Leí una historia de un jugador de fútbol. Jugaba medianamente bien, pero el tenía una pasión: ansiaba ser relator narrador de partidos de fútbol, así que mientras jugaba en su equipo: El Porvenir. El simultaneamente y a la vez que jugaba relataba el encuentro y por hacer eso se perdía de hacer goles que ya estaban cantados desde las tribunas:
<<y avanza el jugador de El Porvenir más conocido como el narrador, quiebra un jugador, quiebra a otro, cruza la línea de penal, queda frente al arquero, va a patear, va a patear...>>
y por entretenerse en la narrada le quitan el balón.
Debido a ese afán de perder goles por narrar, fue retirado del equipo. Pasó a ver los partidos desde las tribunas. Alguien le prestó atención y comenzó a escucharlo con ahínco. El hábito se contagió, y en pocas semanas toda la tribuna sur seguía las transmisiones del narrador y no prestaba atención a lo que ocurría en el terreno de juego. Eran más emocionantes los partidos del narrador que los partidos que se jugaban en el gramado, y eso que se trataba de los mismos equipos en contienda.
El Porvenir fue retirado del campeonato, y es que los hinchas ya no le seguían, iban más bien detrás de el narrador. El relator narrador se hizo más famoso. Sus seguidores lo buscaban en su casa, y en las tardes de domingo ante un nutrido grupo de escuchas, relataba las incidencias del campeonato argentino. Y esos partidos concebidos en su imaginación, eran mucho más emocionantes que los reales. Ya la afición, ni iba a los estadios. En una oportunidad, narró el clásico del fútbol de la tierra gaucha: Boca versus River. Una gran conmoción ocurrió en el barrio. Las jugadas que describía el relator eran de final de copa del mundo. El partido terminó con el triunfo del Boca, con ejecución de una serie de tiro de penales ya que no hubo goles durante los noventa minutos de juego reglamentario.
Nunca fue llamado a una emisora radial ni de televisión. El narrador era insuperable en lo de inventar jugadas. Proyectaba en la imaginación de sus escuchas un estadio lleno y con hinchas eufóricos de algarabía. Fantaseaba goles olímpicos. Imaginaba disparos desde cincuenta metros. Goles de palomita. Goles de caracol. Los partidos que el hacía disfrutar eran una sinfonía de lances y magistrales jugadas.
Dicen, que el narrador planea venir al Perú. A esperarlo entonces.
FIN
Esta es una versión mía. Pero hay un relato hecho por el filósofo y conductor de radio: Alejandro Dolina, cuyo título es. El Relator. Yo he hecho una versión de memoria.
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