En
el año de 1970, cursaba yo el segundo de media en el colegio Ricardo Palma del
distrito de Surquillo. Mi horario de clases era el que se llamaba “partido”.
Asistía tanto en la mañana, como en la tarde. Mis compañeros y yo, Íbamos a
nuestras casas para almorzar, y regresábamos a la escuela a las 3 de la tarde.
El
director del colegio, era un entrañable señor. Han pasado tantos años, y
todavía recuerdo su nombre completo: José Gabriel Rodríguez Figueroa. Era una
persona muy culta. En una oportunidad durante las ceremonias cívicas que se
efectuaban en el patio central, con todos los alumnos en formación, el director
nos hablaba que en el Perú, habían tres clases de enemigos de una promesa de
vida peruana: Los Incendiados, Los Congelados y Los Podridos. Impresionados le
seguíamos la explicación. Tiempo después, aprendí que eso de los tres tipos de enemigos,
fue un ensayo del historiador Jorge Basadre. Que tales maestros me tocaron en
la escuela, eran de primera. Basta recordar al maestro José Sotillo, quien
había formado un club de Astronomía y tenía equipada un aula, donde uno podía
ver cine con películas sobre ciencia. También estaba el profesor Vargas y su
club Herodoto para la enseñanza de la historia universal.
En
el año de 1970, el director Rodríguez, fue trasladado a una dependencia del
Ministerio de Educación. En su reemplazo, fue asignado al colegio un señor de
apellido Dextre. Él implementó muchos cambios, pero bien visto, sus afanes no
tuvieron otro objetivo que opacar la labor del antecesor. Dextre, fue creándose
una atmósfera de rechazo.
Por
esas épocas, algunos colegios particulares desarrollaban sus clases con el
sistema llamado: Horario corrido. Los alumnos llevaban lonchera, y estudiaban
desde las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde. La modalidad de ese horario
fue propuesta por unos profesores para su aplicación en el Ricardo Palma. La
idea comenzó a calar entre los estudiantes. Se evitarían los afanes de irse, para
después retornar a la escuela en un mismo día. Esto de no regresar, era también
una ventaja económica para los que nos desplazábamos en bus. Finalmente, los
estudiantes, podrían estar más horas en casa para hacer sus tareas.
La
idea de cambio de horario, fue objetada por el director Dextre. Él se oponía, y
propuso lo siguiente: que los padres de familia decidan en votación el horario
que debería usarse. Algo así como una especie de referéndum. Los padres en el
periodo de una semana se acercaban al colegio y llenaban las respectivas
tarjetas con su decisión.
La
votación terminó. Un día viernes, a eso de las 4 de la tarde, tres mil alumnos
estábamos formados en el patio. Se iba a conocer el desenlace del referéndum. El
director parado delante del micrófono leyó los resultados: “Por la continuación
del horario partido 1450 votos. Por el horario corrido 1475 votos”. Había
también la existencia de votos en blanco.
Los
alumnos gritamos, vitoreando el triunfo del horario corrido. Pero, no
contábamos con la estrategia de Dextre, la máxima autoridad del colegio. Los
alumnos le mirábamos. Todos los profesores también le miraban. El director
anunció:”Veinticinco votos de diferencia, no es una mayoría absoluta. Por
tanto, no se cambia el horario y se mantiene tal como está”. Nos quedamos mudos. No esperábamos un mensaje
así. Dextre ordenó: “Alumnos, vayan a sus salones. La reunión ha terminado”. Apagó
el micrófono y colocó sobre el cabezal, y a manera de funda protectora, un pequeño
bolso de tela.
No
nos movimos. Nuestra respuesta de inmovilidad quizás era el afloro de un
sentimiento de rebeldía frente a una actitud injusta. Fueron largos minutos de
tensión. Algunos alumnos iniciaban lentamente su desplazamiento. En eso vimos
que del grupo de profesores, uno de ellos, caminaba resueltamente en dirección
a Dextre. Tenía una expresión de furia. Ya no nos movimos, parecía que iba a
ver una pelea. El profesor, retiró el cobertor, encendió el micrófono, y se
dirigió a los alumnos:
“Estudiantes Ricardopalminos. Hemos visto como se quiere torcer la voluntad de la mayoría de los padres de familia. Así que es de justicia, que se implemente en el colegio el horario corrido, que traerá beneficios a estudiantes y profesores, y que además permitirá hacer mejor las tareas de mantenimiento dentro del plantel. Así la diferencia fuera de un solo voto, pues gana la opción que consiguió la mayoría”
El
maestro hizo un alto, para tomarse un respiro. Nosotros aplaudimos y gritamos a
su favor. El continuó:
“Por eso alumnos, debemos hacer prevalecer lo que fue la voluntad de sus padres. El horario corrido es un hecho”.
