Un perro cierto día, robó un pedazo de carne y quiso ir a comérselo a orillas del río. Descendió, pues, hasta el agua, mas cuando estaba a punto de hincar el diente a su presa, se vio reflejado, abajo, otro perro que llevaba en la boca un pedazo de carne más grande que el suyo.
Verlo y arrojarse sobre él con las fauces abiertas para arrebatarle el suculento bocado, todo fue uno. Se zambulló en el agua; y en el agua, revuelta, desaparecieron la imagen del perro y de la carne. Al mismo tiempo, desapareció también la carne verdadera que el perro glotón había abandonado en la orilla y que la corriente se llevó río abajo.
De cuya fábula se desprenden tres moralejas: que la avidez es siempre castigada; que Dios castiga a aquellos que, no contentos con lo propio, desean apoderarse de lo de los demás y, que no conviene abandonar un bien seguro por un bien ilusorio.
Fin
Tomado de: Enciclopedia de la fábula. Ediciones UTEHA. Año 1959.
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