martes, 31 de julio de 2018

La vieja y el diablo.


Había una vez una pobre y vieja viuda. Un día estaba sentada en el quicio de su casa y pensaba: "Estoy sola y débil. No puedo trabajar en el campo. Si no hay quien me ayude, tendré que morirme de hambre. ¡Ojalá alguien, aunque fuera el mismísimo diablo, me ayudara!

En ese mismo momento se le apareció un hombre, que era el diablo, y le dijo:

-¡Buenos días, viejita!
-¡Buenos días!
-He sabido que necesitas a alguien que te ayude a arar el campo.
-Sí lo necesito.
-Yo puedo hacerlo -dijo el diablo, y en menos que canta un gallo aró todo el campo.
-¿Y qué vamos a sembrar? -preguntó el diablo.
-Sembraremos zanahorias -contestó la anciana-. Las zanahorias crecen muy bien y las hojas todavía mejor. Pero ¿cómo vamos a dividir la cosecha?

El diablo no sabía nada de sembrados, y dijo:
-Lo que está por encima de la tierra, será para mí, lo que queda por debajo, será para tí.
-¡Muy bien, de acuerdo! -sonrió la vieja.

Sembraron las semillas, pasó el tiempo y cosecharon las zanahorias. El diablo recogió las hojas y las llevó en una carreta a su casa en el infierno.

Al verlo los demás diablos, se echaron a reír:
-¡Pero si serás estúpido! Hasta una viejita te puede engañar. Debiste dejarle a ella lo que está por encima de la tierra, y tú llevarte lo que está por debajo.
-No hay problema -contestó el diablo-. El próximo año yo la engañaré.





En la época de la siembra, el diablo volvió a presentarse en la casa de la anciana y se comprometió a trabajar de nuevo. Aró el campo y preguntó:
-¿Qué vamos a sembrar?
-Sembraremos trigo -contestó la vieja.

Sembraron. El diablo trabajó muy duro y cuidó el campo. Llegada la cosecha, el diablo dijo:
-Esta vez, vamos a repartir de otra manera: Tu te quedarás con lo que está por encima de la tierra, y yo con lo que se encuentra por debajo.
-Como tu digas -contestó la anciana, y empezó a recoger la cosecha de trigo, las amontonó en una carreta y las llevó al infierno. Allí los demás diablos s echaron a reír y empezaron a burlarse de él.
-¡Eres una vergüenza para todos nosotros! ¿Cómo puede ser que no seas capaz de engañar a una simple anciana?

El diablo se disgustó muchísimo y decidió matar a la vieja. Llegó a casa de la anciana y ésta le preguntó:
-¿A qué viniste?
-¡Quiero matarte!
-¡Oh!, tú eres mucho más fuerte que yo, la lucha será desigual. Si quieres vencerme como es debido, tenemos que poner unas reglas de combate.
-¿Cómo así? ¿Qué reglas?
-Primero escogeremos las armas. ¿Qué quieres, el tridente para alzar la paja o el rodillo para amasar el pan?
-El rodillo es cosa de mujeres. ¡Quiero el tridente!
-Como tu digas. Entonces, yo usaré el rodillo. Y vamos a pelear aquí, en la casa.

La casa era muy pequeña y el tridente casi no cabía en ella, de manera que el diablo no pudo usarlo. Mientras tanto, la vieja lo molió a golpes de rodillo.

Pasado un tiempo, el diablo gritó:

-¡Vieja, debemos cambiar de reglas! ¡Dame el rodillo y toma el tridente! ¡Y vamos afuera, a la calle!
-Como tú digas -contestó la anciana.

Cambiaron de armas y salieron a la calle.

Allí la mujer empezó a chuzarlo con el largo tridente y el pobre diablo no lo alcanzaba con el rodillo.

Por fin el diablo, herido, escapó y juró no acercarse más a la vieja.

Regresó al infierno y de allí los diablos lo echaron porque la vieja lo había engañado y pegado.

Caminó, triste, por la tierra y encontró a un hombre tan pobre, que por no tener parcela que sembrar, arrancaba las raíces de los árboles talados para conseguir campo.

El diablo se convirtió en hombe y dijo:
-¡Buenas tardes!
-¡Buenas!
-Necesito trabajo. ¡Me darás algo de comer si te saco estas raíces?
-¡Claro que sí!

El diablo empezó a trabajar y arrancó todas las raíces en un día.

El hombre se lo llevó a su casa porque no sabía que se trataba del diablo.

Llegaron de noche a la casa oscura y pobre. Allí los esperaban la mujer y los hijos del campesino, todos con hambre.

Apenas el hombre entró, los hijos empezaron a llorar:
-¡papá, papá, queremos comer!

El campesino, malhumorado, les gritó:
-¡Coman al mismísimo diablo!

Al oírlo, el diablo salió corriendo.

FIN

Tomado de: Diablos, de Natalia Pikouch. Ediciones EDILUX. Año 1994.

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