Era la mañana del sábado 31 de diciembre. Laura había preparado mini arreglos florales llamados Shojinka: Flores de Luz. Las flores eran de color amarillo y champagne.
Puse los Shojinka en una fuente y salí de casa. Mi propósito era cederlas en obsequio a quien se cruzara en mi camino. No imaginé que resultara difícil la entrega de los arreglos. Había mucha
desconfianza entre la gente:
1) No me ofrezca nada. Yo estoy con el de arriba. Váyase.
2) ¿A cúanto lo vendes?
3) ¿Qué cábala es?
4) ¡Homosexual!
5) Estoy apurado tío.
2) ¿A cúanto lo vendes?
3) ¿Qué cábala es?
4) ¡Homosexual!
5) Estoy apurado tío.
Una señora me pidió dos. Una para su casa y otra para su negocio. Luego trajo a una amiga quien me dijo: “¿Por qué hace esto? Las flores cuestan.”. Yo le dije, mi esposa las confeccionó, y yo tengo el gusto de repartirlas. Le di un shojinka y ella me regaló un paquete de galletas y una barrita de chocolate.
Otra señora, ya muy abuelita, me agradeció en quechua. Yo no pude entenderle. Soy analfabeto en quechua. Un tipo, con aspecto de marginal y achorado, me dijo: “Dame una, para llevarle a la virgencita”… así que le le alcancé un arreglo.
En un puesto de periódicos, entregué un shojinka, a cambio me obsequiaron un disco compacto de título: Cañonazos Bailables de Año Nuevo.
En un salón de corte y peinado, una señorita me dijo: “dame la amarilla, la otra es fea”. Yo le conte: Así como no hay mamás feas, tampoco hay flores feas. Se lo dije sonriendo y amigablemente.
Llegué a casa, luego de tres horas.Había repartido todo.
(FIN)
(La imagen de la flor es de Wikimedia Commons)
No hay comentarios:
Publicar un comentario