domingo, 28 de octubre de 2012

La Ciencia y El Cuento


Arquímedes



Hace muchos años, en sur de la península italiana, se hallaba el reino de Siracusa, ciudad griega gobernada por el rey Hierón, monarca sibarita. Es decir muy pegado de los regalos y presentes que puedan entregarle sus súbditos o los visitantes venidos de otros reinos.

Un día, Hierón anunció a sus ministros: "La corona que llevo no es digna ya de mi grandeza. Es necesario que se encargue al mejor orfebre de Siracusa la confección de una corona cuya magnificencia vaya de acuerdo a mi investidura. Llamad al cajero fiscal".

Y el cajero se hizo presente, encargándosele la tarea de proveer lo necesario para lograr una corona sin igual. 

Fue convocado a palacio el más renombrado orfebre del reino. Este, en presencia del mismísimo Hierón, recibió de manos del cajero fiscal lingotes de oro y plata, en cantidad suficiente para realizar la corona. Se le dieron veinte días para que completara su labor.

Pasó el plazo fijado y el orfebre se presentó ante el rey. Llevaba la corona envuelta en un fino paño azul. Todos los ministros estaban reunidos. Se removió el paño y fue presentada la más impresionante corona que se haya visto. Hierón se la ciñó y quedo contento. El orfebre recibió su pago y se marchó. Previamente, devolvió lingotes de plata que le habían sobrado, diciendo además que había tenido que usar todo el oro que se le entregó.

Al día siguiente, caminado Hierón en compañía de su cajero fiscal, le hace esta pregunta: "¿Cómo sabríamos si el orfebre nos dijo la verdad, respecto de que usó todo el oro que se el entregó?. El pudo haber usado mas plata de la que le dimos o agregar otro metal en vez del oro y robarnos parte de los lingotes". El cajero no supo que responder, agregando que no había manera de saberlo, salvo fundiendo la corona. 

Hierón recordó que tenía un lejano pariente de nombre Arquímedes, un sabio, quien tenía fama de constructor y que gustaba de resolver cuestiones de cálculo. El rey ordenó lo llamaran.

El sabio, ya en presencia de Hierón, recibió de este el encargo de averiguar cuánto de oro y cuanto de plata tenía su nueva corona. Le fue entregada esta, con la advertencia de que respondería con su vida si algo le pasaba. No debería ni fundirla ni cortarla para averiguar lo que se el encargaba. 

El sabio desde ese día, andaba preocupado pensando en cómo resolver lo que se le ordenó. Caminaba de día pensando en la corona. De noche, mientras mal dormía, soñaba que la joya era fundida y despertaba entonces lleno de terror. La salud de Arquímedes desmejoró. Una mañana, decide ir al local de los baños, a fin de poder relajarse. Solicitó que le preparen una tina, la que fue llenada hasta el tope. Desvistiose y se arrojó al agua. Mientras su cuerpo se hundía, sintió que una fuerza tendía a llevarlo hacia arriba. Al mismo tiempo observó que por los costados de la tina, se derramaba agua. En ese instante, Arquímedes se puso de pie, salió de la tina. Desnudo, ganó la calle y fue corriendo a través de la ciudad gritando: "¡Eureka. Eureka!" (Lo encontré en idioma griego). La gente que lo veía, se pregunatba: "¿Que encontró el sabio, que lo obliga a correr sin ropas. ¿Habrá perdido el juicio?"

¿Y que encontró Arquímedes?

Descubrió que los cuerpos al flotar o hundirse en el agua, lo hacen debido a las características de peso y volumen de esos cuerpos. Un peso de 1 kilo de  sólido de hierro, echado al agua, termina por hundirse. En cambio, un gigantesco barco hecho de acero, no se hunde, y eso que pesa mucho más que 1 kilo.

También descubrió que la cantidad de agua que se derramaba por los costados de la tina, era igual al volumen de su cuerpo. Es decir, encontró una manera de calcular el volumen de los cuerpos que no son regulares como la figura geométrica de una esfera o un cilindro.

Arquímedes, ya en casa, construyó un cubo ligeramente mayor al tamaño de la corona, y lo llenó de agua. Introdujo la corona y recogió el agua que se caía por los costados. Midió esa agua y pues, ya tenía el volumen de la corona. Pesó la corona. Conociendo el volumen y el peso, ya podía determinar cuánto de oro tenía la joya del rey.

En presencia de Hieron, el cajero fiscal y el orfebre. Arquímedes comunicó cuanto de peso en oro tenía la corona. Esta coincidía excactamente con los lingotes entregados al artista. Es decir, no había robo.

Lo que descubrió Arquímedes es lo que los ingenieros llaman Densidad. Todos los cuerpos tienen esta propiedad. Los cuerpos de menor densidad, flotan sobre los de mayor densidad. El agua tiene una densidad igual a 1. El aceite tiene de densidad 0.8, que es menor a la unidad, por eso el aceite flota sobre el agua.






(Tomado de divulgamat)


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Gracias amigos, por haber llegado hasta el final del cuento. Si tienen algún comentario, pues les agradecería me escriban,

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