Historia de un gallo de pelea y un carrete de hilo fuerte.
Cuando nació, resolvieron que iba a ser un gallo de pelea tan peleón, tan ganador de todo el mundo, tan terrible, que lo mejor era llamarlo Terrible de una vez y asunto arreglado.
Porque en su gallinero las cosas eran exactamente así: nacían los pollitos, y ya los dueños del gallinero estaban decidiendo lo que iba a ser cada uno:
-Tú vas a poner huevos.
-Tú vas a ser cuidador de gallinas.
-Tú vas a ser gallo de pelea.
-Tú vas a la olla.
Y de nada servía que los pollitos quisieran tener un oficio distinto: los dueños decidían por ellos, y todo el mundo al cerrar el pico.
También tenía un primo llamado Alfonso. Los dos eran muy unidos, se la pasaban de charla en charla. Cuando los dueños vieron aquello, listo; los separaron. Y dijeron:
-Un gallo de pelea no puedo ser amigo de nadie. Solamente puede ser amigo de pelear,
Terrible creció, creció, se volvió grande. Los dueños lo entrenaban todos los días para pelear. Pero mientras más lo entrenaban, más iba sintiendo unas ganas locas de enamorarse.
Porque el era así: quería disfrutar la vida. El problema era que lo hacían pelear, y todo el mundo sabe que pelear es lo que menos combina con disfrutar.
Hasta que un día se enamoró de una gallinita de verdad preciosa. Y pasó lo siguiente: en plena pelea le daba por pensar en ella, y en vez de atacar al enemigo dibujaba con la espuela un corazón. Los dueños, furiosos, encerraron a Terrible en un gallinero de paredes muy altas. Ya no podía ver a su novia, ni podía ver a nadie. Después trajeron otro gallo de pelea, y lo encerraron en el mismo gallinero, a ver si viéndose juntos se ponían a pelear.
Pero a Terrible el otro gallo le cayó de lo más bien, y lo que hizo fue alzar el vuelo, robarse unas medias de mujer que estaban colgadas en el alambre de ropas, rasgar un pedazo, y hacer una pelota. Y en vez de pelear, los dos se pusieron a jugar fútbol.
Entonces los dueños dijeron:
-La solución es hacer que Terrible piense del modo que nosotros queremos que piense.
-¿Pero cómo? -le dieron vueltas al asunto, y al fin resolvieron que esa solución era coser el pensamiento de Terrible y solamente dejar libre el pedacito que pensaba: " ¡Tengo que pelear! ¡Tengo que ganarles a todos!. El resto quedaría dentro de la costura. Y dijeron:
-Vamos a coserlos con un hilo bien fuerte para que no se rompa.La tienda de los hilos era una tienda que solo vendía hilos. De todas las clases y colores. En la estantería del frente vivían dos carretes que estaban allí desde hacía mucho tiempo, uno al lado del otro, esperando que lo compraran. Uno era un carrete de hilo de pesca; el otro, de hilo fuerte. Los dos hilos se la pasaban charlando sin parar.
-¡Qué suerte que nací hilo de pesca! Voy a vivir en el mar, en el sol, pescando, va a ser estupendo. Espero que el que me compre tenga barco.
-¿Te gustaría un barco de vela, o uno de motor?
-De motor. Es más veloz. Salpica agua. Vería más el mar.
El hilo fuerte suspiraba:
-Dichoso tu, que sabes la vida que vas a llevar. Yo no. Me paso las horas pensando en cuál será el destino que me espera.
-¿Cuál te gustaría?
-¡Ah, que me usaran para coser una tienda de campaña! ¿Te imaginas? ¡Vivir siempre al aire libre, acampando aquí y allá, viajando a todos lados, conociendo un montón de lugares diferentes, que maravilla!
Los dos querían vivir en el mar, en el campo, al aire libre, siempre al aire libre. ¡La tienda de los Hilos era tan estrecha, tan asfixiante, siempre de luz encendida!
