Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de hierro. Un día a dos limaduras se les ocurre bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería la visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago propósito se transformó en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor ir al día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que ya hacía tiempo que le debían esa visita.
Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose. Al fin prevalecieron las impacientes, y en un impulso terrible la comunidad entera gritó: “Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto”. La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.
(FIN)
Es un relato de Heskesh Pearson, y citado por Jorge Luis Borges, en el prólogo de Cuentos de Oscar Wilde de Editorial Atlántida.
Desde de siempre la humanidad ha sido arrastrada sin percatarse que la supuesta libertad que ostentan los esclaviza a una costumbre o práctica en el mejor de los casos;y desgraciadamente a vicios y excesos generalmente. La maldad personificada por el Angel Caído, de la manera más sutil ha seducido y engañosamente sometido a a muchos a su voluntad que en esencia es derribar y destruir en primer lugar a la imagen de Dios y luego su obra. Nuestra libertad termina donde la de los demás comienza.Hacer algo inadecuado por decir lo menos, atañe y daña a los de nuestro entorno queramos o no. No estamos sólos como para pretender que nuestro proceder no influencia a nadie
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