Yo vivía en Barranco y solía ir al cine
Balta. Allí vi por primera vez: Ben Hur y Madre India. Recuerdo también
una película muda sobre la Pasión de Cristo, y en mi mente yo iba
completando con diálogos las escenas que se proyectaban en la pantalla.
Gustaba yo de ver las películas llamadas épicas. Esas que nos contaban
de temas históricos, y en una oportunidad se anunció: La Caída del
Imperio Romano, en Cinemascope y Tecnicolor. Junté el dinero para pagar mi entrada a localidad platea y me fui al Balta. Yo tenía doce años en ese entonces.
La película se iniciaba a las 4 de la tarde. Estuve a eso de las 3 y
30. El cine cerrado y la gente dando vueltas esperando que abran las
rejas para entrar. Esperaban también los empleados del cine: boletero,
controla entradas, el de proyección, y los de limpieza. Dieron las 4, y
después las 4 y 20. Nada.
A eso de las 4 y 35, llegó el administrador. Era quien tenía la llave. La gente reclamaba. Se abrio la reja, se agolparon los espectadores ante la boletería, el de limpieza limpiaba y el proyectista a la carrera trepaba las escaleras rumbo a su cubil de mando. El administrador ordenaba las acciones mismo comandante de navio en zafarrancho de combate. Eran ya las 4 y 45. Alguien le dice al jefe: "Estamos atrasados". El administrador miró al reloj ubicado sobre la portada que daba ingreso a platea. Cogió un largo bastón y movió un gancho que aseguraba la tapa de cristal de la esfera del marcador del tiempo. Luego de abierta la tapa, con el mismo bastón giró la manecilla horaria y la ubicó en las 3 y 45. Para el reloj del cine Balta eran las 3 y 45. Asunto resuelto. Todo estaba dentro de la normalidad. La función comenzaría a su hora y todos contentos. Ese día, yo conocí a: El señor del tiempo.
(Autor: Carlos Torres)
Soy Narrador. Para funciones y presentaciones, contactarme al fono 996583864 o escribir a: ctorres1000@yahoo.es
A eso de las 4 y 35, llegó el administrador. Era quien tenía la llave. La gente reclamaba. Se abrio la reja, se agolparon los espectadores ante la boletería, el de limpieza limpiaba y el proyectista a la carrera trepaba las escaleras rumbo a su cubil de mando. El administrador ordenaba las acciones mismo comandante de navio en zafarrancho de combate. Eran ya las 4 y 45. Alguien le dice al jefe: "Estamos atrasados". El administrador miró al reloj ubicado sobre la portada que daba ingreso a platea. Cogió un largo bastón y movió un gancho que aseguraba la tapa de cristal de la esfera del marcador del tiempo. Luego de abierta la tapa, con el mismo bastón giró la manecilla horaria y la ubicó en las 3 y 45. Para el reloj del cine Balta eran las 3 y 45. Asunto resuelto. Todo estaba dentro de la normalidad. La función comenzaría a su hora y todos contentos. Ese día, yo conocí a: El señor del tiempo.
(Autor: Carlos Torres)
Los relojes cansados de Salvador Dalí |
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