Cuando al anochecer cerraban la tienda, y los dos veían que otro día había pasado sin que ningún comprador apareciera, comentaban abatidos:
-Vaya, vamos a terminar por ponernos mohosos de tanto estar en esta estantería.
Hasta que un día los dueños de Terrible entraron en la tienda y compraron a Hilo Fuerte. Lo compraron sin decir para qué lo estaban comprando.
Al ver que su amigo se iba, Hilo de Pesca casi muere de tristeza. No murió porque era más fuerte la curiosidad de saber para qué lo usarían. Y para saberlo siguió a los hombres cuando salieron. Dejó que entraran en casa y se acercó a espiar por el ojo de la cerradura. Vio que hicieron un tajo en la cabeza de Terrible, le sacaron el pensamiento y lo cosieron muy bien con Hilo Fuerte, dejando por fuera el pedazo que pensaba "¡Tengo que pelear! ¡Tengo que ganarles a todos!. Después vio que volvían a poner en la cabeza el pensamiento y cosían el tajo con el trocito de Hilo Fuerte que había sobrado. Hilo de Pesca sintió una pena enorme por Hilo Fuerte: "¡Pobre! Él que tanto quería viajar, vivir al sol y al viento, siempre acampando, y acabar así, encerrado para siempre en el pensamiento de este gallo". Volvió a la tienda tristísimo. Se acomodó en la estantería y siguió esperando un comprador.
Pasó el tiempo. Terrible solamente pensaba con su pedazo descosido de pensamiento. Y entonces empezó a ganar peleas. Todo el mundo le apostaba. Los dueños se aferraban en dinero, y en vez de dárselo a Terrible, decían:
-Tonterías. ¿Para qué necesita un gallo dinero? -y se guardaban los billetes en el bolsillo.
Terrible ni se daba cuenta, porque su parte de pensamiento que pensaba "diablos, yo hago el trabajo duro y ellos se quedan con el dinero" también estaba cosido.
¡Y fue así como Terrible ganó ciento treinta peleas!
Durante todo ese tiempo la vida de Hilo Fuerte fue muy difícil: como vivía en el pensamiento de Terrible, y como este pensaba siempre la misma cosa su vida era aburridísima, no variaba nunca. A cada rato se dormía para matar el tiempo. Dormía hasta el cansancio. Y a veces pensaba: necesito encontrar una solución para mejorar mi vida. Pero al final no hacía nada: si quería encontrar una solución necesitaba espacio para buscarla, y allí adentro su vida era demasiado estrecha.
El cuerpo de Terrible se fue cansando. Un día luchó con un gallo más joven y más fuerte llamado Cresta de Hierro, y perdió. Luchó otra vez. Y perdió de nuevo. Los dueños de Terrible se pusieron furiosos, pero no dejaron que Cresta de Hierro acabara con él. Marcaron una tercera pelea entre los dos. En la playa. Muy a escondidas: iba a ser una lucha brava de verdad. Y dijeron:
-Mira, Terrible, las cosas están así: o ganas esta pelea o dejamos que Cresta de Hierro te haga picadillo.
Terrible se puso nerviosísimo, pero como su pensamiento nunca cambiaba, ni siquiera pensó en huir. Fue entonces cuando se encontró con su primo Alfonso, tan amigo suyo en otro época.
Alfonso se había escapado del gallinero porque querían que fuera cuidador de gallinas y él odiaba esa vida. Ahora andaba escondido en la bolsa de una niña llamada Raquel.
Cuando Alfonso y Raquel oyeron su historia vieron enseguida que Cresta de Hierro iba a acabar con Terrible, y lo encerraron en la bolsa. Pero la noche de la pelea Terrible logró escaparse y corrió a la playa. Hilo Fuerte estaba retorciéndose de preocupación: sabía muy bien que Terrible podía morir en la pelea; y muerto Terrible, moría él también. Era un hilo dormilón, le encantaba echarse un buen sueño, pero no por eso quería dormir para toda la vida. Trató con todas sus fuerzas de tener una idea, a ver si con ella salvaba la situación.
