El
libertador, cansado de la travesía marina, se sentó a la sombra de una
palmera y a los poco segundos observando a las aves, se durmió. Soñó
con unas de cuerpo blanco y alas rojas. Las había visto volar solo unos
minutos antes. Soñaba que las aves volaban llevando la sangre de los
patriotas en sus alas; "la llevan al cielo y al infierno", se repetía en
sueños. Dios y el diablo, competirán por tener la mayoría y el ganador
decidiría el destino de la nueva patria... soñó. Al despertar, el
libertador quiso pensar que fue Dios el que ganó, y decidió que la
bandera del Perú sería de colores rojo y blanco: rojo como la sangre
derramada y blanca como la paz deseada.
Lo cierto es que fue el diablo quien atrajo la mayor cantidad de aves. El diablo ganó y el Perú forjó su destino. Y es que la calidad de políticos que nos han gobernado, solo puede explicarse como obra del diablo. Pero de la belleza del Perú, se encargaron las aves divinas.
Lo cierto es que fue el diablo quien atrajo la mayor cantidad de aves. El diablo ganó y el Perú forjó su destino. Y es que la calidad de políticos que nos han gobernado, solo puede explicarse como obra del diablo. Pero de la belleza del Perú, se encargaron las aves divinas.
Autor del relato: Chacho D'Acevedo.
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