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Imagen del Blog: 20minutos.es |
Eran dos niños, que vivían en una misma vecindad en la
ciudad de Berlín. Ambos eran alemanes. Uno de ellos Saúl, era judío. El otro Franz,
católico. El padre de Saúl, regaló a su hijo un Teddy Bear, un peluche. Los dos
amiguitos tarde a tarde organizaban aventuras con el muñeco. Llegó la
fatalidad. La guerra estalló. Saúl y su familia fueron perseguidos. El niño
judío dio su oso, en encargo a Franz, para que se lo cuide.
La guerra estaba por terminar. Berlín fue bombardeada. El oso,
terminó entre escombros. Un soldado afro-norteamericano, se encontró el Teddy,
lo cogió y se lo puso dentro de la camisa. Pensaba en su hija allá lejos en los
Estados Unidos. Avanzó, pero una bala lo derribó. Era el proyectil de un
francotirador.
Ya en el hospital, los médicos atendían al soldado. Este volvió
en sí. Los doctores le dijeron: El osito debajo de su camisa atrapó la bala.
Eso lo salvó.
El muñeco estaba destrozado. El soldado lo remendó y ya vuelto a casa, se lo
entregó a su hija. Pasaron los años. La niña se hizo mujer. Su infancia había
sido muy dura: padres ausentes. El oso le recordaba una niñez que no le era
grata, así que aventó el oso por la ventana de su apartamento. Pasó un
anticuario, vio al osito y lo recogió. Lo embelleció y lo agregó a los muñecos
que en su tienda tenía en exhibición.
Un día, pasó por la tienda Franz, era un inmigrante alemán
de avanzada edad. Vio al osito y recordó su niñez, de cuando jugaba con el
amiguito de barrio. Compró el Teddy, fue a casa y se puso a buscar en unos
archivos información sobre su amigo Saúl. Logró encontrar un dato. Saúl vivía
aun y residía en Berlín. Franz le llamó y le invitó a que le visitara.
Hoy los dos amigos, ya viejos en edad, pero jóvenes en
amistad, siguen creando aventuras con aquel muñeco, el juguete que, cuando eran
niños, les acompañó.
(FIN)
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