En una aldea de los andes peruanos, vivía una familia campesina con muchos hijos. Trabajaban duro cultivando las papas y criando las llamas y alpacas, sin queja alguna de su destino penoso. El mayor de los hijos se llamaba Vicente, era un chico alegre y ágil, a quien todos conocían como Puriq Wayra (Viento Andante), ya que en su tiempo libre lo aprovechaba para correr por los senderos montañosos, siguiendo los pájaros salvajes.
Un día, como siempre, Vicente fue a pastorear animales en las laderas del monte Huayrorumi, cuando el sol comenzó a ponerse, emprendió la marcha de regreso a casa. Caminando a lo largo de la ruta de pronto vio un Chaquisapa, un ave con patas largas que no puede volar alto. Comenzó a correr detrás del ave. Escapándose de su perseguidor, el pájaro entró a una cueva oscura y húmeda en la que solo el eco saludaba a los visitantes perdidos. Vicente sin pensar en el peligro, entró detrás del Chaquisapa con la alegría y la esperanza de atrapar al pájaro salvaje.
De repente, en la penumbra de la cueva el joven vio a una roca abriéndose, de esto se aprovechó el pájaro entrando rápido por el misterioso portal. El joven no se quedó atrás. Gracias a sus rápidos reflejos se deslizó justo detrás de él. El joven permaneció asombrado un rato y cuando se dio vuelta, la entrada secreta desapareció. Decidió seguir al pájaro por el cual se quedó atrapado en esta tierra desconocida. Corría y corría pero no pudo alcanzar al ave. Pensó que era un sueño, porque a pesar de las muchas horas de haber corrido no se sentía cansado. Se acostó en un barranco donde crecía hierba suave y fresca. Se quedó dormido rápidamente, y cuando despertó se estaba en una choza vieja. De repente una mujer mayor entró a la habitación y dijo:
“Hola hijito, tuviste suerte de venir aquí. De lo contrario te hubieran comido.”
Vicente no respondió a su saludo porque pensó que estaba soñando. Poco después la mujer le dio de comer y le dijo:
“Vivo aquí sola. Mi esposo y mi hijo están en un largo viaje. ¿Me ayudarás con los animales?, después puedes elegir un caballo.”
Vicente era un chico fuerte y ágil, así que le iba bien en el pastoreo de animales. Todos los días corría mucho, hasta que aprendió a correr tan rápido como el viento, y así pasaban los días y las semanas.
Un día cuidando las ovejas, Vicente se encontró con Chaquisapa. El pájaro le dijo:
-Escucha, no te das cuenta que estamos atrapados en otro mundo.
-Creo estar soñando, pero he estado así demasiado tiempo. Quiero despertar. –Dijo Vicente.
-No estás soñando. Si quieres averiguarlo entra en el agua. Si esto es real, entonces comenzarás a ahogarte. Si es solo un sueño, no morirás.
Vicente, seguro de sí mismo entró en el agua. Cuando comenzó a ahogarse, se dio cuenta de que el pájaro estaba diciendo la verdad. El joven no sabía cuánto tiempo había pasado en el otro mundo. Durante su ausencia sus padres estaban muy preocupados. Lo buscaron durante mucho tiempo, pero así pasaron los años, sin noticia alguna.
Cuando Vicente entendió que estaba atrapado en el mundo desconocido, junto con Chaquisapa comenzó a planear un escape.
Al día siguiente, el joven fue a pastorear a los animales. Este día a espaldas de la mujer se reunió con Chaquisapa para buscar la salida. Cuando encontraron aquel pasaje en la roca por el cual habían entrado, el Chaquisapa logró huir, pero Vicente fue detenido por el hijo de la mujer, que acababa de regresar a casa.
Fue en aquel momento cuando Vicente se dio cuenta que la gente que habitaba en el otro mundo eran Saqras, espíritus malignos que devoran a los humanos.
Cuando el Saqra regresó a casa con el fugitivo, la mujer estaba mirando a por la ventana, con una cara triste y preocupada:
“Me alegro de que mi hijo te haya atrapado, es tu tío. Si te hubiera atrapado mi marido ya no estarías aquí.”
