Era un sábado por la tarde. A las cinco, Yo en la calle
Malambito, en esa que llega a La avenida La Colmena cerquita de la Universidad
Villarreal. Iba mirando libros de los que usados por allí se venden. Alguien coge
un texto de tapas rojas y lo palmea como sacándole el polvo. El palmeador
mientras hojeaba el libro expresa: “Dame un libro para ganar plata. El resto
son huevadas.” El vendedor no respondió.
El tipo soltó el libro y se marchó.
Yo levanté el rojo ejemplar. Era una biografía de la doctora
María Reiche, la astrónomo y matemática alemana quien dedicó su vida al cuidado
de las Líneas de Nazca. Allí mismo, me senté en un banquito de madera y a leer…
María llegó al Perú en 1939, partió de su natal Alemania para encargarse de la tutoría de los dos hijos de un matrimonio peruano-alemán que residía en el Cuzco. Ella les enseñaba biología, geografía y matemáticas de una manera muy especial. Gustaba de dar largos paseos en el campo mientras impartía las clases. En una de esas salidas, tuvo un accidente: la espina de un cactus le penetró uno de sus dedos. No le prestó importancia. Al poco tiempo la herida se infectó. Un médico diagnosticó: la herida es muy severa. Para evitar que la mano se pierda es mejor extirpar el dedo. Y así fue. Luego de la operación, cedió la fiebre y María pudo recuperarse.
María llegó al Perú en 1939, partió de su natal Alemania para encargarse de la tutoría de los dos hijos de un matrimonio peruano-alemán que residía en el Cuzco. Ella les enseñaba biología, geografía y matemáticas de una manera muy especial. Gustaba de dar largos paseos en el campo mientras impartía las clases. En una de esas salidas, tuvo un accidente: la espina de un cactus le penetró uno de sus dedos. No le prestó importancia. Al poco tiempo la herida se infectó. Un médico diagnosticó: la herida es muy severa. Para evitar que la mano se pierda es mejor extirpar el dedo. Y así fue. Luego de la operación, cedió la fiebre y María pudo recuperarse.
Debido a una decisión de la madre de los niños, la doctora
Reiche fue despedida. Ya en Lima se empleó como traductora para el historiador
Julio C. Tello. Conoció también a otro historiador, el señor Paul Kosok quien
le dijo: María yo debo volver a mi país y ya que usted se queda en el Perú le
sugiero que estudie unos dibujos muy raros que he visto en las pampas de Nazca
al sur de Lima.
Un día María Reiche, con el poco dinero que había logrado
juntar, compró dos docenas de escobas y veinte plátanos. Se subió a un bus y
partió para Nazca. Pidió que el vehículo se detuviera en la carretera. Ella
bajó con sus escobas y se instaló en medio de la soledad de esa pampa. Durante
muchos años María barrió la extensión de la planicie y salvó para la humanidad
el legado de los antiguos Nazcas.
Trabajaba en solitario. La apodaron: La loca de la pampa.
Logró contar con el
auxilio de un bimotor. María se hizo sujetar con cuerdas a una de las
alas y en las piernas se acomodó una cámara fotográfica de alta resolución que
el instituto de aerofotografía le prestó. Partió el avión. Era el primer
sobrevuelo sobre Nazca. El piloto la noche anterior había estado en una fiesta
de bautismo donde brindó y brindó. El
avión hacía subidas y bajadas repentinas y María allí. De pronto vio algo que
la estremeció. Era un dibujo hecho por los Nazcas.
El gigantesco dibujo que vio fue el de un Mono, que mostraba
su cuerpo, sus patas, y la cola en espiral. Pero lo que le impactó a María
fueron las manos del Mono. En una de ellas tenía cinco dedos, pero en la otra
solo cuatro. Ese mono tenía falto un dedo: ¡Al igual que ella!
Dios, Los Nazcas, El destino, el azahar, no se sabe, habían
determinado que María tuviera ese encuentro. Era la tarea que los Dioses Nazca
le tenían reservada.
(FIN)
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