Iba
yo en un bus, muy lleno. Sube una pareja joven, con un cochecito. Ella
se sienta y su esposo, le da al niño. El bebé estira los brazos y
sonrie. Era la manifestación de la vida, la gráfica de una esperanza. Al
costado mío, dos tipos conversaban. Yo
les escuché todo el trayecto. El tono de sus voces era alto, aunque no
quisiera, les escuchaba. Hablaban de la pareja de uno de ellos. El
casado decía: "Ya no puedo más. Nunca hablamos. Esto lo aguanto, solo
hasta diciembre. Que diferencia con Lucía. ella siempre tenía tiempo
para mi, me preguntaba como me fue en el día y me servía una sopa
caliente". Yo me dije: ¿Qué habrá ocurrido, para que él y Lucía, se
hayan distanciado?. Los amores, en veces, no duran para siempre.
Mientras los escuchaba, yo de reojo volteaba a la izquierda. En uno de
los asientos estaba una chica, quizás unos 30 años. Miraba las calles a
través de la ventana. Apretaba una bolsa negra que tenía sobre sus
piernas. No hablaba, pero su semblante se mostraba con mucha tristeza.
De pronto en una de las veces de mi reojo, vi que unas lágrimas
humedecían sus mejillas. Dios mío me dije, ¿qué penas estará
afrontando?. Así que Chachi, en un espacio tan pequeño, como puede ser
un bus, tenía la esperanza, el desencanto y la tristeza. Estoy
convencido que Dios también viajaba en el bus, Él no deja solas a sus
criaturas, así me lo enseñaron de niño, y así es.
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