-¡Entra en el círculo! ¡Entra en el círculo! Ése fue el grito con que recibieron todos a Terrible cuando llegó a la playa.
Los apostadores estaban sentados en la arena, haciendo rueda, y Cresta de Hierro en el centro esperando.
¡Mientras tanto Hilo Fuerte seguía haciendo fuerza para encontrar la idea que pudiera salvarlos!
Terrible saltó al redondel. La lucha comenzó.
Cresta de Hierro peleaba mucho mejor, y además le encantaba pelear (seguro que también a él le habían cosideo el pensamiento).
Terrible empezó a ceder. Perdió sangre, perdió dos plumas, se fue cansando poco a poco.
Hilo Fuerte hacía cada vez más fuerza para dar con una solución. Mientras más golpes recibía Terrible, más fuerza hacía él. Más fuerza. Más fuerza.
Hasta que de repente -¡¡pla!!- de tanto hacer fuerza se reventó. Y en ese mismo segundo el pensamiento de Terrible se descosió, se abrió del todo, y el empezó a pensar mil cosas, quedo medio mareado con tantos pensamientos juntos. Enseguida se dio cuenta de lo que estaba pensando, y como no era tonto pensó: "Qué estupidez morir en esta playa sólo porque ellos se empeñan en que tengo que luchar con Cresta de Hierro". ¡Y no esperó más, saltó del ruedo y echó a correr hacia el mar!
Todo el mundo salió detrás; Cresta de Hierro también. Cuando Terrible sintió que lo alcanzaban se metió dentro del agua. De pronto vio un barco. En el barco había un hombre que pescaba, tan entretenido con la pesca que no había visto nada. Solamente tenía ojos para el mar.
Terrible se fue acercando al barco. Hilo Fuerte se asustó otra vez: Terrible no sabía nadar con seguridad se ahogaría y ahogándose Terrible se ahogaría él también. ¡Era demasiada mala suerte! Salía de una para caer en otra.
La gente estaba muy cerca. Terrible empezó a tragar agua y a hundirse.
Y fue en ese momento -justo en ese momento- cuando el hilo del anzuelo del pescador reconoció a Terrible. Entendió lo que estaba pasando, se acordó de su amigo, que cosía el pensamiento del gallo, y -¡zuque!- dio un viraje y tiró el anzuelo a la cresta de Terrible. El anzuelo pescó la cresta, y el dueño del barco -creyendo que aquel peso era de un pez- alzó la caña y empezó a enrollar a Hilo de Pesca. Enrolló, enrolló, Terrible fue llegando al barco, llegando ¡llegó! Solamente entonces vio el hombre que no había pescado un pez, sino un gallo. Pero no se molestó: lo que de verdad quería era tener compañía. Y entonces prendió el motor y se fue.
El barco navegó, navegó, y el que más disfrutó fue Hilo Fuerte: le encantaba viajar, y se dio gusto viendo islas, puertos, peces, viendo tantas cosas que nunca había visto.
Por fin, un día, el barco llegó a un lugar muy lejano y Terrible desembarcó. Allí quería vivir. En paz. Sin tener que ganarles a todos. Allí podría encontrar amigos y dibujar corazones. Y nunca más tendría un dueño que le cosiera el pensamiento.
Los que vieron en la playa las dos plumas de Terrible tal vez pensaron que había muerto. Bobadas. Ahora mismo está gozando de la vida en ese lugar muy lejano. Él y también Hilo Fuerte. Los dos.
FIN
Relato extraído del libro: la bolsa amarilla, de: Lygia Bojunga. Ediciones Norma. Año 2005. Páginas del 1o7 al 116.
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