Nunash era una hermosa princesa, alegre y vivaz. Adornaba sus cabellos con flores. Jugaba en el campo, corría y reía. También cantaba, también bailaba.
Un día llegó al pueblo: Cunyac, un joven forastero. Cuando Cunyac vio a Nunash, tan hermosa, tan alegre, se enamoró de ella y quiso quedarse a vivir a su lado.
Cada día se acercaba un poco más a ella y cuando un día estuvo muy cerca, le habló con el corazón, y con su boca le pronunció palabras tiernas y bonitas:
"Prometo quererte siempre. Prometo construir una casa sencilla y bonita. Prometo cuidarte a ti y a nuestros hijos."
Los ojos de Cunyac hablaban con cariño y con verdad. Nunash aceptó. Nunash estaba muy feliz.
El padre de Nunash estaba muy, pero muy molesto: ¡¿Queeee?! ¿Mi hija se quiere casarse con un forastero? ¿Cómo tan noble princesa podrá vivir con un simple hombre? ¿Por qué ese forastero ambicioso pretende a mi hija?
Era tan grande la cólera del padre que fue a despertar a la serpiente alada del lago y le habló así:
"Serpiente alada, tu que proteges a mi pueblo. Tu que eres dios de estas tierras. Castiga a Cunyac, el forastero, por su osadía."
Cuando Nunash y Cunyac escucharon que las aguas del lago se agitaban, supieron que sus vidas estaban en peligro. Corriendo se fueron a las montañas a pedir ayuda a Kamachi, el hechicero.
"Por favor Kamachi, nos amamos. Queremos vivir juntos. Por favor, ayúdanos"..., así le dijeron.
El hechicero, transformó a Nunash en mariposa. Y Nunash como linda mariposa salió volando hacia los bosques a buscar ayuda y así combatir a la serpiente.
Nunash recobró su forma humana y volvió con guerreros fuertes y valientes. Los guerreros combatieron y vencieron a la serpiente alada. La serpiente cansada y vencida se escondió en el lago.
Entonces Nunash buscó a Cunyac y gritaba:
"Cunyac, Cunyac."
Pero Cunyac no respondía.
"Cunyac, Cunyac."
Cunyac no estaba.
Cansada de buscarlo se recostó en una roca y se quedó dormida. Cuando dormía escuchó la voz de Cunyac que le decía:
"Nunash, soy la roca en donde tu cuerpo descansa. Soy tu amado Cunyac. Kamachi el hechicero me transformó en piedra para salvarme de la serpiente alada. No volveré a tener forma humana. He pedido a los dioses, si tu aceptas, que te conviertan en una hermosa montaña para contemplarte y estar siempre juntos ¿Aceptas?"
Nunash, aceptó.
Al día siguiente, frente a la roca que antes fue Cunyac, apareció un cerro con el perfil de una mujer dormida. Esa montaña es Nunash, la: Bella Durmiente. Nunash ahora está allí para siempre. Ya no canta, ya no baila, ya no juega, pero siempre está allí hermosa, y siempre se viste de árboles, pájaros y flores. Ella es parte de nuestra Amazonía y está en Tingo María.
FIN
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