Nosotros
gritamos: ¡Viva el horario corrido! Aplaudimos al valiente maestro que dijo lo
que queríamos escuchar. Recién allí, fuimos a nuestros salones, comentando lo
que nos había tocado presenciar esa tarde.
Estábamos
en las aulas, pero los profesores demoraban su llegada. Pasados unos quince
minutos, ingresó el profesor, quien nos dijo: “Se suspenden las clases. Deben
ir a sus casas. Todos los maestros vamos a tener una reunión de urgencia en el
auditorio del tercer piso”. Así que salimos. Caminamos hacia el patio. Todos
los alumnos se retiraban. Vimos a los profesores que se dirigían al tercer piso
y de entre ellos distinguimos al valiente que había tomado la palabra en contra
de Dextre. Cuando lo vimos asomarse a una ventana, gritamos: ¡Viva! El contestó alzando la mano en señal de
victoria. Había nacido un líder.
Mientras
salíamos hacia la calle, unos alumnos comunicaban una consigna: “El lunes se
viene, pero no se entra al colegio”. Vaya usted a saber, como se había “forjado”
el comité de lucha de los estudiantes.
Llegó
el lunes. La puerta lateral que se usaba como ingreso al colegio, estaba copada
por una multitud de estudiantes gritando: ¡No entrar. No entrar! Yo fui de los que optó por ingresar al local
de la escuela. El director en otra muestra de su intransigencia, y de su
malhadado proceder, había ordenado al personal de limpieza, conserjería y
mantenimiento, que se proveyeran de un palo, y que se formaran a manera de
“callejón oscuro”. Cada alumno que decidía ingresar, atravesaba el “callejón”
escuchando de los armados con un palo lo siguiente: “El que entra, ya no sale”.
Los
pocos que entramos, no tuvimos clases. Se vivía un ambiente muy tenso. Los
alumnos que se quedaron fuera, al cerrarse la entrada lateral, se trasladaron al
ingreso principal que da a la Avenida Angamos. Allí las puertas del colegio
eran de vidrio. Se escuchaban silbidos y de un momento a otro, una lluvia de piedras
comenzó a destrozar las lunas de puertas y ventanas.
A
la carrera, nos hicieron salir por la puerta lateral. Antes nos avisaron que
las clases se suspendían por tres días. Ya en la calle, me dirigí a la Angamos.
Allí los estudiantes que atacaron al colegio, también se noticiaron de la
suspensión de clases. Era tal la cantidad de uniformados de comando, que
invadimos las dos vías de la avenida. Los autos y ómnibus no sabían por donde
avanzar. Nosotros marchábamos hacia la avenida Panamericana. Una señora me preguntó:
“¿Qué pasa? ¿Por qué tantos alumnos a esta hora de la mañana?, son las 10. Deberían
estar estudiando”. Yo le conté lo del horario corrido.
Al
día siguiente, lo sucedido en el Ricardo Palma, fue titular de dos diarios: “¡Estudiantes
desatan caos en el colegio Ricardo Palma de Surquillo!”. “Turba de estudiantes
genera violencia en Surquillo”. Pasados los tres días de suspensión, y vueltos
ya al colegio los profesores en las aulas comunicaban las decisiones del
director: El horario de clases no se modificaba. El profesor que contra la
voluntad del director, hizo uso de la palabra soliviantando a los alumnos, fue
separado del colegio.
Ese
fue el final de nuestra “primavera” de modificación de horario de clases. Hay
dos cosas que es necesario contar, para que esta historia pueda completarse. Pero
más que completar, es el compartir, los guiños y las mofas que te da la vida. Una
de ellas es referida a la norma que dictó el gobierno en enero de 1971: “El
Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, considerando que la educación
es un derecho, decreta a partir del presente año lectivo, que los locales
escolares se utilicen con mayor eficiencia. Por tanto, se establecen dos
horarios de estudios: Turno mañana con hora de entrada 7:45 AM y hora de salida
13:00 horas. Turno Tarde: con hora de ingreso las 13:30 horas y salida las
18:30 horas. Los militares gustaban de expresar las horas así con esa
solemnidad: “trece con cero y cero horas”. Es decir, si se hubiera implementado
el horario corrido, pues este desparecía
debido a la orden ministerial.
La
otra es contarles el nombre del maestro que con energía nos dirigió su palabra
de protesta. Esa que nos encendió el entusiasmo, y que por su acción, fue
cesado. Su nombre era: Hugo Chávez.
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