Celia y Alejandro estaban asustados. Escucharon en las noticias sobre una Profecía Maya. En el colegio compartieron con sus amigos su preocupación: El mundo se va a acabar el 21 de diciembre del 2012., o sea, ¡faltan solamente dos meses!
Ese día en clase, el profesor respondía a las preguntas lo mejor que podía. Decía que no había nada de cierto en esa predicción, ya que los Mayas excelentes astrónomos y matemáticos lo que anunciaban era que se acababa un ciclo y comenzaba un tiempo nuevo.
-Señor profesor, ¿Qué es ciclo?
-Señor profesor, ¿Qué es tiempo nuevo?
-Señor Profesor, ¿Las noticias que escuchamos en la radio o vemos en la televisión, no son ciertas?
-Señor Profesor, ¿se puede mentir en las noticias?
Ya en casa los hermanitos Celia y Alejandro preguntaron a sus papás sobre las profecias.
Conversaron como nunca antes lo habían hecho. Pasaba el tiempo y la familia seguía reunida gracias a la magia de la palabra. Con pena tuvieron que suspender la conversa. Era necesario dormir. Mañana podrían continuar.
Celia ya dormida, fue visitada por la magia del sueño. Una mujer le habló: Soy el Hada de la llanura amazónica. Soy quien cuida por la vida de ríos y lagos. El hermano tucán me habló de ti y sobre tu preocupación del Fin del Mundo. Yo te protegeré. Partiré a tu ciudad. No iré sola. La gran serpiente de la vida estará conmigo. El verde de los árboles también decidió acompañarme. Tucanes, paujiles, colibries, guacamayos, y turays estarán conmigo. La vida entera de la selva me acompañará y estaremos cerca de ti. Solo tu nos podrás ver.
A la mañana siguiente mientras la familia desayunaba, Celia contó su sueño. Su papá le dijo: Hijita, tienes la virtud de una narradora oral. Tus palabras nos han hecho volar como hojas movidas por el viento. Pero, hay que apurarse, ya que hay otro que vuela y vuela: es el tiempo.
Celia miraba las calles. Miraba el cielo. Miraba las casas. Miraba a las personas. Ella buscaba al Hada de la Amazonia. Recordaba que en su sueño se aparecía con un vestido de colores, y un gran broche circular en el pecho. Que usaba el cabello en trenzas y sujeto por un hilo de hojas de laurel. Celia sentía que el hada estaba cerca.
El día sábado el abuelo llevó de paseo a los hermanitos. Fueron al centro de Lima. El abuelo de joven solía ir a una feria de libros y quería que sus nietos la conozcan. Era un lugar donde vendían libros que otros habían leído. Llegaron a eso de las 12 del medio día. Escucharon que alguien contaba una historia. Hablaban sobre una ciudad, donde algo muy grande iba a ocurrir. Celia se acordó de la Profecía Maya. Abuelo y nietos decidieron quedarse y escuchar. Y allí los tres quedaron atrapados por el relato.
En un alto del contador, Celia le preguntó sobre una Hada Amazónica. Ella la describió tal como se le apareció en su sueño. Mientras ella iba contando, el contador quedó abismado. La niña era una narradora.
Los tres se despidieron del cuentacuentos. Pasearon por los puestos de venta de libros y luego el abuelo ofreció invitarles un helado en el jirón de la Unión, y para allá partieron.
Mientras caminaban por la avenida Emancipación, a Celia se le cayó al suelo su cono de helado. Lo que vió la dejó pasmada. Allí sobre una inmensa pared estaba el Hada de la Amazonía. Celia le miraba y conversaba de mirada a mirada. Sintió la frescura del viento del atardecer de la selva, y escuchó el concierto del canto de las aves. Ya no temía a lo del Fin del Mundo, el Hada de la Amazonia le salió al encuentro en una calle de Lima.
(FIN)
Autor: Carlos Torres
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