sábado, 21 de junio de 2014

San Camilo






Yo era un niño juguero, es decir vendía jugo de naranja que preparaba al instante en una carretilla ambulante. Una mañana de domingo después de las 9, me pasó que no llegaban más clientes, así que me alisté, encargué mi carretilla y partí para San Camilo a escuchar la misa de las 10.

La mayoría de los asistentes eran niños como yo. Era la hora del catecismo dominical. Acabada la misa, el padre dijo:"se ha detectado que algunos niños se marchan y no escuchan la clase de catecismo". Entonces en previsión de los tránsfugas cerraron las puertas.

Me dirigí a la salida y no pude pasar. A quien cuidaba le hice saber que yo no pertenecía al catecismo. Se acercó una coordinadora de catequistas, y le conté que yo vendía jugo de naranja, que escogía la fruta y con un cuchillo bien limpio la partía para ponerla en el exprimidor y sacarle el jugo. Agregué que mi carretilla estaba en la calle Santo Tomás a la espalda del Congreso. Ella, me miró, sonrió, abrió la puerta y me dijo: el otro domingo también tienes que venir a misa. No faltes.

Hoy después de muchos años me recuerdo de esto. Es que me puse a pensar que los parques que están en el frente y a la espalda del Congreso eran de acceso libre. Yo iba allí con mis amigos y jugábamos a carrera de gusanitos. Los sacábamos de los árboles y los poníamos sobre el filo de la vereda. Hoy ya no puede ingresarse. No solo se han cerrado los parques, también las calles. El Congreso se rodea de Congreso por sus cuatro costados. Que afán de mantenerse alejados de la ciudadanía a quien paradójicamente pretenden representar.
 
(FIN)

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