El sol golpeaba duro, y ella caminaba como mirando al infinito. Vestía una minifalda excepcionalmente corta. Una ligera blusa, completaba su ropaje.
Los que si no miraban al infinito eran los transeúntes. Ella taconeaba sobre el asfalto. Hacía calor, y un ligero viento agitaba su cabello.
Los que si no miraban al infinito eran los transeúntes. Ella taconeaba sobre el asfalto. Hacía calor, y un ligero viento agitaba su cabello.
Las piernas de ella devoraban distancias, y varios pares de ojos con fruición miraban esos andantes muslos.
Una vieja viendo el revuelo que causaba el taconeo, en voz alta expresó:
-¿Y quien quiere ver esas chuecas yucas?
Todos en el acto despertaron. Ella siguió caminando. Los miradores también.
FIN
Autor. Carlos Torres
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