Sobre la ventana de mi casa, hay una banderola gigante, con ilustraciones sobre teatro de títeres.
Ayer a eso de las doce del medio día, tocaron a mi puerta. Era un
señor que dijo llamarse Miguel. El preguntaba por el titiritero. Le
dije: Aquí estoy.
“Soy compositor de música para niños” me dijo. Y conversamos largo,
sobre Vallejo, Bárbara de Achile, Borges, la escritura de los Incas y
también sobre los gusanos.
Me contaba que había compuesto unos diez temas musicales a favor de
los delfines. Uno incluso se llamaba: El delfín ciego. En un instante,
se puso a cantarlo. La melodía era negra, un landó. La historia me hizo
vibrar. La cito no textual, sino lo que de memoria puedo recordar:
Este era un delfinito.
Había nacido ciego
su mamá, de la aletita lo llevaba a pasear.
Había nacido ciego
su mamá, de la aletita lo llevaba a pasear.
Todos los delfines del barrio
se pusieron de acuerdo
para descubrir la manera
en que el delfinito, pudiera ver.
se pusieron de acuerdo
para descubrir la manera
en que el delfinito, pudiera ver.
Y pasaron los años.
Los delfines peces inteligentes
hallaron la manera de que el ciego amigo viera.
Y el delfinito llegó a ver.
Los delfines peces inteligentes
hallaron la manera de que el ciego amigo viera.
Y el delfinito llegó a ver.
Aprendió a ver con los oidos.
Ahora viajaba largas distancias
y al regresar contaba a sus amigos
paisajes que el había podido ver
Ahora viajaba largas distancias
y al regresar contaba a sus amigos
paisajes que el había podido ver
El había sido un delfín ciego
ahora, veía
gracias a los sonidos
que los ingenieros llaman: sonar.
ahora, veía
gracias a los sonidos
que los ingenieros llaman: sonar.
La conversa continuaba. Ya al despedirse, me regaló una frase de
Jorge Luis Borges: “Ya se ha dicho todo, pero no es suficiente”.
Yo puedo decir, que ayer, el arte, tocó a mi puerta.
No se si tenga mucho que ver con el relato, pero el pianista koreano Yiruma, es soberbio en la interpretación de su: El Río fluye en ti. Disfrútenlo.
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