Dijo la mujer y le dio tres piedras negras y susurró:
“Estas piedras te traerán suerte. Yo te ayudaré.”
El Chaquisapa que logró escaparse, informó al Cóndor, Serpiente y Puma, que el joven Vicente había quedado atrapado en el otro mundo y que necesitaba ayuda. El Cóndor voló a la casa de los padres para darles la noticia de su hijo desaparecido. En aquellos días los Saqras secuestraban y devoraban a la gente que no sabía defenderse de ellos.
El Cóndor, ayudante de los apus, convocó a una reunión de animales en la que acordó volar al otro mundo y salvar a Vicente. El Puma, gato andino, se comprometió a usar sus fuertes garras para romper la entrada en la roca, y el Amaru, serpiente de la selva, aceptó comer a los espíritus malos.
De acuerdo con el plan, el Puma fue a las lomas de la montaña Huayroruni y arrancó la entrada en la roca por la cual el Cóndor ingresó a la tierra de los Saqras, y la Serpiente se quedó en la salida, esperando pacientemente su misión.
Vicente que deambulaba en el barranco preocupado por su destino, vio un Cóndor acercándose hacia él:
-Te estaba buscando. Vine a salvarte, pero tienes que pagarme. –Le explicó el pájaro.
-Te puedo dar mi poncho, mis zapatos. No tengo nada más. –Respondió Vicente desesperado.
Lamentablemente el Cóndor no quiso aceptar su oferta. Pero Vicente recordó el regalo que le había hecho la mujer, tres piedras negras que tenía en su bolsillo:
-Esto es lo único que tengo, por favor, llévame a mi casa.
El Cóndor aceptó. Agarró con sus garras a Vicente y juntos volaron por las altas montañas.
Los animales entregaron al hijo a sus padres, pero él no los reconoció. El tiempo en el otro mundo, corre más lento. Mientras Vicente apenas había envejecido, sus padres se acercaban al final de sus días.
Cuando vieron a su hijo, empezaron a llorar, pero Vicente no podía escucharlos. Al ver sus lágrimas, el joven dijo:
-¿Por qué lloran?, yo estoy aquí sano y salvo.
Los padres no escucharon. No supieron entender el habla del hijo. Resultó que mientras Vicente estuvo en el otro mundo, se olvidó el Runa Simi, el lenguaje de los humanos.
Vicente se sentía ajeno a su gente. Al no poder comunicarse con su familia intentó escapar, pero los padres no quisieron perder a su hijo de nuevo, por eso lo ataron y encerraron en la casa.
Vicente estaba tan triste, alienado, incapaz de comunicarse con su familia, que empezó a lamentarse el regreso a casa. Un día vio a una hormiga y dijo:
-Ojalá pudiera hablar con esta hormiga.
-Yo siempre te escucho hablar. –Dijo la hormiga.
A partir de este momento todo cambió. Vicente se dio cuenta de que a pesar de haber olvidado el lenguaje humano todavía podía hablar con los animales. Sus nuevos compañeros le ayudaron a aprender el lenguaje humano sin perder la habilidad de comunicarse con el reino animal.
Cuando ya pudo conversar con sus padres, Vicente se enteró que su abuela, la madre de su padre, también había sido secuestrada por los Saqras. Después de unos años, volvió al otro mundo y con la ayuda de sus compañeros: El Cóndor, El Puma y la Serpiente, logró salvar a su abuela. Fue la misma mujer que lo hospedó en su casa en el otro mundo.
Esta es la historia de Vicente, el primer chamán andino que fue capaz de comunicarse con los espíritus de los animales salvajes. A partir de este momento, Vicente viajaba y ayudaba a la gente.
Cuando ya era viejo, un día se sentó en la cima de una gran montaña apreciando el atardecer. De repente se le acercó el Cóndor, el mismo que le ayudó a escaparse del otro mundo. Le devolvió las piedras y le dijo:
-A partir de este momento pasarás estas piedras a tus hijos y nietos. Les enseñarás todo lo que la gente común no sabe y no puede.
Y así las piedras de poder chamánico, en quechua llamadas Illas o Khuyas, designan las generaciones sucesivas de chamanes andinos.
FIN
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