aquí no se puede hablar alto o molestarás a los lectores.
- ¡Buenas tardes! - repitió Jaime, pero esta vez muy bajito.
- ¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarte en algo? - pregunto la señora.
- Tenemos un problema - explicó Jaime - Mi papá no sabe contar cuentos...
- ¡OH! Ese es un problema muy serio. Creo que sé quién puede ayudarlos...
- ¿Quién? -preguntó el papá muy interesado.
- ¡El Duende de la Fantasía!
- ¿Dónde podemos encontrarle? - preguntó Jaime.
- Subir a la tercera planta. Esta un poco oscuro porque se malograron las luces y, como apenas va alguien por allí, aún no lo han arreglado. Tienen que ir al fondo de la sala. Allí hay un libro muy grande y no muy lejos de él lo encontrarán. Pero tengan mucho cuidado, no lo vayan a asustar. Lleva muchos años viviendo en la Biblioteca y no está acostumbrado a los ruidos fuertes.
Jaime y su papá subieron las escaleras, al llegar a la tercera planta, había muy poca luz, no había nadie en las mesas y al fondo, apenas se veía nada, así que se acercaron muy despacio casi de puntillas, para no hacer ruido.
Al fondo del todo había una mesa y sobre ella un gran libro, tan grande o más grande aún que Jaime, pero allí no había nadie más, no encontraron ningún duende...
- ¡Creo que aquí no hay ningún duende! - dijo papá.
- Este es el libro, así que no tiene que andar lejos.
Jaime comenzó a andar alrededor del libro y, cuando hubo dado una vuelta completa, allí estaba el duendecillo, encima del libro, mirándole como si supiera a qué había ido allí.
- ¡Hola, Jaime! - saludó el duende.
- ¿Me conoces?
- ¡Claro!, te estaba esperando... Yo conozco a todos los niños y en especial a aquellos que necesitan mi ayuda. Cuéntame, ¿Qué te pasa?
- Este es mi papá, no sabe contar cuentos...
- ¡Eso es imposible!- dijo el duende sorprendido
- ¡Es cierto!
- No conozco ningún cuento, puedo contarte lo que quieras, pero un cuento... ¡Imposible!
El Duende de la Fantasía, se pasaba las manos por la cara una y otra vez tratando de comprender lo que estaba viendo...
- Vamos a ver, ¿sabes quién es Caperucita? - preguntó el duende
- No la conozco.
- ¿La Bella y la Bestia?
- Nunca he oído hablar de ellos.
- ¿Pinocho?
- ¿Quién es ese?
- ¿Blancanieves?
- ¿Es una chica?
El Duende estaba empezando a perder la calma...
- ¿Sabes quién es David el Gnomo?
- Todo el mundo sabe que los Gnomos no existen - respondió el papá.
- ¡Es cierto, Jaime! ¡Tu papá no conoce ningún cuento! Esto es más grave de lo que pensaba...
- ¿Puede curarse? - preguntó Jaime.
- ¡Claro! Tu papá ha perdido su memoria infantil. Para recuperarla deben ir al País de Siempre Volverás, buscar la fuente de los cuentos y beber de ella.
- Querrás decir el país de Nunca Jamás - dijo Jaime
- ¡No! Ese es el País de Peter Pan, yo hablo del País de Siempre Volverás, donde viven los protagonistas de todos los cuentos, allí están todos.
- ¿Cómo llegaremos hasta allí?
El Duende dio un salto y al instante cayó al suelo y tras él cayó el libro, que quedó abierto Sus páginas mostraban una puerta secreta que conducía al País de Siempre Volverás.
- ¡Entren!- dijo el Duende- Recuerden que tienen que buscar la fuente de los cuentos y beber de ella.
Jaime y su papá entraron en el libro y al instante todo cambió de color, la luz llenaba el lugar, había flores, árboles y animalillos que corrían por todas parte, pájaros que cantaban sin parar, nubes azules, un sol radiante en el cielo y un camino de color naranja en el suelo...
- ¡Vamos, papá! Veamos dónde nos lleva este camino...
Padre e hijo anduvieron y anduvieron sin cansarse hasta llegar a una casita de ladrillos rojos, llamaron a la puerta, y se oyó una voz:
- ¿Quiénes son? ¿y qué quieren?
- Soy Jaime y mi papá, buscamos la fuente de los cuentos.
La puerta se abrió y aparecieron tres cerditos.
- ¡Ufff...! ¡Qué susto! Creíamos que era el lobo, ya destruyó dos casas pero con esta no podrá. No dejen el camino, él os llevará a la fuente de los cuentos.
Jaime y su papá siguieron andando por el camino naranja hasta que llegaron a un gran palacio, en la puerta había un gato, pero no era un gato normal, era un gato con botas.
- ¡Miaauuu! ¿Quiénes son ustedes?
- Jaime, que gato tan raro -dijo el papá un poco asustado.
- Soy el gato con botas y cuido la casa de mi amo que se encuentra en la fiesta del pueblo.
- Nosotros buscamos la fuente de los cuentos
- Entonces seguir el camino, los lleva al pueblo y allí esta la fuente.
Jaime y su papá una vez más continuaron andando, a lo lejos se veía un pueblecito. Entonces apareció un gran globo que bajó del Cielo.
- ¡Buenos Días, caballeros! Soy Willy Fog, estoy buscando el baile de los cuentos, saben dónde esta.
- Al final de éste camino, nosotros vamos allí.
- ¡Entonces suban a mi globo! Yo los llevaré.
Se montaron en el globo y en un par de minutos llegaron al pueblo. Había muchísima gente celebrando una gran fiesta, la Bella y la Bestia bailaban en el centro de la plaza, Caperucita estaba preparando una merienda para todos los invitados, Los músicos de Bremen tocaban y cantaban sin parar, Blancanieves bailaba con los enanitos, Hansel y Gretel jugueteaban en su casa de chocolate. Aladíno volaba en su alfombra mágica y Campanilla iba de un lado a otro buscando a Peter Pan, que se había escondido dentro de la casa de chocolate.
Jaime y su padre se acercaron a la fiesta y preguntaron a un señor muy bajito:
- Hola, soy Jaime y buscamos la fuente de los cuentos.
- Hola, soy David el Gnomo, la fuente de los cuentos está detrás del lago de los cisnes.
Allí fueron Jaime y su padre, al llegar el papá se acercó y bebió de la fuente. Casi sin darse cuenta habían vuelto a la Biblioteca, estaban frente al libro gigante, pero ya no había rastro del Duende de la Fantasía. Bajaron rápidamente a la planta baja y se acercaron a la Bibliotecaria
- ¡Queremos llevarnos el libro gigante de la tercera planta!
- Ese libro no se presta, - dijo la señora. Pueden venir a leerlo cuando quieran, pero no se puede sacar de aquí.
- ¡Está bien! Volveremos mañana. Jaime y su papá se fueron a casa. Al llegar la noche, Jaime le preguntó a su papá
- Papá, ¿me cuentas un cuento?
- ¡Claro! Conozco todos los cuentos del mundo, pero hoy voy a contarte un cuento especial...
- ¡Qué bien!
- ¿Estás preparado?
- ¡Sí!
- Había una vez un papá que no sabía contar cuentos...
FIN
Eva López León
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