Había una vez una Guallata que estaba con sus polluelos en medio de una laguna, tomando agua. La zorra paseaba alrededor y la observaba.
"¿Por qué tus hijos son tan bonitos?" preguntó la Zorra.
"Es fácil", dijo la Guallata: "¡mételos al horno y cuenta uno, dos, tres. Luego los sacas y quedarán bonitos!"
La Zorra fue y calentó su horno, tomó sus crías, las metió adentro luego contó hasta tres. Al abrir el horno, vio que sus crías estaban quemadas y muertas.
La Zorra enfureció, fue a la laguna donde vivía la Guallata y le gritó: "¡Guallata! ¿Por qué me mentiste? ¡Ven, quiero conversar contigo!".
Pero en realidad la Zorra quería comérsela.
La Guallata tejía tranquilamente sus telares y hacía sonar la vich'uña: "¡Ya voy! ¡Al tiro voy!", le contestó.
La Zorra pensó: "¡Me voy a tomar toda el agua de la laguna, para así comérmelas!"
Empezó a beber y a beber, se fue hinchando hasta más no poder. Mientras caminaba, repetía la Zorra: "Pajita, cactus... no me pinchen por favor!".
Pero en un descuido, aunque caminaba despacito, pasó a llevar una paja brava y se pinchó. Como estaba toda llena de agua, explotó y murió.
FIN
Tomado de: Kimsaqallqu, cuentos aymara para los niños del mundo. Proyecto y edición de Teatro de Tierra.Pehuén-Chile.
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